El infierno de Normandía, en once fotogramas
Un mal revelado dio al traste con los carretes
Si una imagen vale más que mil palabras, John G. Morris ha leído más que nadie en la historia. Por la mesa de luz de este editor gráfico han pasado los negativos de los mejores fotógrafos del siglo XX: Capa, Cartier-Bresson, Elliot Erwitt, Eugene Smith, Lewis Hine, Eve Arnold, Dennis Stock, Ernst Haas... infinitos. Son los gajes de haber trabajado al frente de la edición gráfica de colosos del periodismo como «Life, Magnum», «The Washington Post», «The New York Times» o «National Geographic». Más de medio siglo ejerciendo de «voyeur de voyeurs». Viviendo la Historia a través de los ojos y los objetivos de otros. Ahora La Fábrica edita en España sus memorias, un manual indispensable para los amantes del fotoperiodismo en el que estamos invitados a un viaje en el tiempo que nos llevará por más de cincuenta años de historia con una única misión: «¡Conseguir la foto!». Morris no defrauda ni se anda por las ramas, y en el primer capítulo nos cuenta lo que pasó con las fotos de Capa del desembarco de Normandía. Por entonces Morris estaba al mando de la oficina de «Life» en Londres. Mandó a cuatro fotógrafos a cubrir el asalto aliado. Capa fue el único que volvió con las imágenes de aquel infierno, pero un joven técnico de laboratorio, Dennis Banks, las derritió en el armario de secado. «La acción se encuentra en los de 35 mm», garabateó Capa en un papel junto con los carretes. Pero las exigencias de Morris para tener las instantáneas a tiempo destrozaron los nervios del encargado del revelado. De los cuatro carretes, tres eran inservibles, únicamente 11 fotogramas se salvaban del último. Movidas, granulosas, oscuras... serían «las fotografías de guerra más espectaculares de la historia» y el único recuerdo del Día D.