Cuando las mujeres se "liberaron"del sujetador
Descartar esa prenda a partir de Woodstock fue el grado cero de la modernidad y la libertad femenina
Descartar esa prenda a partir de Woodstock fue el grado cero de la modernidad y la libertad femenina
Como ustedes se imaginan, busco un icono de moda que estos días cumpla cincuenta años. Una imagen que condense seiscientas palabras. No podemos celebrar la chaqueta safari de YSL que dio la vuelta al mundo gracias a la estupenda fotografía, rifle a los hombros, de Veruschka von Lehndorff que firmó Franco Rubartelli. Fue una imagen del 68. Tampoco podemos celebrar, aunque en este caso mejor sería decir lamentar, el cierre de la casa Balenciaga. Otra imagen del 68. Estamos en el 69 y no hay una fetén. El primer recurso sería agarrarnos al clavo ardiendo del acontecimiento del año: el hombre pisa la Luna. Más allá de recordar que los relojes que marcaron la hora exacta eran Omega, hoy en la cesta Swatch, podríamos celebrar por enésima vez el estilo Courrèges, profundamente influido por esa metáfora del espacio que años después convirtió Kubrick en obra maestra con la «2001: Una odisea del espacio», plástico, blando y blanco.
Medio mundo estuvo pendiente de ese pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la Humanidad que quedó grabado en directo en el polvo de nuestro satélite, el otro medio preferiría viajes a los paraísos artificiales que tituló Baudelaire. La derecha siempre eufórica con las conquistas de la tecnología se enfrentaba a una izquierda empeñada en pedir una vez más lo imposible: «Peace and Love». Ese año, como ustedes habrán adivinado, se celebró no exactamente en Woodstock el legendario concierto de Woodstock. Miles de imágenes dieron cuenta de los tres días de agosto de drogas, sexo y rock and roll en las mejores voces del planeta, Jimi Hendrix, The Who, Santana, Joan Báez y Janis Jopling, entre otros muchos. En una de ellas, una mujer a hombros de su pareja, ambos en jeans, muestra entre inocente y provocadora su pecho desnudo. No era la única en aquella Babilonia festiva que había «olvidado» su sujetador como prueba inequívoca de lo estrechamente relacionados que están la moda y el sexo o, si ustedes lo prefieren, la moda y la moralidad. ¿Nos vestimos de lo que somos o de aquello en lo que creemos? Lo segundo.
El factor polémica
No era la primera vez que el movimiento feminista exhibía su desprecio por una prenda machista y patriarcal –eran las etiquetas propias de la época–, pero sí la definitiva. Pues la combinación moda y juventud desplazaba por primera y, quizá única vez, el histórico orden piramidal de la moda. Hubo quien sentenció que los jeans hicieron más por la abolición de las clases sociales en Inglaterra que toda la obra de Marx. Jóvenes en vaqueros, como se tradujo al español, que bebían, fumaban y hacían el amor sin necesidad de pasar por la vicaría. Y ahí está el sujetador, como la minifalda, los pantalones femeninos o el bikini, piezas paradigmáticas de los sesenta. Quitarse el sujetador, tanto sin camiseta como con camiseta, fue el grado cero de la modernidad, significaba que esa mujer era libre, libre al menos para acostarse con quien quisiese, algo por cierto inseparable del uso generalizado de la píldora anticonceptiva. Si la moda trajo el sexo o si fue al revés lo explica Walter Benjamin en su conocida advertencia: la moda, como el tigre, retrocede un paso antes de saltar dos. Después de tanta libertad y tanta promiscuidad, la moda, que es frívola, gracias a Dios, decidió que volviese el sujetador. Jean Paul Gaultier, Thierry Mugler, Dolce & Gabbana, Calvin Klein y Alexander McQueen se encargaron de ello.