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Erwin Schrott, un animal de escena en el Real

larazon

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Fuera del Teatro Real bufandas y guantes, dentro sombrillas sobre la arena de la playa y camisas hawaianas. «El elixir de amor» original de la obra era un vino de burdeos, aquí se ha convertido en una droga sintética que Dulcamara, convertido en «camello», va ofreciendo según la puesta en escena de Damiano Michieletto que se vio por primera vez en Madrid anoche. Aunque el director ha tratado de no realizar una apología del consumo ilícito, más bien se trata de una metáfora sobre el malestar de los jóvenes que buscan refugio en sustancias químicas para evitar afrontar sus miedos y problemas. Así, en el primer acto asistimos a la playa tal y como se puede vivir en cualquier costa española durante el verano, con las familias vigilando a los niños que juegan. En el segundo, no nos trasladamos de espacio, pero sí de hora: con la noche llega la fiesta, el alcohol, el sexo... y, para acabar, la playa desolada y vacía en la que Nemorino (Celso Albelo) a solas canta la famosa aria «Una furtiva lagrima». En ese papel de charlatán rodeado de una corte de mujeres destaca el barítono Erwin Schrott, que se lució durante su debut operístico en el Real.
Exceso de elementos escénicos
En el otro extremo, la línea de canto más depurada de Celso Albelo como Nemorino, que volvía a Madrid después de su éxito en «Marina» en el Teatro de la Zarzuela. El público comentaba durante la pausa la luminosidad de la puesta en escena frente a las propuestas, normalmente a media luz, que suelen ser habituales en el escenario madrileño, aunque hubo quien se quejaba de que tanta cantidad de elementos escénicos distraía a los espectadores de la acción principal.
Para la segunda parte se reservaba la estrella internacional Nino Machaidze, otra de las grandes atracciones de la función, pues el papel de Adina tiene más fuste vocal en el segundo acto. Ella se resiste a los encantos de Nemorino, en prin cipio, pues solo tiene ojos para Belcore (Fabio Maria Capitanucci) hasta que el brebaje, ahora convertido en droga de diseño, empieza a hacer su efecto. Durante el intermedio, la reacción del público resultó correcta, pero no demasiado entusiasta.

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