El principio del fin de la arquitectura moderna
La muerte de Gropius y Van Der Rohe en 1969 terminó con la existencia de la Trinidad de este movimiento que completaba Le Corbusier.
La muerte de Gropius y Van Der Rohe en 1969 terminó con la existencia de la Trinidad de este movimiento que completaba Le Corbusier.
En 1969 la Bauhaus se vistió de luto. Celebraba su 50 aniversario, pero el verano de aquel año fallecieron sus dos directores más emblemáticos, Mies Van der Rohe y Walter Gropius. Ambos pertenecían a la Trinidad de la arquitectura moderna junto a Le Corbusier, que había muerto en 1965. Los fallecimientos de Van der Rohe y Gropius, por lo tanto, fueron el principio del fin de aquella corriente arquitectónica (que precisamente comenzó con la inauguración de la Bauhaus en 1919) para dar paso a la contemporánea.
Las ideas de este trío (que para muchos debería ser un quinteto que incluye a Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto) consistían en dotar a la arquitectura de cierta racionalidad. Es decir, que la estética dejase de predominar, como en los siglos anteriores, y la funcionalidad se convirtiese en lo primordial a la hora de proyectar un inmueble. Por ejemplo, la casa victoriana (paradigma del premodernismo) está revestida de escayolas para esconder la estructura, y esa tendencia se cambia por viviendas e inmuebles en los que la propia estructura del edificio es visible.
En este sentido, también se trataba de aprovechar el vacío del interior de los edificios al máximo posible, ampliar el espacio habitable. Para ello, daban prioridad a una geometría sencilla, basada en líneas por encima del uso de las curvas tan visibles en las construcciones previo a la modernidad.
Además, antes los inmuebles eran exclusivos. No por lujosos, sino porque una proyección se construía una vez, nada más. Sin embargo, Van der Rohe, Gropius y Le Corbusier supieron adaptar su trabajo a las demandas del sistema capitalista. Y la principal exigencia era la producción industrial de las creaciones (algo que también ocurrió con el interiorismo, pues fue la época en la que los muebles cambiaron las carpinterías por las fábricas).
De esta manera, los proyectos se pensaban para que fuesen fácilmente reproducibles en distintos países, lo que hizo de la arquitectura moderna el primer movimiento internacional de esta disciplina. Así sucedió con las Unidades Habitacionales de Le Corbusier, que se encuentran en ciudades como Nantes, Marsella o Berlín.
Los antiguos directores de la Bauhaus relacionaron directamente la arquitectura con otras dos disciplinas, el urbanismo y la economía. El tiempo les ha terminado dando la razón porque el sector inmobiliario y el de la construcción se ha convertido en una de las piezas fundamentales de la economía. Cuando ha habido un exceso de proyectos, las consecuencias han sido nefastas. Por otra parte, la arquitectura debe tener muy en cuenta el urbanismo de unas ciudades que reclaman cada vez más espacio al estar superpobladas, para no ocupar más de lo necesario.
Para lograr sus objetivos, los arquitectos de la primera mitad del siglo XX aplicaron nuevos materiales que se empezaron a producir en masa gracias a las nuevas tecnologías que llegaban a las fábricas. Principalmente se usaron el hierro, el vidrio, y el recién perfeccionado hormigón armado. Eran más ligeros, fuertes y seguros, además de que ocupaban menos que el ladrillo o la madera.
Los cambios que esto supuso en la proyección de los edificios fue tan brutal que el propio Le Corbusier consideró que se había creado un nuevo código arquitectónico. Se posibilitó la creación de enormes espacios diáfanos en los que la luz cobró especial protagonismo, de lo que actualmente se aprovechan arquitectos como Calatrava, Ingels o Herzog and De Meuron.
En definitiva, Gropius y Van der Rohe fueron hombres de su tiempo, que sacaron partido de las nuevas tecnologías industriales. Igual que hacen sus compañeros hoy en día con herramientas como el BIM, que está revolucionando la forma de proyectar arquitectura. Una vez más, la historia se repite.