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El periodista que dio la noticia del siglo y fue despedido

El periodista Edward Kennedy con algunos de sus compañeros de Associated Press
El periodista Edward Kennedy con algunos de sus compañeros de Associated Presslarazon

El 7 de mayo de 1945, Edward Kennedy, corresponsal de guerra para AP, llamó a su redacción en Londres a las 15:45h de la tarde para anunciar que los alemanes habían capitulado

El 7 de mayo de 1945, Edward Kennedy, corresponsal de guerra para Associated Press, llamó a su redacción en Londres a las 15:45h de la tarde para anunciar que los alemanes habían capitulado. Fue el primero en dar la noticia al mundo.

El periodista acababa de llegar de Reims, donde había asistido junto a otros colegas a la firma de los documentos de rendición por parte del general alemán Jodl. Eisenhower les había impuesto un embargo de 36 horas pero Kennedy se lo saltó para dar la noticia que millones de ciudadanos en el mundo esperaban.

La ceremonia de capitulación había tenido lugar en « la ciudad de los reyes », en la sala de operaciones, la War Room, del cuartel general del Estado mayor supremo de las fuerzas aliadas en Europa, dirigidas por el comandante en jefe Dwight David Eisenhower. El fin de la guerra se firmó aquel 7 de mayo, aunque la historia ha retenido el día de después.

Y sin embargo, «la historia del 7 de mayo de 1945, con demasiada frecuencia olvidada o voluntariamente omitida, es la génesis de la post-guerra », se queja Arnaud Robinet, alcalde de Reims.

Efectivamente, cada 8 de mayo, Francia está de fiesta para conmemorar el triunfo de los Aliados sobre la Alemania nazi, y son pocos los que recuerdan que el acto de capitulación tuvo lugar un día antes, el 7 de mayo, a las 2h41, en Reims donde se firmó el acta que ponía fin a la guerra en Europa.

Tres meses antes, Eisenhower había desplazado su sede de Versalles a Reims con el fin de situarse lo más cerca posible del frente. La ciudad disfrutaba de buenos medios de comunicación vial y ferroviaria, y disponía de bases aéreas en buen estado de conservación. Y hay quien dice que Versalles estaba, a gusto de Eisenhower, demasiado cerca de París, la ciudad de todas las tentaciones para sus soldados y oficiales.

En abril de 1945, los aliados occidentales habían acelerado su marcha sobre el corazón del III Reich: las tropas británicas por el norte, los americanos por el centro, y el primer ejército francés desde el sur. Mientras, al este, los rusos habían invadido la Prusia oriental y el 2 de mayo tenían Berlín bajo control. Unos días antes, el 30 de abril, Hitler se había suicidado en su bunker y el almirante Doenitz le había sustituido al frente del gobierno alemán.

Durante esos días, el ejército alemán ya había firmado dos capitulaciones parciales, la primera en el norte de Italia y la segunda, la de las tropas que luchaban en Holanda, Dinamarca, Noruega y Noroeste de Alemania.

El objetivo de Doenitz, en este ambiente de ruinas, era obtener una tercera capitulación parcial sobre el frente occidental para obtener que los soldados alemanes y los millones de civiles que se hallaban al este, pasar del otro lado de las líneas anglosajonas, y ¿quién sabe? hasta podrían renegociar después la rendición con los aliados. Hicieron saber sus intenciones y el comandante supremo de las tropas de los Aliados aceptó que los emisarios alemanes fueran hasta Reims.

La misión de negociar el fin de la guerra y un armisticio por separado con los occidentales incumbió al almirante Hans-Georg von Friedeburg, acompañado por el coronel Poleck. Llegaron a las cinco de la tarde del sábado 5 de mayo al cuartel general, ubicado en un ala del Collège Moderne et Technique que seguía, y sigue hoy, funcionando. Fueron recibidos por el jefe del Estado mayor aliado, el general americano Bedell Smith, que tenía instrucciones de mostrarse inflexible.

La reunión duró sólo 20 minutos. Los alemanes expusieron su plan de capitulación, y los representantes aliados respondieron que no había nada que negociar, que la única opción era una capitulación sin condiciones y total, tanto en el frente oeste como en el este. Eisenhower velaba por el cumplimiento del espíritu de los acuerdos de Casablanca entre Churchill y Roosevelt, y que contaban con la aprobación de Stalin: sólo una capitulación sin condiciones sobre los dos frentes será aceptable.

Este principio de una capitulación total y sin condiciones había sido acordado dos años antes, en Casablanca. El presidente de Estados Unidos Franklin Roosevelt y el primer ministro británico Winston CHurchill habían tomado la iniciativa de celebrar una conferencia internacional entre el 14 y el 24 de enero de 1943 para preparar la estrategia de los aliados junto a los generales franceses Henri Giraud y Charles de Gaulle. También se esperaba a Josef Stalin, pero éste declinó la invitación. Entre los acuerdos alcanzados figuraba continuar la ayuda a la URSS, la invasión de Sicilia y a partir de allí el resto de Italia, y exigir la rendición sin condiciones de las Potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón, un principio que fue reafirmado en febrero de 1945 en la Conferencia de Yalta.

Friedeburg informó a Doenitz de las condiciones de los aliados y al día siguiente, el general Jodl, jefe del Estado mayor del ejército alemán y su ayuda de campo, el comandante Oxenius aterrizaron en el aeródromo de Reims a bordo de un avión de transporte de tropas británico.

Las discusiones se prolongaron hasta bien entrada la noche. El general Jodl volvió a a carga, pero sin éxito, y puso al corriente al almirante Doenitz que le ordenó que firmara la capitulación sin más retrasos. La única concesión que obtuvo fueron 48 horas que empezaban a correr a partir de la medianoche del 6 de mayo para firmar la capitulación que disponía el cese el fuego durante la medianoche, a las 23h01 del 8 de mayo.

Todo fue dispuesto en la Sala de Mapas para la ceremonia en la que iban a participar once oficiales aliados y tres alemanes. Cada cual tenía una silla adjudicada con su etiqueta, « tenemos fotos en las que se ve a los soldados americanos prepararlas », comenta Marc Bouxin, « así permitía a los oficiales aliados y del eje saber el sitio que debían ocupar. Se quitaron durante el transcurso de la ceremonia, volvieron a colocarse, y ahí siguen hasta el día de hoy ».

Para inmortalizar y dar cuenta del acto, fueron invitados 17 periodistas, corresponsales de guerra, fotógrafos y cámaras que frecuentaban, como muchos otros el Bar del Hotel Scribe de París, donde esperaban impacientes el final de la guerra. Fueron los escogidos que pudieron ver, alineados junto a la puerta de la War Room, « el rostro de Jodl como la máscara de la muerte, tenso, irreal, con todos los músculos crispados », como describió el corresponsal de la CBS la llegada del almirante alemán.

Jodl, Friedeburg y Oxenius entraron en la sala a las 2h 39m del 7 de mayo. En frente les esperaban los oficiales aliados, el general Bedell Smith que iba a firmar el acta en nombre de todas las fuerzas aliadas, y el general Sousloparov, que firmó en nombre del alto comando soviético.

El general Eisenhower, que decidió seguir la ceremonia desde una habitación contigua porque en la sala no había oficiales de su rango, había pedido que un general francés estuviera presente en la ceremonia. « La firma de la capitulación iba a tener lugar sobre suelo francés, al general le parecía que era altamente simbólico que fuera en el corazón de Francia » afirma Marc Bouxin « por eso invitó al general Juin ».

Pero cuando llegó la invitación, el avión del general Alphonse Juin acababa de partir hacia San Francisco donde se celebraba la conferencia que dio lugar a la Carta de Naciones Unidas.

Le sustituyó su adjunto, el general Sévez. No estaba previsto que firmara el acta como se observa en las primeras fotografías tomadas del documento en el que se ve la firma de cada uno sobre su nombre escrito a máquina, excepto la de François Sévez. La decisión de que estampara su firma se tomó en el último momento y por eso su nombre fue añadido después con la mención simple « testigo ».

El general Ivan Sousloparov había firmado el acta de capitulación de Reims a pesar de que no había recibido respuesta a su petición solicitando la autorización. « Staline se puso furioso al tener noticias de la rendición porque para él era impensable que la paz fuera firmada en un territorio bajo control americano » y exigió que se celebrara un acto militar en Berlín, controlado por el ejército rojo. El acto tuvo lugar el 8 de mayo.

El periodista Edward Kennedy ofreció al mundo el scoop del fin de la II Guerra Mundial, pero la noticia le costó su carrera. Kennedy, que trabajaba para AP, estaba dispuesto a respetar la consigna del embargo sobre la firma de la capitulación, y dejar que Stalin tuviera su propia ceremonia, pero supo que una radio alemana había dado la noticia y se eximió de la promesa dada. Con una simple llamada desde su hotel, reveló antes de la hora prevista el final de la guerra. Su artículo fue recogido por toda la prensa internacional, pero para Kennedy, su exclusiva se convirtió en la tumba de su vida profesional como periodista.

« El secreto había sido impuesto por los políticos, Truman y Churchill que querían tratar con consideración a Stalin » comenta Marc Bouxin, « pero Ed Kennedy les tiró por el suelo el castillo de naipes que habían construido ».

El periodista fue duramente sancionado, y cesado. En 2012, el presidente de AP, Tom Curley, pidió disculpas por la forma en que la compañía lo había tratado.