El doblete de Concha Jerez
Por un momento hemos tenido la sensación de experimentar un «déjà vu»: la misma hora, el mismo teléfono, la misma interlocutora. Hace dos años felicitábamos a Concha Jerez por haber sido galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas. Ayer, justo otros tantos después, lo volvíamos a hacer por que era distinguida con el máximo galardón de las artes, el Velázquez. En aquella ocasión la pillamos entre una llamada y otra y otra. Hace 24 horas la dejamos que subiera tranquilamente en el ascensor, colocara la compra que llevaba en sus bolsas e hiciera «una pausa valorativa para nutrirme», como dice al tiempo que ríe a carcajadas. El anterior galardón le llegó trabajando en Artissima, una feria de Turín. Ayer apenas pudo brindar con Fernando Baena, con quien prepara un libro para el Centro Atlántico de Arte Moderno mientras recibía una felicitación y agradecía la siguiente que le llegaba. «Está demasiado cerca del anterior. No creo que haya hecho yo demasiados méritos para tanto. Lo que me ilusiona es que me lo ha otorgado un jurado de profesionales extraordinarios», comenta con un punto de orgullo. El dinero que ganó en 2015 quería invertirlo en comprar tiempo. ¿Cien mil euros le darán para comprar más horas y tener más minutos? «Sí, sigo pensando lo mismo, que necesito tiempo. Fíjate que con el importe del anterior tapé agujeros, aunque tendré que tener muy en cuenta lo que se va a llevar Hacienda...».
Levantar la voz
Es una de las grandes del arte conceptual. Nació en Gran Canaria en 1941, lo que la sitúa en el grupo de viaje de Esther Ferrer y Valcárcel Medina (y de tantos otros), anteriores premios Velázquez. En los sesenta y setenta cuando en España crear era casi derramar lágrimas (podemos eliminar el casi), ella decidió apostar por su arte. «Nuestra voz se alzó para que quienes decían que aquí solamente se hacía pintura se dieran cuenta de que existíamos». Algunas galerías les apoyaron y poco a poco se fueron abriendo camino. ¿Se trabajaba mejor contra la dictadura? «No, contra no se trabaja mejor. El trabajo del artista trasciende todo eso», responde escueta. Puede que en aquella época se sintieran poco comprendidos, pero sus trabajos prendieron la mecha en época de aletargamiento y de unas primeras aperturas que llevaron su nombre y el de una pléyade de creadores que lo jugaron todo. «El arte debe de estar cerca del público para que vea que existen otras vías de conocimiento», repite.
Otra cosa que tiene meridianamente clara: que la cultura, realidad aunque nos pese como una losa, no actúa ni hoy ni aquí como un aglutinante: «Ojalá lo fuera así porque es muy importante el lugar que ocupa en un país. Pero yo me pregunto, ¿cuáles son hoy los modelos sociales españoles? Los futbolistas, presentadores, actrices... Ni siquiera en esta lista estaría una Nuria Espert. Y eso quiere decir que algo falla porque en un país lo que tiene que ser importante es la cultura, pues es lo que la construye y vertebra. En España no está bien valorada», comenta. ¿Y el arte? Hemos tocado en hueso, de nuevo: «Es muy bueno, lo es, por supuesto que sí, pero tiene escasa visibilidad. Y es por una razón bastante sencilla: porque no se apoya, ni las instituciones, ni los políticos lo hacen. Cuando voy a ferias de arte por Europa veo que en Francia, por ejemplo, sí que se ayuda a los creadores y se compran sus obras. Aquí nunca ha sucedido y cada vez pasa menos», explica, y pone su ejemplo. Ella está ahora mismo en una exposición de arte en Austria, a la que ha viajado ya tres veces «y todos los gastos han corrido a cargo del Gobierno del país. Ahora, te diré que aquí ningún medio, salvo el programa ‘‘Metrópoli’’, se ha hecho eco de ello. No se nos echa una mano. Velázquez, Picasso, Goya, Dalí... ellos son una marca distintiva de nuestra creación», asegura.
De Cataluña habla largamente. Le entristece y le preocupa «que no sepamos dar pasos hacia la concordia. ¿No vamos a ser capaces de sentarnos y de hablar?», pregunta. «A mi, la gente que primero me apoyó en mi trabajo era de Cataluña, y te hablo de los 70 y lo 80. El sector artístico estaba y está muy preparado. Somos un país y tenemos que entendernos y dialogar y desde algunos medios de comunicación veo que se está intentando decir lo que no es. Yo pensé que nunca llegaría a ver esto, que aquí estas cosas no iban a ocurrir. Y mira. Quizá si se hubiera optado por una opción federalista... Es necesario tener concordia y no perderla, pero aquí todo lo teñimos de una carga tan dramática». Y mientras sigue atendiendo el teléfono piensa en sus nuevos proyectos, «que los tengo siempre y no me faltan, aunque los futuros no me atrevo a contarlos aún».
Influencia generacional
Cuenta Jerez con una trayectoria que abarca cuarenta años de actividad artística. Pertenece a la primera generación que en España se adscribe al arte conceptual en diálogo con la producción Fluxus y con el grupo español ZAJ, donde militaba su querido Juan Hidalgo, para el que hace dos años ya reivindicaba un premio Velázquez. El jurado ha distinguido al artista con el galardón «por el rigor y compromiso de sus arriesgados planteamientos estéticos, desarrollados durante más de cinco décadas tanto en España como en el contexto internacional, así como por el carácter innovador de sus propuestas. También es sobresaliente su influencia en varias generaciones de creadores, su vocación docente y su compromiso con la comunidad artística».