El #MeToo masculino: los actores, contra el cuerpo 10
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«Los hombres se acuestan con Gilda y se levantan con Rita Hayworth», decía Margarita Cansinos, la más real de las tres. Con Ava Gardner ni siquiera se levantaban: el segundo paso era ir directamente a contarlo. Y luego está Hedy Lamarr, a la que nunca permitieron que un invento tan revolucionario y tan impropio de una «star» como el salto de frecuencia le arruinara una cara bonita. La mujer en Hollywood siempre ha valido lo que diera de sí su capacidad de abstracción. Eran la Belleza o la Elegancia o la Perdición. Ellos, en cambio, admitían un mayor ancho de banda: de los feos carismáticos (Bogart, Mitchum...) a los peligrosos efebos (Dean) y los tipos que podían ser tu vecino de al lado (Stewart) sin perder un ápice de enjundia cinematográfica. En general, ellas eran guapas y ellos lo que quisieran. Pero a medida que Hollywood iba (¡horror de concepto!) «tomando conciencia», ellas iban ganando terreno hacia la naturalidad (fealdad, kilos de más, rimmel corrido, zapato bajo...) o la inversión de roles (las capitanas Marvel, las mujeres maravillas, las chicas Disney que no esperan en el zaguán...), mientras que, inadvertidamente, aquellos feos carismáticos, tipos duros de rostros marcados o desgarbados galanes de cuerpo mullidito, convergían en el fenotipo básico de la Meca del Cine: el joven barbilampiño y rubicundo, mazado hasta las trancas o al menos firmemente esculpido, estratégicamente depilado, cuyo encanto reside en un buen posado en bañador antes que en una frase lapidaria. Pues bien, llegados a este punto del #MeToo en el que, empoderadas ellas y desnaturalizados ellos, el nuevo equilibrio de poder parecía establecido, los hombres de la industria, tan encorsetados como pin ups de antaño, empiezan tímidamente a levantar la mano: qué pasa con nosotros, cuándo podremos bajarnos de nuestro tacón de aguja y despertar con legañas. Lo revela un reportaje del británico «The Times», que recopila declaraciones recientes de estrellas de Hollywood mostrando su disconformidad con el molde que se ha establecido, con las presiones por la perfección: «Es una imagen física muy poco realista –opina Richard Madden–. Me encuentro con actores amigos después de haber estado un montón de tiempo casi sin comer, yendo al gimnasio dos veces al día, etc, y nos miramos unos a otros en plan: estamos cayendo justo en la misma mierda a la que nos enfrentábamos». Hasta Thor, lo más macizo que se estila en el universo Marvel y más allá, protesta con la boca chica: «Empieza a ser un coñazo», asume Chris Hemsworth, tensar músculo, sacar tableta, día sí día también. Lo dice en «Men’s Health», eso sí. Quizás el año que viene, ahora que Hollywood le ha cogido el gusto al «timing» del «hashtag», sea el de la «resignificación» del hombre, el empoderamiento de los chicos-objeto. Y creíamos haberlo visto todo.