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«Elvira»: Servillo y el teatro por dentro

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Obra: «Elvira». Autor: Brigitte Jaques. Dirección: Toni Servillo. Intérpretes: Toni Servillo, Petra Valentini, Francesco Marino y Davide Cirri. Teatro Pavón Kamikaze. Del 19 al 21 abril de 2018.
Estaba en boca de todo aficionado al teatro el nombre de Toni Servillo esta semana. El laureado actor y director italiano llegaba a Madrid para poner en escena «Elvira», una obra de Brigitte Jaques que habla precisamente del arte de la interpretación y del quimérico intento por parte de quienes se dedican a ella para dar con ese punto de magia que permite a los buenos actores convertirse en actores geniales. Rindiendo homenaje al gran Louis Jouvet, «Elvira» cuenta básicamente la relación profesional de este mítico actor y director francés con una alumna-actriz durante los repetidos ensayos de una escena concreta del Don Juan de Molière en 1940. En realidad, la función tiene el objetivo de ahondar, por un lado, en las interesantísimas tesis teatrales y artísticas de Jouvet así como de favorecer, por otro lado, que un gran actor –en este caso Servillo– pueda lucirse en escena dándole vida. Queriéndole dar a la obra una trascendencia metafísica tal vez excesiva, el italiano había vendido bien en la presentación de su espectáculo aquí, en España, la idea de que la función no habla tanto de la teoría del teatro como de la teoría de la existencia humana. Cierto es que todas las consideraciones que hay en el texto de Jaques acerca de lo que –supuestamente para Jouvet– ha de ser o no la interpretación están expuestas con una enorme riqueza filosófica y discursiva, y que están además expresadas –en la medida en que tocan asuntos relacionados con la emoción y los afectos– con una hermosa literatura; pero, seamos sinceros, dudo mucho de que el espectador medio, al que probablemente le importarán un rábano las cuitas de un actor durante sus procesos de composición de un personaje, no acabe un poquito harto de la dichosa escena que se está ensayando una y otra vez y del dichoso Jouvet con sus interminables correcciones a la actriz que trata de interpretarla. Eso sí, para los que nos dedicamos más profesionalmente a esto, y tenemos quizá, por tanto, mayor curiosidad por ver el teatro también en sus fogones, Servillo y su Elvira son sencillamente una gozada.
LO MEJOR
La capacidad interpretativa de Servillo para que el espectador lo siga sin pestañear por todo el escenario
LO PEOR
La excesiva metateatralidad de la función impide que ésta pueda entusiasmar al espectador medio

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