Confortable Mahler
Obras de Mahler. Voces: Anna Lucia Richter (soprano), Florian Boesch (barítono). Orquesta de la Ópera de Perm. Director: Teodor Currentzis. Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 28-XI-2018.
El ateniense Teodor Currentzis ha saltado a la fama en los últimos diez años en virtud de su labor al frente de la Orquesta Musicaeterna, que ocupa desde 2011 el foso de la Ópera de Perm. Como es su costumbre, el talentoso director ha mostrado detalles de indudable originalidad, aunque no siempre convincentes. Su visión de la «Cuarta Sinfonía» de Mahler es en general amable, bien cantada, soñadora, pasajeramente edulcorada, de «tempi» prudentes, cuajada de elongaciones no del todo justificadas, de arabescos elegantes, bien planificada, pero en la que está ausente ese sustrato expresionista conectado con lo que Robin Holloway llamaba la «onomatopeya de la pasión». En esta obra del músico bohemio nos sumergimos en la marea de los cantos populares del Wunderhorn. Lo sobrecogedor de los negros presentimientos, del más cerrado nihilismo –que alcanzaría el máximo nivel en la «Sexta»–, no desaparece, pese a las apariencias, en esa estructura limpia y transparente, tan vienesa. En todo caso, hemos de aplaudir algunos momentos muy bellos, como el mismo inicio de la composición, tan bien dibujado y aquilatado, en una singular voluta. La danza del segundo movimiento, con ese macabro efecto de la «scordatura» del primer violín, careció de crudeza y sarcasmo. Muy bellamente ligado el tercero, quizá tocado de un excesivo sentimentalismo, pero expuesto con las justas gradaciones de intensidad hasta llegar al pavoroso acorde de mi mayor. Estupenda la transición hacia los engañosos lieder del último tiempo. Los cantó con sentido y gracia Anna Lucia Richter, soprano lírico-ligera de indudable encanto y timbre algo falto de amónicos, que en la primera parte de la sesión había dado muestras de magnífica expresividad en «Des Knaben Wunderhorn», partitura programada con gran inteligencia en un concierto como el que comentamos. Su compañero fue el barítono lírico Florian Boesch, que cantó con mucha intención y pasó de lo efusivo y amable a lo dramático e irónico con facilidad. No es la suya una voz llena, especialmente timbrada, y abusa en exceso de un falsete opaco, pero es artista. Como en este caso lo fue, casi sin fisuras, Currentzis, en un acompañamiento cuajado de detalles de buen gusto y con prestación orquestal de primera. Al final se nos ofreció una danzable y machacona propina: la «GHB/Tanzagregat» de Marko Nikodijevic. Apuntemos, por último, otro detalle «original» de Currentzis: todos los músicos, excepto los chelistas, tocaron de pie la «Sinfonía». Quizá la moda prospere, sobre todo para violines y violas.