«En mil pedazos», cómo salir del infierno del crack
Samantha Taylor-Johnson dirige a su esposo en esta adaptación de las memorias de James Frey, un libro que resultó tener una buena dosis de ficción y en el que el autor reflexiona sobre lo difícil que resulta recuperarse de una adicción
Las controversias, por más escandalosas que parezcan en su momento, suelen olvidarse pronto. En 2003 James Frey publicó sus desgarradoras memorias de la adicción y la rehabilitación bajo el título «En mil pedazos» (Taurus). Oprah, entre otros, lo recomendó enfáticamente. El libro se convirtió en un éxito de ventas casi al mismo tiempo en que se descubrió que las memorias de Frey eran más ficción que biografía. El público se escandalizó, sintiéndose estafado, y Oprah entrevistó al autor para poner todo el engaño sobre la mesa. Quince años más tarde llega la versión cinematográfica de una historia que, independientemente de su cuota de ficción, cuenta lo duro que es lidiar con la adicción. En un guiño al escándalo de antaño, Sam Taylor-Johnson, directora del filme, ha optado por introducir «En mil pedazos» con una frase de Mark Twain: «He vivido cosas terribles, algunas de las cuales realmente ocurrieron».
Taylor-Johnson se formó como artista –pertenece a la generación de Damien Hirst y Tracey Emin– y se dedicó primero a la escultura y más tarde a la fotografía. En 2008 dio el salto al cine con «Nowhere Boy», y años más tarde entró en Hollywood con la adaptación de «Cincuenta sombras de Grey». Si con la segunda consiguió la validación de la taquilla (el filme recaudó más de 550 millones de euros en todo el mundo), con la primera logró cuatro nominaciones a los Bafta. En el rodaje de «Nowhere Boy», además, conoció a su esposo, Aaron Taylor-Johnson, que en esta ocasión no solo protagoniza la cinta de su pareja sino que firma junto a ella el guión. Con un presupuesto nada generoso, el filme, en el que también participan Billy Bob Thornton y Juliette Lewis, se rodó en apenas veinte días.
–¿Cómo surgió el proyecto?
–Leí el libro cuando salió en 2003, y lo que sentí al leerlo se quedó conmigo durante años. Cuando me enteré de que los derechos para convertirlo en una película habían vuelto a su autor me puse en contacto con él para comprarlos. Me contestó que no quería dinero sino que hiciera un buen filme que mantuviera el espíritu del texto.
–¿Participó Frey de alguna manera en el guión o rodaje?
–Aaron y yo escribimos el guión. James nos dijo que quería que fuéramos lo más creativos posible y que si le necesitábamos en cualquier momento le podíamos contactar. Siempre estuvo a nuestra disposición y le contactábamos de vez en cuando. Aaron incluso hizo un viaje en coche con él para conocerse mejor. Fueron a un centro de rehabilitación juntos. Yo me uní a ellos un poco más tarde.
–¿Qué aspecto de la dirección encuentra más difícil en general y cuál fue el reto de este filme en particular?
–Ha sido todo un reto desde su inicio. El presupuesto que teníamos en mente cuando lo escribimos era mucho mayor del que acabó siendo. Al final, terminamos rodando en veinte días con un presupuesto muy reducido. Pero, echando la vista atrás, eso tuvo mucho más sentido por el tema que trata el filme. Estamos hablando de adicción y recuperación. Es algo crudo, duro, por lo que rodarlo en tan pocos días fue mejor para todos. Ha sido una experiencia verdaderamente increíble. Es de estos filmes que nos ha llegado al alma.
–¿Cómo fue trabajar con su esposo?
–Me encanta trabajar con Aaron. Es un actor extraordinario. Cada vez que trabajamos juntos aprendo de él un montón. Desde «Nowhere Boy» hemos tratado de encontrar un proyecto en el que poder colaborar de nuevo. Cuando llegó éste nos dimos cuenta de que era el adecuado; es un papel perfecto para él. Aaron ha ofrecido una interpretación sublime.
–¿Qué le gustaría que la gente se llevara de la película?
–El filme trata el tema de las adicciones y la lucha que supone la recuperación. Espero que aquellos que lo necesiten puedan ver que hay esperanza y luz al final del túnel. Y que es importante la comunidad de gente que te rodea cuando estás en un proceso de recuperación, y cuánto esas personas pueden ayudarte a salir del agujero. En esta historia hay humor y tristeza, pero lo más importante es que hay esperanza.
–Como mujer, ¿ha visto algún cambio significativo desde el #Metoo?
–El #Metoo ha puesto en la palestra la conversación. Se ha colocado en un primer plano y eso, no cabe duda, ha tenido cierto impacto. El camino es largo y vamos avanzando, aunque muy despacio.
–El filme es bastante duro. ¿Fue difícil desconectar al final del día de trabajo?
–Sí, realmente no desconectas hasta que no se acaba el rodaje. El aura que rodea el filme permanece contigo a diferentes intensidades mientras estás involucrado en él. Es inevitable. Tienes que vivir con ello hasta que terminas.
–Seguramente todos los proyectos que ha hecho son muy especiales para usted, pero, ¿hay algún género con el que se sienta más cómoda?
–Me gusta dirigir películas donde las historias sean buenas y los personajes sean los verdaderos protagonistas. Ahora me encantaría hacer un musical.
–¿Dirigir puede ser terapéutico? ¿Es un modo de indagar en el comportamiento humano?
–No se si es terapéutico, más bien creativo. Tampoco aprendo demasiado sobre el comportamiento humano al dirigir. Sobre eso he aprendido más a través de otras experiencias vitales. Cuando era camarera, por ejemplo, aprendí mucho sobre cómo se comporta la gente.
–De todos los proyectos que ha dirigido, ¿hay alguno al que le tenga un especial cariño?
–Éste. Es un proyecto por el que me apasioné desde el principio y del que me siento muy orgullosa. Me ha enseñado mucho y me ha llevado a reflexionar bastante sobre mí misma y sobre mi arte. Ha sido un viaje interesante.
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