«El mago»: Cambiar la realidad... ¿o mejor falsearla?
Autor y director: Juan Mayorga. Intérpretes: José Luis García Pérez, Tomás Pozzi, María Galiana, Clara Sanchis... Teatro Valle-Inclán. Madrid. Hasta el 30 de diciembre.
Con cierto aroma a surrealismo o a teatro del absurdo y con un plantel de buenos y conocidos actores, se desarrolla esta extraña comedia de Juan Mayorga, dirigida por él mismo, sobre una mujer que, después de haber sido hipnotizada en un espectáculo de magia, regresa a casa con su familia sin haber recuperado, al menos aparentemente, su estado normal de conciencia. Como ocurre en muchos de sus textos, el autor va urdiendo la trama no tanto para favorecer y justificar el desarrollo dramático de los personajes a título individual como para iniciar, en compañía del espectador, un recorrido racional desde una anécdota particular hacia la reveladora abstracción que la contiene.
En cierto modo, tiende a metaforizar cualquier realidad que propone en sus argumentos en virtud de las interrogantes –siempre agudas, complejas y pertinentes– que emanan de su sorprendente lucidez y su inagotable curiosidad. Esa ambición de fondo hace que la conquista del objetivo sea más complicada en su teatro que en el de muchos otros autores. Intelectualmente, Mayorga se coloca el listón a una altura a la que ni siquiera él –no digamos ya el resto de los mortales– tiene la seguridad de llegar.
Por eso, el recorrido que ha de hacer el espectador acompañándolo se puede tornar a veces un poco escabroso, oscuro o aburrido. Y algo de eso ocurre en «El Mago». La castración de deseos y posibilidades que impone cualquier orden social en el ser humano; la dificultad que este tiene para modificar ese orden y para operar cambios en un mundo que, paradójicamente, sí es cambiante; o la inseguridad que, por otra parte, generan siempre esos cambios, puesto que implican abandonar una realidad potencial que nunca sabremos si sería más satisfactoria, son algunas de las certeras reflexiones que se adivinan en «El Mago»; pero no todas las puertas se abren con facilidad en la función para llegar hasta ellas ni están todas las salas bien acondicionadas para instalarse uno cómodamente a saborearlas y digerirlas.
LO MEJOR
En el teatro de Juan Mayorga siempre hay bastante sobre lo que pensar
LO PEOR
La acción se enrosca en las mismas ideas y acaba siendo algo monótona