El Louvre, con el agua al cuello
La crecida del Sena y las inundaciones recientes en París obligan a los responsables del museo a recurrir a un plan de emergencia para poner a salvo del agua las piezas de las salas inferiores
La crecida del Sena y las inundaciones recientes en París obligan a los responsables del museo a recurrir a un plan de emergencia para poner a salvo del agua las piezas de las salas inferiores
Las recientes lluvias han obligado a evacuar las salas inferiores del Louvre de París. La imprevista crecida del Sena ha llevado a la dirección de esta institución a rescatar del cajón un plan de emergencia para que el agua no estropee las obras que el museo custodia en esos espacios. No es la primera vez que el río se desborda. En el pasado ya lo hizo. En concreto en el año 1982. Los geógrafos y expertos hidrográficos han advertido de los riesgos. Si el caudal aumentara más de seis metros, los sótanos y las plantas subterráneas de la célebre pinacoteca, que también ejerce la función de museo arqueológico, como demuestran sus fondos egipcios, etruscos y romanos, entre otros, quedarían afectados por el desbordamiento.
En la actualidad, el agua del Sena ha subido alrededor de cinco metros, una contigencia que ayer llevó a los responsables a suspender las visitas antes de la hora normal de cierre para prevenir incidentes y ponerse a trabajar en un plan de emergencia. A primera hora de la tarde, los conservadores se reunieron y comenzaron a estudiar cómo había que proceder para trasladar todos los cuadros que podían verse afectados a un lugar seguro. Para llevar a cabo este trabajo con rapidez, y con suficiente gente para que las telas no sufran ningún daño durante estas horas cruciales, pidieron ayuda a voluntarios externos (por supuesto, no tardaron en salir infinidad de espontáneos en twitter ofreciéndose para esta tarea). Unos cálculos aproximados indican que los responsables requerirían cerca de 500 personas para concluir esta operación en el plazo de apenas tres días
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- Medios de emergencia
Esta no es la primera vez que la ciudad de la luz se ha visto afectada por las inundaciones. Uno de los más trágicos recuerdos de la capital francesa fue la crecida del Sena de 1910, un suceso que ha dejado huella en la memoria de los franceses por los daños que produjo y el despliegue de medios de emergencia que provocó (entre otras muchas cosas, se inundó toda la red de metro con el caos que conllevó en ese momento). En la actualidad, los hidrólogos calculan que las posibilidades de que se produzca de nuevo un hecho como aquel ( y de semejante importancia) ha quedado reducido a apenas a un uno por ciento a lo largo de un año. Una cifra insignificante, pero que, de producirse, supondría un gran riesgo para la población y, por supuesto, para los museos que existen en la urbe (el Museo d’Orsay ya está en alerta y, de momento, hoy no va a abrir, aunque, antes del cierre de esta edición, no se había procedido a desalojar ninguna de sus galerías; la biblioteca nacional de este país ha adoptado la misma medida, al igual que el museo naval de Arsenal). Según la prensa francesa, si se repitieran las mismas circunstancias que castigaron a París a comienzos del siglo XX, alrededor de 800.000 personas se verían afectadas y varios millones se quedarían sin electricidad.
La Policía de París ya alertó al museo en 2002 sobre su exposición ante esta clase de accidentes. El motivo es que cerca del 70 por ciento de sus espacios están situados en zonas de riesgo, de ser vulnerables a una posible inundación. Sería un área de unos 8.600 m2, justo donde se conservan entre 220.000 y 250.000 obras. Según los medios galos, el Louvre cuenta con muy poco tiempo para este desalojo. Si el Sena alcanzara los 31 metros en el puente de Austerlitz, el museo apenas contaría con unas 72 horas para proceder a vaciar estas estancias. Un tiempo, para algunos, insuficiente para poner a salvo todos los tesoros que alberga. De hecho, los ejercicios realizados por el museo como parte del Plan de Prevención de Riesgos de Inundación (PPRI) evidencian que el Louvre no puede evacuar todas las operaciones previstas en este reducido plazo de tiempo. El pasado mes de marzo, el museo dedicó una jornada entera a llevar a cabo un simulacro que reproducía estas mismas condiciones, pero no en todas sus salas, únicamene en el departamento dedicado a arte islámico, cuyas instalaciones se encuentran precisamente en el subsuelo y que ofrecían un lugar adecuado para esta clase de entranimiento.
- Una nueva oportunidad
Para evitar estos incidentes, los responsables del museo ya habían tomado una decisión radical: trasladar las colecciones que el Louvre mantiene en reserva y el que tiene disperso por diferentes lugares (hay que recordar que esta institución cede en préstamo unas 2.000 obras de arte cada año), a un almacén seguro, alejado de París y de los peligros que supone un desbordamiento en una ciudad, cuyo subsuelo ha sido removido por las obras que requieren las diversas infraestructuras del metro (uno de los más extensos y ramificados del mundo) y las construcciones urbanísticas. El objetivo sería trasladar toda esta inmensa herencia artística a unas instalaciones situadas en la comunidad de Lens-Lievin, en la villa de Liévin. Allí se ha proyectado un edificio nuevo que han diseñado los arquitectos Richard Rogers y Graham Stirk, responsables de una de las alas del British Museum, y que cuenta con un presupuesto de 60 millones de euros. Esta «sucursal» del Louvre estaría situada a unas dos horas y media de la capital francesa y muy cerca de la frontera de Bélgica. Allí guardarían las 250.000 piezas que ahora mismo están en el Louvre. Se supone que esta ampliación del museo traerá beneficios añadidos, como la oportunidad para los expertos en arte de analizar y examinar con cuidado esta ingente suma de obras de arte en las mejores condiciones y en interrelación con otros lienzos y piezas que ayudan a entender su propio contexto. Pero no han sido uno ni dos restauradores del Louvre los que han manifestado ya su desacuerdo y se han opuesto a esta medida.
Mientras todo este plan se pone en marcha, las esperanzas de que las condiciones metereológicas se relajen en las próximas y cruciales horas parecen disminuir. De hecho, los partes del tiempo que se ofrecen no son demasiado optimistas a este respecto. Todo parece indicar que las precipitaciones aún seguirán, algo que traerá una consecuencia clara: que el cauce del Sena irá lentamente aumentando ante la desesperación de los franceses. París, de hecho, ya está afectada por este imprevisto cambio climatológico: muchas calles están cortadas, el tráfico se ha convertido en un infierno y las caravanas de coches se eternizan.
Si hay un precedente dramático de lo que puede pasar en París por las lluvias torrenciales es el célebre «alluvione» de 1966 en Florencia. Tras 18 horas initerrumpidas cayendo agua del cielo, el 4 de noviembre, el Arno rompió las defensas y anegó toda la ciudad. 32 personas murieron en la provincia y los daños patrimoniales fueron enormes. Se calcula que 4 millones de libros y 14.000 obras de arte se vieron afectadas. En la iglesia de Santa Croce una joya de Cimabue, el «Crocefisso», quedó destrozada y el agua dañó la famosa puerta de Ghiberti en el Batipsterio del Duomo. Los Uffizi no se vieron libres de la riada. La habitación donde se conservaban negativos fotográficos fue la más afectada, pero numerosas obras maestras del arte se salvaron por los pelos o necesitaron restauración. Tras el día 4, multitud de voluntarios (en la imagen) de todo el mundo llegaron a la ciudad para extraer del fango el rico patrimonio afectado. También famosos como el actor Richard Burton se sumaron a los esfuerzos. Aquellos operarios ocasionales, locales y foráneos, fueron bautizados como «los ángeles del fango».