Esquizofrenia sin tabúes
El Infanta Isabel estrena «El silencio de Elvis», de Sandra Ferrús, un montaje que trata de poner luz a esta enfermedad
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El Infanta Isabel estrena «El silencio de Elvis», de Sandra Ferrús, un montaje que trata de poner luz a esta enfermedad.
«Hace años coincidí en un ascensor con un chico que sufría una enfermedad mental. Fueron los dos minutos más largos de mi vida. Pasé miedo. A partir de entonces, cada vez que me encontraba con “gente de ese tipo”, me producía rechazo, hasta que una persona muy especial y querida para mí desarrolló esta enfermedad». Esta experiencia vital sirvió a Sandra Ferrús para escribir «El silencio de Elvis», obra que también dirige y protagoniza en el teatro Infanta Isabel, junto a Pepe Viyuela, Concha Delgado, Susana Hernández, Elías González y Martxelo Rubio. Vicent es un chico diagnosticado de esquizofrenia. Tiene el alma de Elvis en su interior, le gusta escuchar y cantar sus canciones. Su don es saber lo que la gente va a decir, su cruz y la de su familia, sufrir una enfermedad mental en un país en crisis.
«Es difícil tratar un asunto tan delicado como la esquizofrenia –explica Pepe Viyuela–, pero hay que darle la oportunidad de que se vea y se escuche para que no siga siendo un tema tabú. La necesidad de Sandra Ferrús es poner voz a estas personas, dar luz para conocerlas más de cerca y quitar los estigmas. Aunque no vivamos en carne propia la experiencia, está muy cerca, hay más casos de los que creemos –apunta el actor–. Me parece una apuesta valiente hablar de la complicada situación de una familia atacada por la afección de uno de sus miembros, una forma abierta de contar que quien sufre la enfermedad no es solamente el enfermo, sino todos los que lo rodean, en especial la familia y cómo la sociedad tiene la obligación de normalizar la situación y de contribuir a mejorarla». Y añade, «estas enfermedades tienen un componente social de rechazo, de miedo y posiblemente sea por no saber cómo enfrentarnos a ellas».
Viyuela es el padre, «un personaje bonito, pero muy comprometido. Creo que entiendo su psicología; por un lado tiene el deseo de ayudar a su hijo y por otro, siente la imposibilidad de hacerlo, se siente impotente ante una situación que se le va de las manos. Ese es el terrible conflicto que vive: querer ayudarlo y no saber cómo, se siente como un náufrago pidiendo auxilio, pero no lo abandonará nunca, es un personaje hermoso, un héroe anónimo. La familia es el gran sostén donde el enfermo puede refugiarse, sin ella se destruiría».
¡Ayuda, por favor!
Y continúa: «Una historia bellísima, de amor, resistencia, lucha, de humildad... No somos capaces de luchar por nosotros mismos, ¡por favor, ayudadnos!, ese es el mensaje, necesitamos de las instituciones y de las personas que nos rodean». Sin embargo, a pesar de lo que tiene de trágico, hay humor. «La autora, quizá inconscientemente, ha retratado la realidad tragicómica del desconcierto que provoca. En la vida nos encontramos con el humor hasta en las situaciones más escabrosas y complicadas. El teatro siempre ha separado tragedia y comedia, pero en la vida real no lo están, es una tragicomedia permanente y en los momentos más duros, el humor es un salvavidas. La vida es dura, pero muy hermosa» concluye Viyuela.