Cuando Dalí quiso "bautizar"a Lennon en Santiago
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En la bíblica Almería, pelada frente al mar como la vieja Galilea, John Lennon comenzó a quitarse la careta de la jactancia que solo hacía unos meses le había llevado a esgrimir que los Beatles eran «más populares que Jesucristo». Saben los místicos tanto como los réprobos, que a Dios (o a su idea) se llega por caminos de senderos que se bifurcan. Y no siempre es consciente uno de que en efecto lo está buscando. El progreso del peregrino de John Lennon podría arrancar perfectamente en aquel noviembre del 66 en que, aburrido, pesaroso y alejado de la turbamulta «beatlemaníaca», harto de LSD y marihuana hasta el punto de sentirse despersonalizado, comenzó a rasgar en un papel visiones de «un lugar donde nada es real y no hay nada de lo que preocuparse». El británico rememoraba con un halo mágico un jardín cercano a la casa suburbial de su infancia, Strawberry Field, que precisamente ahora la ciudad de Liverpool ha decidido abrir al público. De Almería y ese viaje a la patria del alma, que es la infancia, Lennon trajo una idea que ya no casaba con la eterna adolescencia de los primeros Fab Four. La aventura con el Maharishi en la India, a pesar de que a todas luces fueron estafados por aquel gurú sandunguero, demostraba hasta qué punto los chicos «más populares que Jesucristo» estaban necesitados de una mística que fuera más allá de sus egos colmatados. ¿Qué hubiera pasado si, en ese contexto en que Lennon, ya alejado de los Beatles, en eterna cruzada utópica por la paz mundial, el Lennon de «Imagine», rey y señor de los hippies, se hubiera encontrado frente a frente con el apóstol Santiago? Salvador Dalí tenía una idea precisa sobre ese encuentro: para el inclasificable artista, que trataba a Lennon desde los 60, él debía encabezar una gran peregrinación «hippie» en el Camino de Santiago. El escritor Antonio D. Olano, amigo de Dalí, puso palabras a aquella idea: «Si bien puse en órbita Santiago, jamás me moví del centro de lanzamiento para peregrinar hasta su sepulcro –señalaba Dalí–. Lo voy a hacer como es debido cuando me ponga al frente de al menos un centenar de hippies reconvertidos a la religión católica, apostólica y romana». Y añadía: «Mantengo contacto con John, que desea peregrinar». Esos contactos se mantuvieron hasta la violenta muerte del cantante en 1980. Dalí entendía que la querencia por la India de los «hippies» mostraba su manifiesta religiosidad: «Ellos dejan la droga porque no les da buen resultado para la salud. Están en plena meditación y se van a ver a sacerdotes a la India. Lo que no les gusta a los jóvenes son los sacerdotes actuales, vestidos de negro, los curas tradicionales». Él confiaba en devolverlos al redil apostólico y romano. A final de sus días, el hombre que renegaba de Dios, buscaba casar su música con el mensaje de los Evangelios: «Intentamos hacer contemporáneo el mensaje de Jesucristo». Aunque aquella peregrinación de «hippies» se antoja demasiado buena para ser cierta, lo que está claro es que Lennon hubiera encontrado provechoso el Camino de Santiago. Así lo cree su hermana, Julia Baird, que el año pasado realizó el Camino Inglés y, por cosas de la vida, se ha convertido en su imagen promocional: «Mi hermano John Lennon era un pensador y el Camino te hace pensar, te hace parar, ralentizar». Hubiera sido un buen desenlace para aquel peregrinaje espiritual que arrancó también en España, en Almería, terrosa y áspera como la vieja Galilea.