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Don Mendo, reír es de inteligentes

Estamos celebrando el centenario del estreno de «La venganza de don Mendo», de Pedro Muñoz Seca. Tuvo lugar en Madrid en el Teatro de la Comedia, hoy sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la noche del 20 de diciembre de 1918

Pedro Muñoz Seca, autor de «La venganza de don Mendo», exhibe toda suerte de poses histriónicas en esta sesión de «fotomatón» de los años 20
Pedro Muñoz Seca, autor de «La venganza de don Mendo», exhibe toda suerte de poses histriónicas en esta sesión de «fotomatón» de los años 20larazon

Estamos celebrando el centenario del estreno de «La venganza de don Mendo», de Pedro Muñoz Seca. Tuvo lugar en Madrid en el Teatro de la Comedia, hoy sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la noche del 20 de diciembre de 1918.

¿Cómo se ha de celebrar el centenario del estreno de una gran obra de teatro? El sentido común nos dice que debería ser con una fabulosa representación teatral. Pues bien, el más común de los sentidos no habita en los escenarios españoles, y si afino un poco más, diría que no habita en los escenarios del teatro público en España. Estamos celebrando el centenario del estreno de «La venganza de don Mendo» de Pedro Muñoz Seca. Sucedió en Madrid en el Teatro de la Comedia, hoy sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la noche del 20 de diciembre de 1918. Fue un éxito rotundo. Desde entonces, la obra ha tenido gloriosos estrenos teatrales y cinematográficos, y ha estado a cargo de primerísimos intérpretes de nuestra escena. Y precisamente ahora, cien años después, «La venzanza de don Mendo» no podremos disfrutarla en su hábitat natural: el escenario.

Quedará para la historia la magnífica edición que acaba de publicar Reino de Cordelia, cuyo texto ha sido fijado por Luis Alberto de Cuenca para esta edición, con ilustraciones de Juan Antonio Fernández, Fer. Así las próximas generaciones podrán seguir disfrutando de la dimensión literaria de esta pieza, que en palabras de Luis Alberto de Cuenca, es «un auténtico banquete del humor, del talento y del delirio versificado». Pero estamos hablando de teatro. Y el teatro solo alcanza su plenitud cuando ve la luz del escenario. La representación teatral es efímera, y queda en la vivencia de los que participaron de esa ceremonia. El texto permance por los siglos de los siglos. Siempre dispuesto a que un director de escena lo despegue de la letra impresa y lo convierta en representación. ¿Qué nos pasa a las gentes del teatro con el teatro español? Esta pregunta también nos la hicimos con Cervantes en su 400 aniversario, con Buero Vallejo y su centenario, e incluso con la retirada de los nombres de Aub y Arrabal de las puertas de sus teatros. ¿Somos nosotros los únicos responsables?

¿O también lo son nuestros políticos? Aunque siempre hay alguno dispuesto a darse un garbeo, en cuanto puede, por tierras mexicanas para hablar del dolor que siente por el exilio español. Cosas de España. Posiblemente ante tanto dislate, Pedro Muñoz Seca con su fino humor gaditano, siendo conocedor del alma de este pueblo y habiéndosele negado su presencia en los escenarios, se ha colado en el mismísimo Senado. Ahí quedará para la historia de la Cámara, en su acta del día 13 de diciembre de 2018, la brillante interpretación de Don Mendo, a dos voces, entre un diputado de Podemos y uno del Partido Popular, sin olvidarnos de la Presidenta de la Comisión, que es quien terciaba en el debate y propició la representación. Esto es un auténtico milagro. ¡Viva España y la calle del Barquillo, que es mi patria chica!, que diría el gran Francisco Nieva: ¡Dos españoles, de signos políticos tan opuestos, se saben de memoria los versos de Don Pedro! ¿Alguien pone en duda que esta obra está vivita y coleando? Esto no lo supera ni el Tenorio de Zorrilla.

No quiero terminar esta reflexión sin compartir con los lectores un sueño: soñé que estaba en el Teatro Español. Era 20 de diciembre y en la cartelera se anunciaba un programa doble: «La venganza de Don Mendo», de Muñoz Seca, y «El maleficio de la mariposa», de Lorca. ¿Es posible soñar sin tener alas? Quizá de este sueño despertemos, «riendo locamente» con Mendo: ¡Ja, ja,ja, ja!