Disney contra Disney
Meryl Streep divide a la industria de EE UU al acusar de «antisemita» y «misógino» al cineasta, al que da vida en una nueva película Tom Hanks
Aunque la percepción de un artista, pasados los años, recaiga en el valor de su obra, su proyección pública en vida condiciona el legado, al menos en los casos en los que éste se prodiga más allá de lo estrictamente artístico. Walt Disney fue uno de estos casos. Su trabajo al frente del que en la actualidad es un gigante de la producción de animación marcó un hito en la historia del cine y se convirtió en un referente artístico del siglo XX. Sin embargo, su implicación en cuestiones sociales y políticas de la época continúa siendo, más de cuatro décadas después de su muerte, objeto de controversia. La encargada de recordar cómo era Walt Disney en esta ocasión fue, hace pocos días, Meryl Streep. En la entrega de premios del National Board of Review (la asociación de críticos norteamericanos) que se celebró esta semana en Nueva York, la actriz arremetió contra el director y productor al acusarlo de «misógino, racista y antisemita».
La pertinencia de sus críticas vino dada por el galardón que Streep estaba encargada de entregar: era el de mejor intérprete protagonista a Emma Thompson por su interpretación de P. L. Travers, la creadora de Mary Poppins, en la película «Al encuentro de Mr. Banks». Tras definir a Thompson como «una maravillosa artista, prácticamente una santa», se despachó con el animador, al que criticó, entre otras cuestiones, por tratar de forma lamentable a las mujeres.
Una carta comprometedora
La actriz leyó un pasaje de una carta que Disney remitió a una que aspiraba a trabajar en su equipo, y que reza: «Las mujeres no realizan ningún tipo de trabajo creativo relacionado con la preparación de los dibujos para la pantalla, ya que esa tarea corresponde en su totalidad a hombres jóvenes». Después de las acusaciones de machista vinieron las relacionadas con su actitud racista; Streep estaba convencida de socavar el prestigio del animador. Resaltó su apoyo al lobby antisemita de Hollywood: «Sin ninguna duda, Walt Disney llevó la alegría a miles de millones de personas, pero tuvo inclinaciones racistas. Él formó y apoyó a un lobby industrial antisemita y fue, sin duda alguna, un misógino». La actriz vertió todas estas críticas a pesar de que uno de sus próximos trabajos es una superproducción musical de Disney, «Into the Woods», basada en los cuentos de los hermanos Grimm y en la que comparte protagonismo con Emily Blunt y Johnny Depp.
A Tom Hanks y al director John Lee Hancock toda esta polémica les ha encontrado inmersos en la presentación de «Al encuentro de Mr. Banks» (que se estrena el 31 de enero en España), una película en la que el actor da vida al mítico cineasta y que cuenta sus intentos durante años para que la escritora P. L. Travers (que encarna Emma Thompson, papel por el que está nominada a un Globo de Oro) le cediera los derechos de su novela «Mary Poppins» para llevarla a la gran pantalla. Walt Disney respondía así a una promesa que le había hecho a su hija, cuyo libro favorito era éste. El cineasta, con todo, encontró una oposición frontal de la escritora: no quería que su obra sirviera a los intereses de Hollywood. Sin embargo, a medida que las venta de ejemplares de la novela fue cayendo, P. L. Travers cambió de opinión y, finalmente, accedió a vender los derechos. La película acabó por convertirse en todo un éxito y un clásico de la factoría Disney.
Las reacciones a las palabras de Streep no han tardado en llegar. El Museo de la Familia de Walt Disney ha emitido un comunicado para defender la memoria de su fundador en el que recuerdan que la suya fue una de las primeras empresas en las que las mujeres accedieron a puestos antes exclusivos de hombres y, en este sentido, también citan un discurso de Disney de 1941: «Si una mujer puede hacer igual de bien un trabajo que un hombre, para mí valen lo mismo, y tienen derecho a esperar las mismas oportunidades de progreso. Además, creo que pueden aportar algo a este negocio que los hombres no son capaces de aportar». Sobre la acusación de antisemita, dicha organización recordó que realizó donaciones a organizaciones benéficas judías. Y añaden: «Walt Disney no era un santo. Walt era un ser humano que cometió errores y tuvo muchos altibajos a lo largo de su vida». El animador de Disney Floyd Norman también salió en su defensa al argumentar: «No era un hombre perfecto ni tampoco esperábamos que lo fuera. Igual que la mayoría de nosotros evolucionó a lo largo de su vida y reconoció que las mujeres podían competir con los hombres». Su biógrafo, Neal Gabler, insistió en que no era antisemita, aunque sí reconoce que su participación en la Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals, un grupo antisemita y anticomunista, condicionó para siempre su imagen.
Sin embargo, no es la primera vez que Walt Disney es tachado de ello. Premiado con 22 Oscar de un total de 59 nominaciones y otros cuatro galardones honoríficos, se ha argumentado que presentaba un estereotipo de los judíos como personas malvadas para lo que se suele poner como ejemplo cortometrajes suyos como «Los tres cerditos».
Testigo en la «caza de brujas»
Más adelante, durante los primeros años de la Guerra Fría, testificó ante el Comité de Actividades Antiamericanas, la denominada «caza de brujas», contra los antiguos empleados suyos Herbet K. Sorrell, David Hilberman y William Pomerance, a los que calificó de agitadores comunistas. Esta acusación provenía de los altercados que había tenido con las aspiraciones sindicales de su empresa: él se negaba a permitir la afiliación sindical de sus empleados, lo que terminó en 1941 en una huelga que dio al traste con la imagen idílica que se tenía de la compañía. También existe la sospecha de que Disney actuó como agente del FBI durante la primera década de los 40 y que en 1954 Hoover ordenó el ascenso del cineasta a «agente especial de contacto» y que, incluso, la propia agencia federal modificó guiones de algunas de sus películas. Sean ciertas o no estas afirmaciones, su figura, en un Hollywood en el que los judíos ejercen un poder importantísimo, no deja de ser, como poco, incómoda.
Un americano «perfecto» en Madrid
El estreno mundial de «El americano perfecto» (a la izda.) hizo subir el mercurio del termómetro del Teatro Real. Fue el 22 de enero de 2013 y era uno de los proyectos personales de Gerard Mortier, ya que con él quería celebrar los 75 años de Philip Glass, a quien encargó el libreto. La obra en la que se basaba es una biografía novelada centrada en los últimos años del más célebre empresario en la industria de la animación. El propio Glass se trasladó a Madrid para que todo saliera perfectamente. La compañía Disney siguió de cerca la gestación y desarrollo del proyecto. Sus tentáculos llegaron hasta la capital: baste recordar que para el cartel de la ópera se tuvo que recurrir a un sagaz montaje, pues de otra manera habría sido imposible pagar los derechos de autor que exigían desde EE UU. La acreditación de medios extranjeros se desbordó y la ópera puso de manifiesto que el creador del imperio de dibujos animados (a quien interpretó el barítono Christopher Purves) sigue despertando una enorme curiosidad.