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Con los pies en suelo firme

La Razón

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Un reinado de treinta y nueve años, que comenzó abriéndose paso entre innumerables dificultades y que muy pronto logró ir aumentando progresivamente la confianza de todo el pueblo español, es muy difícil resumirlo ahora, pero no debemos perderlo de vista en este momento crucial en el que se ha producido la sucesión según las previsiones constitucionales. Este hecho en sí es un logro más de los que hay que apuntar en la historia del reinado de Don Juan Carlos. El primer acierto para asegurar un relevo en orden y que asegure la continuidad de la Monarquía parlamentaria fue planificar desde muy pronto una formación adecuada al actual Rey, Felipe VI. Estos días hemos tenido la ocasión de verlo en muchas fotografías históricas: la noche del 23-F, cuando su padre le obligó a que estuviera con él presente en un momento decisivo, en maniobras militares, en la universidad. Este proceso de aprendizaje se debió a la visión previsora de Don Juan Carlos, que ha desembocado en su abdicación y en la posterior sucesión en su hijo. Conviene subrayarlo en estos momentos y estamos seguros de que Don Felipe tiene muy claro este legado y esta conciencia de servicio a España y a sus ciudadanos.
Por los cargos que he ocupado, primero en la Real Academia Española y ahora en el Instituto Cervantes, he tenido la ocasión de comprobar la preparación de Don Felipe y he visto con alegría cómo su maduración se correspondía tanto a un ansia de conocimiento como a las obligaciones de su responsabilidad pública: en su preparación intelectual, conocimiento de la sociedad española y de sus distintos estamentos o la minuciosidad con la que ha querido conocer cada una de las cuestiones que preocupan en el país. Como director del Instituto Cervantes puedo decir que he visto la preocupación por el hecho de que todos nuestros centros en el mundo estuviesen abiertos en un momento de dificultades económicas y cómo él alentó la política de abrir el Cervantes a Latinoamérica y dio apoyos concretos. La afirmación sobre su preparación no es retórica. Tuve que viajar con los entonces Príncipes a Estados Unidos cuando presidieron en el Instituto Cervantes de Nueva York una reunión con los líderes de la Fundación Carolina; luego viajó a la Universidad de Harvard, donde pronunció una conferencia espléndida que se titulaba «España, una nación latinoamericana». Fue un diálogo abierto y ejemplar. En ese viaje pude ver cómo, de vuelta a Nueva York, siguió trabajando. Son imágenes que valen por mil palabras, muy ilustradoras, tanto de su sólida formación como de esa actitud de responsabilidad, de cercanía y sencillez que te hace sentir cómodo. Me lo decía Teresa Guillén, hija de Jorge Guillén: conocerle ha sido un descubrimiento. Muy específicamente, siente preocupación por el ámbito de la educación y la cultura. En los dos últimos años, cuando hablábamos de los recortes presupuestarios y supo –a raíz de que asistió a una reunión de nuestros directores en Cáceres, como siempre han hecho– que el Cervantes tenía dificultades para mantener las actividades culturales en sus centros internacionales, se quedó con la preocupación de que se siga proyectando la cultura de España y su historia real. Es decir, los avances que se han producido en todos los ámbitos de la sociedad. Por todo lo dicho, el reinado de Felipe VI será fecundo. Empieza en una etapa de dificultades pero estoy seguro de que, por lo que a él le toca, va a ser una figura decisiva.
Director del Instituto Cervantes