San Petersburgo

El secreto más caliente de la URSS

Compuesta por 12.000 obras confiscadas de colecciones privadas, se fundó en los años veinte

«Lolita» (en la imagen, un fotograma del filme de Kubrick con Sue Lyon), el libro de Nabokov, estuvo prohibido en Rusia
«Lolita» (en la imagen, un fotograma del filme de Kubrick con Sue Lyon), el libro de Nabokov, estuvo prohibido en Rusialarazon

Una estatua de Dostoievski maltratada por las palomas preside la entrada al gran templo de las letras de Moscú, la Biblioteca Nacional Lenin, cuyos muros guardan un secreto digno de la abadía de «El nombre de la rosa». En el noveno piso, tras barrotes metálicos, bajo siete llaves y lejos del alcance del público, se esconde una vasta colección de material que fuese considerado «ideológicamente perjudicial» por el Estado soviético. Es la sección de pornografía y erotismo. Al contrario de lo que decían las leyendas urbanas de la Guerra Fría, los rusos llevaban una vida sexual relativamente activa; sin embargo la pornografía y en general cualquier expresión artística con connotaciones eróticas estaban oficialmente prohibidas en la URSS, lo que por cierto dio lugar a un prolífico mercado negro. Las salas de cine clandestinas se llenaban para los pases de películas eróticas y las cintas VHS de contrabando con vídeos porno cotizaron a precio de oro durante los años ochenta. Esta sección de la Biblioteca Estatal Lenin cuenta con más de 12.000 ítems, entre los que se mezclan libros, fotografías, pinturas y películas de los más diversos orígenes. Desde el «Decamerón» de Boccaccio, del siglo XIV, hasta grabados japoneses del XVIII, pasando por literatura estadounidense de la segunda mitad del S. XX y el siempre de moda «Kamasutra». Encontramos también una serie de panfletos con cuentos eróticos, verdaderos culebrones, que al popular precio de 50 kopeks se vendieron como rosquillas en Moscú y San Petersburgo en los años previos a la Revolución.

Estanterías con polvo

No existe un catálogo detallado en formato digital, el material coge polvo en las estanterías sin orden ni concierto y, aunque ya no está oficialmente prohibido, su existencia continúa siendo en general un secreto. «No se trata de un problema de fondos. Hemos decidido preservar todo intacto, como una reliquia de la era en la que se creó. Además, la gerencia tiene opiniones encontradas. Unos piensan que debería ser objeto de estudio y difusión mientras que otros se oponen enérgicamente. Consideran que no tiene valor científico ni histórico para los lectores», explica Marina Chestnik, que trabaja en la biblioteca desde los años 80, pero que admite que no fue hasta la siguiente década, con la caída del régimen y al realizar un inventario, cuando se descubrió la colección, de la que ahora es supervisora. Fundada por los bolcheviques en los orígenes de la URSS, allá por los años 20, la colección fue concebida como una sección de «libros raros con material comprometedor», en su mayoría confiscados de colecciones privadas de la aristocracia, entre la que la llamada «literatura picante» estuvo de moda hasta la Revolución. Una de las joyas de esta «cámara secreta» de la Biblioteca Lenin es un compendio de grabados originales de Vasily Masyutin (que ilustrase obras de Pushkin y Chejov) del año 1918 titulado «Los Siete Pecados Capitales». Uno de los grabados representa a una mujer masturbándose. El código de conducta que sustituyó al cristiano-ortodoxo tras la Revolución Rusa era entre inocente y ambiguo. Lo más parecido a unos mandamientos serían «las 12 leyes sexuales del proletariado revolucionario»,publicadas en el folleto «La Revolución y la juventud», de 1924. Aquí algunos ejemplos: «Se recomienda la constancia en el objeto sexual (monogamia), pero no debe haber celos», «la elección de la persona de sexo opuesto se hace en función de la clase revolucionaria», «el acto sexual no debe repetirse a menudo» o «la vida sexual se subordina al bien de la revolución».

Material confiscado en aduanas

La colección de la Biblioteca Lenin siguió aumentando en los años 30 y 40 con la producción que no superaba la estricta censura soviética de los años de Stalin, mientras que en las últimas décadas del régimen se nutrió principalmente de material confiscado en las aduanas. Aunque se trataba de un lugar secreto y de material oficialmente prohibido, miembros de la élite del partido peregrinaban con cierta regularidad y para deleite propio, ya se sabe que la Nomenklatura nunca fue de predicar con el ejemplo. La misma casta que establecía los criterios de la censura, organizaba pases privados de películas eróticas en sus opulentas casas de campo (dachas). Entre los visitantes ilustres de la colección destaca quizá Genrij Yagoda, jefe de la policía secreta de Stalin a comienzos de los años 30. Tras morir fusilado en el 36 después de un juicio por traición, se encontró en su apartamento una generosa colección de consoladores y material pornográfico. «Los miembros del politburó no necesitaban acreditación, no se les podía impedir el paso. Se interesaban principalmente por el contenido visual: vídeos, revistas y fotografías», relata Marina, que afirma que con el paso de los años y las visitas de camaradas ilustres fue desapareciendo material de la colección, pero que al no estar catalogado resultaba imposible contrastarlo. El mayor contribuyente de la historia de esta «cámara secreta» fue Nikolai Skorodumov, un bibliotecario de vida familiar ordenada que trabajó en la Universidad Estatal de Moscú.

Durante años recopiló para su colección privada libros de toda índole, incluidos no pocos de «ideología perjudicial», que de haberse descubierto le hubiesen costado una buena temporada en Siberia. Pertinentemente camuflada bajo las tapas de un tratado de socialismo se escondía la joya de la corona, una carpeta de dibujos y acuarelas de comienzos de siglo XX obra del pintor vanguardista Mijail Larionov. Retratos de pedofilia y homosexualidad que causarían revuelo también hoy, un siglo después, en la puritana Rusia de Putin. A su muerte en 1947, la colección de Skorodumov fue adquirida por el Estado soviético, que pagó 14.000 rublos a la viuda, lo que era considerado una pequeña fortuna en aquellos tiempos. Según el informe del Ministerio, la colección privada de aquel bibliotecario alcanzaba los 40.000 ítems, de los cuales «1.763 eran libros de temática erótica y 5.000, revistas de contenido pornográfico», cuyo rastro se desapareció de los registros pero ahora sabemos que fueron a parar a la novena planta de la Biblioteca Lenin.