El Prado replica el gabinete privado de Fernando VII
Se trata de una de las salas más singulares del museo, creada en 1928 como galería iconográfica de la Casa de Borbón y lugar de descanso del Rey, quien incluso mandó a instalar un retrete
Se trata de una de las salas más singulares del museo, creada en 1928 como galería iconográfica de la Casa de Borbón y lugar de descanso del Rey, quien incluso mandó a instalar un retrete
La sala, de apenas 11 por 9 metros, parece incluso más pequeña por la cantidad de retratos y bodegones superpuestos en varias alturas que cubren las paredes pintadas de rojo cereza. El tono es el mismo del de los muebles que a partir de 1828 decoraron este espacio del Museo del Prado reservado para Fernando VII y su familia. Con motivo de las celebraciones de su bicentenario, la pinacoteca ha intentado reproducir con la mayor fidelidad posible el estado original de esta sala, una de las más desconocidas del museo, de la que no se ha podido si quiera determinar exactamente cuándo se decidió crear.
Antes de traspasar el arco de la entrada, llama la atención inmediatamente el retrato de María Isabel de Braganza realizado por Bernardo López Piquer en 1829. La imagen de la segunda esposa de Fernando VII, ataviada con un vestido rojo con detalles bordados en dorado, ocupa un lugar privilegiado en la sala entre los dos balcones que ofrecen vistas al Jardín Botánico.
La reina de origen portugués, amante de las artes, habría impulsado al monarca a convertir el edificio de Juan de Villanueva en un museo. Por ello, en el retrato, realizado después de su muerte a partir de un busto de Vicente López, padre del artista, María Isabel señala con la mano izquierda el edificio que se ve por una ventana y, con la derecha, unos planos del mismo extendidos sobre un velador.
Además de ser una imagen referencial del museo desde el siglo XIX, en el contexto de la actual exposición tiene especial importancia ya que fue el primer cuadro encargado especialmente para dicho espacio, según se ha podido confirmar gracias a las facturas de la época que se conservan. Además, el retrato vincula por primera vez a María Isabel de Braganza con la historia fundacional de la institución.
En efecto, el llamado Gabinete de Descanso de sus majestades representa perfectamente el vínculo entre la monarquía y el Prado, no solo porque fue un espacio privado que utilizaba exclusivamente la familia real, sino también porque las más importantes de las 55 pinturas que lo decoraban eran retratos de miembros de la dinastía de los Borbones. De hecho, el gabinete fue concebido como una galería iconográfica que abarcara desde Felipe V, fundador de la Casa Borbón en 1700, hasta Fernando VII.
Hoy pueden contemplarse 44, entre ellas varios de Lorenzo Tiepolo, como los de los infantes María Luisa y Antonio Pascual de Borbón y Sajonia. También el conocido retrato de Carlos III realizado en 1765 por Antón Rafael Mengs y la “Jura de Fernando VII como príncipe de Asturias” (1791), de Luis Paret.
La obra de mayor tamaño, que ocupa la pared central de la sala y alrededor de la cual se organiza el resto de la exposición, dado que ya estaba allí instalada, es “La familia de Felipe V” (1743), de Louis-Michel van Loo, en la que aparecen el rey y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, rodeados por sus descendientes, los futuros Fernando VI y Carlos III, que entonces era rey de Nápoles.
Como parte de la recuperación del semblante original de la sala el Museo del Romanticismo cedió al Prado el retrete de Fernando VII, que estuvo allí instalado a partir de 1830 y que es el único mueble de la época que se conserva. El retrete fue realizado específicamente para ese espacio por Angel Maeso, uno de los principales ebanistas de los Talleres Reales, y estaba separado del resto de la sala por una mampara. Junto al retrete se muestran los dos orinales (masculino y femenino) realizados en la Real Fábrica de la Moncloa, y el estuche de aseo con todos sus componentes originales.