El milagro de Arcade Fire
El grupo canadiense presenta «Everything Now» en Madrid y Barcelona
El grupo canadiense presenta «Everything Now» en Madrid y Barcelona.
Arcade Fire lleva más de quince años en activo y aún mantiene intacta su integridad artística a pesar de llenar estadios. Un verdadero milagro. Si los canadienses hubieran seguido los pasos de The Police, de U2 o de Coldplay, a estas alturas de la jugada ya habrían vendido su alma al diablo y tendrían sonando en la radio un «Every Breath You Take», un «With Or Without You» o un «Viva la vida». Pero no es el caso. Es más, esa integridad ha estado siempre equilibrada con una pegada comercial y un amor por las canciones bien acabadas sin parangón en el pop-rock actual; habría que viajar a los tiempos mozos de New Order, Talking Heads o a los Fleetwood Mac de «Tusk» para ver algo similar. Vamos, que los de Montreal tampoco se han perdido por los territorios vacuos de la experimentación de masas: los Radiohead del fallido «In Rainbows», banda con la que se les compara de forma errónea.
Triunfo e independencia
¿Cuál es el secreto de Arcade Fire para seguir siendo relevantes, envejecer y crecer con dignidad y nervio, no perder el oremus en lo creativo y seguir llenando grandes recintos (algo que harán en breve en Madrid y Barcelona)? Esa pregunta, que también sirve para definir el sueño húmedo de cualquier grupo de rock desde que el género inició su dominación mundial de la cultura allá por los años cincuenta del siglo pasado, el de triunfar a lo grande y al mismo tiempo mantener la independencia y el riesgo, se responde con «Everything Now», el último disco del sexteto quebequés. Editado hace poco menos de un año y en esencia su álbum más pop en respuesta a la densidad y exigencia de su trabajo anterior, «Reflektor» –un disco doble que aunaba singles epidérmicos con aventuras sonoras más arriesgadas–, «Everything Now» se abre con un tema homónimo que, en el momento de su estreno, se convirtió en trending topic mundial en Twitter debido a unos arreglos que recordaban al Dancing Queen de ABBA. Ahora bien, detrás de su apariencia de canción pop para todos los públicos y de su melodía tarareable a la primera escucha, está llena de elementos retorcidos: arreglos de cuerda disonantes, armonías vocales esquizofrénicas y una letra que produce risas nerviosas sobre el exceso de oferta cultural en el presente, la incomunicación en un mundo en apariencia ultraconectado gracias a las nuevas tecnologías y la acumulación compulsiva de objetos que no necesitamos (ese todo ahora al que hace referencia el título y una idea, la de la deshumanización de la sociedad, que se repite en más cortes del álbum; las oscuras «Signs Of Life», «Put Your Money On Me», «Good Good Damn»). La quintaesencia y el secreto de Arcade Fire para no perder el genio creativo se vertebra en eso: temas coreables con un envoltorio recreativo que funcionan como dardos envenenados. El corpus artístico de la banda reflexiona sobre los usos y abusos de la sociedad y también los confronta. Lo hace con cortes que se pueden cantar y bailar mientras se piensan, de ahí su relevancia como formación de rock que les convierte en un rara avis del mainstream. Son como los The Clash de «London Calling» y «Sandinista!», y como los ingleses, aúnan con naturalidad compromiso, fiesta y exigencia artística.
En la gira de presentación de Neon Bible, su segundo disco, Arcade Fire aparecían en el escenario con banderas de colores y con sus instrumentos cargados en las espaldas cual fusiles. La imagen era la de una especie de ejército musical de fantasía. Y en su nuevo tour, el Infinite Content (título de una de las canciones del álbum), el escenario se coloca en el centro de la pista para que el público lo rodee. Y no solo eso, ya que la puesta en escena a ratos simula un ring de boxeo. Para los canadienses, la música es una celebración colectiva y un campo de batalla emocional, y por esa razón su hábitat es el directo. En los tiempos del culto desmedido a la individualidad y del acceso a un mundo infinito de posibilidades con tan solo un click desde la sala de estar de casa, ellos proponen misas paganas y catarsis emocionales multitudinarias. Y lo hacen sin caer en el conformismo y mesianismo de U2, Coldplay, The Killers o Imagine Dragons. ¿Cómo lo consiguen? Pues ese es otro truco de magia de la banda liderada por el matrimonio formado por Win Butler y Régine Chassagne, la fuerza creativa y motriz del sexteto. Arcade Fire subliman la épica y los lugares comunes del rock de estadios gracias a un ramalazo punk que, a ratos, convierte sus conciertos en experiencias únicas e imprevisibles.