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Marta Robles

“El afán de contar la verdad no va a morir nunca”

La periodista y escritora Berna González Harbour vuelve a las librerías con la cuarta entrega de las aventuras de la comisaria María Ruiz en «El sueño de la razón», en la que la escritora ha añadido la influencia de la Historia.

Berna González Harbour / Foto: Gonzalo Pérez
Berna González Harbour / Foto: Gonzalo Pérezlarazon

La periodista y escritora Berna González Harbour vuelve a las librerías con la cuarta entrega de las aventuras de la comisaria María Ruiz en «El sueño de la razón», en la que la escritora ha añadido la influencia de la Historia.

Berna González Harbour se debate, sin remedio, entre la literatura y el periodismo. No abandona el segundo ni cuando se zambulle en cuerpo y alma en la primera y tal vez viceversa. Pero en la cuarta entrega de las aventuras de la comisaria María Ruiz, «El sueño de la razón» (Destino), la escritora ha querido dar un paso más allá y a la estructura siempre impecable de sus novelas policiacas ha añadido la poderosa influencia de la historia. La primera pista para descubrir al personaje que pinta de negro la trama va en el propio título de la novela.

–¿Ese título incompleto de un cuadro de Goya que cobija su novela, fue el germen de la historia?

–La historia tiene un arranque muy complejo y dividido en muchos momentos e imágenes distintas. Y «El sueño de la razón» surgió más o menos a la mitad, cuando entra el grabado de Goya de ese título y me doy cuenta de que de eso va la novela. Va de qué ocurre cuando la razón duerme, que es eso: se producen monstruos. Si aíslas a los monstruos te queda un lado lírico que es que sueñas con la razón. Que ojalá la razón nos acompañe. Me pareció apropiado usar una referencia de Goya muy explícita, pero sugerente y con ese doble sentido.

–Goya camina entre los renglones del relato, pero parece que usted ha intentado dejar la vocación histórica contenida ¿es así?

Exacto. Yo creo que Goya es un personaje muy enigmático del que sabemos muy poco en el fondo. Nos dejó sus cuadros, sus grabados y dibujos –que eran privados, que no estaban hechos para la venta–m pero realmente el legado son solo sus cartas a Zapater, a su amigo de la infancia, y una lección en la academia de San Fernando. Todo lo demás es leyenda. Y se ha escrito y deducido muchísimo a partir de su obra, pero es un personaje al que no se le ha dado la importancia que yo creo que requiere. Sorolla tiene un museo en Madrid, que era su casa, Picasso en Málaga, Van Gogh o Rembrandt los tienen... Y Charles Dickens o incluso Sherlock Holmes, que no existió. Sin embargo parece que en España nos cuesta homenajear a un genio como Goya como merece.

–¿Cuánto ha aprendido la autora del pintor para escribir la novela y cuánto aprenderá la comisaria Ruiz y el propio lector?

La comisaria, cuando entra en este asunto no sabe nada de Goya, más lo que podría saber cualquier ciudadano y tiene que ir aproximándose a la obra y al conocimiento. Yo como autora sé más, porque he tenido que empaparme y saber 100 para contar 1 Tienes que ir dosificando la información en base a lo que va demandando la historia, para que resulte creíble. No lo sería que la comisaria fuera una experta en Goya. Va teniendo que aprender a medida que transcurre el caso. Y yo como autora también he ido aprendiendo mientras hacía este libro. Es una figura que me apasiona, he leído montones de libros, he pisado el museo del Prado, la Academia de San Fernando, otros museos... Ha sido una inmersión obsesiva y feliz.

–Además, ha recorrido escenarios goyescos y los bajos fondos madrileños en bicicleta, ¿no?

Yo hago mucha bici por Madrid y quería retratar toda esta zona que ahora se ha recuperado con el Madrid Río, pero también poner el foco sobre las casas okupas o incluso los subterráneos donde vive gente sin hogar que ha salido del sistema por alguna razón. Gente que es pobre y está abandonada. Un poco como el propio Goya, que retrató el Madrid fulgurante que hizo para los tapices cuando España quería abrazar la ilustración y estaba Carlos III e incluso Carlos IV y luego el Madrid oscuro de las pinturas negras, ya con Fernando VII y el absolutismo regresado. Y yo creo que Madrid tiene esos contrastes de luminosidad y oscuridad.

–En ese Madrid que contiene multitudes distintas, sobresale un personaje muy tierno, un adolescente perdido...

La comisaria lo ha adoptado porque es un joven de 15 años que no se sabe por qué vive en una casa okupa y es un antisistema que va descalzo, no gasta y cree en la vida ajena al capitalismo y a la familia. Es un personaje que algún periodista ha descrito como “un ángel adolescente” porque dentro de su autenticidad él ve a la comisaria –que aquí no lo es, porque está fuera de la policía- como alguien que buscar la verdad y la va a ayudar, a pesar de que haya sido policía. Y va a ser clave. Esa pareja que forma con este okupa despierta en ella el instinto maternal del hijo que no ha tenido.

–También aparece un clásico en las historias de la comisaria Ruiz, Luna, el periodista, desde quien la autora parece hacer una reflexión sobre la profesión en estos tiempos de poco contraste y mucha «fake news» ¿es así?

Hay compañeros que me censuran que critico mucho al periodismo y mi fe es infinita; pero al igual que en una novela ponemos de vuelta y media todo el mundo político, empresarial, la iglesia o lo que se ponga por delante, también cabe el periodismo. Yo tengo que ser autocrítica con mi universo y es cierto que está desafiado y zarandeado por muchísimos peligros. Las fake news , no buscar las fuentes correctas...; pero frente a Luna está Nora que es la nueva periodista, digamos web digital, que consigue cosas y logra publicarlas aunque nadie le pague por ello. Por eso creo que el afán de contar la verdad no va a morir nunca. Soy una convencida de lo saludable que está el periodismo. Otra cosa es el negocio, pero la profesión va a ser infinita.

–Volviendo a la propia novela y al arranque, es sorprendente y en él, desde el primer instante aparece escondido Goya, a través de su cuadro del perro hundido a la mitad.

El perro hundido que es un perro que uno nunca acaba de saber a dónde está mirando, que posiblemente mira la propia causa de su muerte... Es uno de los grandes enigmas de Goya. En realidad en esta novela hay un viaje al pasado para entender el presente. El villano de esta historia, además, viaja al pasado y tiene una obsesión con ese pasado para actuar en el presente.

–¿Y ahí esta presente esa creación/autodestrucción tan de Goya?

Desde luego. Y la novela va de eso.