El último susto del fantasma de la ópera
La editorial Impedimenta publica en su colección de cómic una versión ilustrada del clásico de Gaston Leroux firmada por el ilustrador Gustave Gaultier
Gaston Leroux sentía una tendencia inevitable hacia el crimen y los seres que habitan en la porosa frontera que separa este mundo y el más allá. A partir de 1850 proliferaron, con indudable éxito, toda clase de manuales y teorías parapsicológicas en Francia y Gran Bretaña, como puede comprobarse a través de la biografía de otro gran espiritista y escritor: Arthur Conan Doyle. El creador de Sherlock Holmes sintió más que una fuerte inclinación hacia estos temas irracionales que, sin duda, le habría reprochado con severidad, si pudiera, su célebre detective. Pero, quizá, Gaston Leroux comprendió al final que nada produce más terror en los lectores que la propia naturaleza humana y sustituyó las ánimas invertebradas que habitaban su imaginación por una criatura escalofriante, repleta de contradicciones para que el público siempre se moviera ante su lectura entre sentimientos encontrados. Creó un ser corpóreo, con la delicadeza que se le presupone a las almas, capaz de conmoverse con la música, pero también con el pulso del asesino que es capaz de precipitar una araña de cristal en medio de una platea repleta de espectadores. La historia, publicada de manera seriada en1909, gozó de una popularidad casi inmediata y, desde entonces, «El fantasma de la ópera» ha disfrutado de infinitud de versiones teatrales, musicales y cinematográficas, casi todas de notable éxito comercial, aunque de diversa calidad. Faltaba, por último, que el texto saltara a las viñetas. Y esa deuda se ha saldado ahora.
- Origen de una historia
La editorial Impedimenta ha rescatado en un solo volumen (en otros países ha sido publicado en dos) la adaptación que ha hecho Christophe Gaultier de esta obra. El dibujante ya había abordado con anterioridad otros textos clásicos que presentaban sobresalientes escollos por su longitud y contenido. Su experiencia con clásicos tan conocidos como «Robinson Crusoe», de Daniel Defoe, o «La isla del tesoro», de Robert Louis Stevenson, donde se enfrentó a la dificultad de expresar el carácter ambivalente de un personaje mítico, Long John Silver, le han servido para adquirir experiencia y glosar esta nueva narración en viñetas. Gaultier, que había trabajado con el director Sylvain Chomet en el filme «Bienvenido a Belleville» –una película animada, de gran factura, muchos premios y atmósfera triste, que gira alrededor de la historia de un niño huérfano que sentía la vocación irresistible de convertirse en un gran ciclista– ha optado por unos colores ocres para dar vida al espíritu que domina la Ópera Garnier de París en torno al año 1869.
Leroux, en un prólogo que escribió para esta novela –la más conocida de su producción literaria junto a «El misterio del cuarto amarillo», otro clásico de su trayectoria–, se esforzó en imprimir un hálito de verosimilitud a la narración al describir sucintamente el origen de la historia y cómo, a través de distintas voces y testimonios, había llegado hasta él. Con este truco literario intentaba asentar la convicción en los lectores más desprevenidos de que en la Opera de París existió en el pasado una persona como la que él recoge en las páginas. Lo cierto es que el escritor, muy excéntrico en su comportamiento personal (era conocido por ello), aprovechó el recurso que le brindaba el laberíntico subsuelo que corría por debajo de este edificio para dar credibilidad a su historia. Unos corredores siniestros, empolvados de leyendas y ecos de otras épocas, que fueron aprovechados durante el levantamiento de la Comuna para dar castigo a más de uno. En ese lugar, el autor decidió esconder a su tétrico personaje. Un hábitat privado de luz natural, pero con un lago escondido (que comparte significadas similitudes con la Laguna Estigia), donde aguardaría este ser atormentado y enfadado con el nuevo director del teatro, que pretende quitarle el privilegio de ocupar el palco número cinco.
Gaultier, a la hora de acomodar este texto a la viñeta, se ha desprendido de cualquier tentación de suavizar el carácter del protagonista, al que representa como un alma cruel, provista de sentimientos (por algo está enamorado de Christine Daaé), pero que, a la vez, carece de cualquier capacidad de empatía con los demás. En el fondo, el personaje puede proyectarse sobre el rostro de muchas personas para explicar cómo el talento, en ocasiones, no es suficiente para que alguien se convierta en una persona admirable.
Un reportero audaz
En la Rusia bolchevique
Gaultier destacó como novelista, pero en ocasiones se pasa por alto que también fue un reportero de enormes inquietudes. Con este oficio recorrió gran parte de Europa, algunos países de Asia y otros de África. Incluso se convirtió en un testimonio del inicio de la revolución bolchevique. Aunque, sin duda, el mayor mérito como reportero lo obtuvo a través de una osadía, algo no tan frecuente en su tiempo. Haciéndose pasar por otra persona, se filtró en una cárcel con la identidad de un investigador que preparaba un trabajo. De esta manera llegó hasta la celda de un reo que había recibido malos tratos y tomó declaración de sus experiencias. La valentía que demostró, y aquel reportaje, le proporcionaron una fama que después reafirmaría con un intenso trabajo literario que sólo cesó cuando falleció en 1927, a los 59 años de edad.