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El otro caballero de la triste figura

El aclamado director de la compañía Check by Jowl, Declan Donellan, regresa al CDN con una sátira sobre las clases medias
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El aclamado director de la compañía Check by Jowl, Declan Donellan, regresa al CDN con una sátira sobre las clases medias.
Se ha convertido prácticamente en una rutina que el director británico Declan Donellan nos visite una vez al año para contrastar sus trabajos con el público español, que los recibe con sumo interés y suele corresponder con aplausos rotundos. Lo que no es tan frecuente es que la obra elegida para poner en escena no venga firmada por su adorado William Shakespeare. Es Francis Beaumont, contemporáneo del Bardo, el autor en el que Donellan ha fijado la mirada en esta ocasión para crear junto a su habitual colaborador, el escenógrafo Nick Ormerod, un moderno espectáculo sobre el atípico texto «The Knight of the Burning Pestle», que podrá verse en Madrid, en el Teatro María Guerrero, desde el miércoles hasta el próximo domingo.
Traducida al español como «El caballero de la maza ardiente», esta obra guarda abiertas similitudes argumentales con «El Quijote», en la medida en que hay en ambas una evidente parodia de los libros de caballerías; por eso se ha considerado a aquella, tradicionalmente, como deudora del modelo cervantino. Sin embargo, no deja de resultar curioso que Beaumont viera representado su texto en 1907, cinco años antes de que las andanzas del Caballero de la Triste Figura fueran vertidas al inglés.
En cualquier caso, lo que sí es original en la obra, sin lugar a dudas, es su estructura metateatral. El planteamiento es el siguiente: unos actores están representando un drama en un teatro cuando, de pronto, un grupo de espectadores interrumpe la función exigiendo mayor entretenimiento y aportando, para ello, algunas ideas, como la localización de la trama en lugares más exóticos y la inclusión en la misma de un personaje que sea un caballero andante. «Es una obra muy avanzada para su tiempo –explica Donellan a LA RAZÓN–. Es muy divertida y, al mismo tiempo, oscura. Beaumont la escribió en un momento histórico en que empezaban a triunfar los movimientos populares. La gente iba adquiriendo poder y conocimientos, y despreciaba a las élites. Unos años después del estreno, el nuevo gobierno revolucionario tomó el poder de manera violenta y cerró todos los teatros».
Una sátira vigente
No solo los libros de caballerías, sino también, y muy especialmente, las clases medias son el objeto de una sátira que, según su director, tiene plena vigencia: «En la función, los espectadores quieren tomar el control de lo que ocurre en el escenario y exigen a los actores que les den lo que piden. Hoy ocurre lo mismo en la sociedad. Hemos confundido la democracia con el capitalismo: podemos comprarlo todo y acceder a todo con un solo click, y queremos que la política y los gobiernos funcionen también de este modo. Los niños a menudo preguntan: ¿por qué no puedo tener lo que quiero ahora? Y los padres se toman un tiempo para explicarles por qué no. Ahora los adultos preguntan lo mismo, pero hay cada vez menos gente alrededor para explicarles por qué no». Sin embargo, el público inglés en el siglo XVII tuvo dificultades para entender esa fina ironía que había en el texto y el estreno resultó un fracaso. «Puede parecer una obra tonta, pero es bastante seria y muy inteligente. Beaumont fue revolucionario en su forma de escribir. Igual que Shakespeare. Lo que pasa es que ellos no lo sabían, claro». Igualmente «revolucionario» ha sido considerado por muchos el propio Donellan.

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