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Cultura y alcohol

"Excelentísimos borrachos", un diccionario para leer entre trago y trago

Carlos Janín recoge en este enciclopédico libro los vínculos entre el alcohol y el mundo cultural

Charles Bukowski bebe en el set del Show "Les Apostrophes"
Charles Bukowski bebe en el set del Show "Les Apostrophes"Sophie BassoulsCORBIS SYGMA

Cuenta la extendida leyenda que las últimas palabras del poeta galés Dylan Thomas fueron: «Creo que he batido un récord». No era para menos, porque acababa de beberse dieciocho vasos seguidos de White Horse Tavern, su más querido brebaje. Thomas murió muy poco después, pero ganó a Ernest Hemingway, otro insigne bebedor, que en La Habana y de una sentada había ingerido dieciséis daiquiris. Estas son algunas de las fascinantes historias que aparecen en «Excelentísimos borrachos», una documentadísima enciclopedia dedicada a la relación entre el alcohol y el mundo de la cultura, especialmente el de las letras, un trabajo de Carlos Janín que publica Reino de Cordelia.

A lo largo de las 500 páginas de erudición e investigación sobre hechos y leyendas entre tabernas y bares, entre tertulias y sueños noctámbulos, encontramos todo tipo de historias para leer sorbo a sorbo. Algunas son inevitables, como las que protagoniza Arthur Rimbaud, el poeta que con solamente diecisiete años escribió el poema «El barco ebrio» o quien en su prosa «Mañana de borrachera» proclamaba orgulloso que «este veneno permanecerá para siempre en nuestras venas».

 Esta fotografía recoge bien la mirada airada y segura del poeta
Esta fotografía recoge bien la mirada airada y segura del poetalarazonLa Razón

Tampoco podía faltar el novelista Francis Scott Fitzgerald, aquel que aseguraba que «soy completamente abstemio porque no bebo entre copa y copa». Los cócteles de ginebra eran el más querido jarabe del autor de «El gran Gatsby», aquel que proclamaba que «primero te tomas un trago, luego el trago se toma otro trago, y al final el trago te toma a ti».

Uno de los escritores que más relacionamos con el alcohol es Hemingway, también con su entrada de rigor en «Excelentísimos borrachos». De lo mucho que se cuenta de él tenemos en esta enciclopédica obra la receta de su bebida favorita. Se llamaba Papá Doble y era un daiquiri elaborado en el bar El Floridita de la calle Obispo de La Habana. Gracias a Valerie Danby-Smith, secretaria del autor de «Adiós a las armas», sabemos que el Papá Doble contiene una ración doble de ron, zumo de pomelo y nada de azúcar. Igualmente, como consecuencia de su paso por París, Hemingway también le tomó el gusto a la absenta.

Perico Chicote, que levantó el local en 1931, y Ernest Hemingway
Perico Chicote, que levantó el local en 1931, y Ernest Hemingwaylarazon

El otro gran hito de la relación entre alcohol y literatura es un estadounidense mítico: Charles Bukowski. El periodista Bernard Pivot fue el responsable de poner los pilares del mito al invitar al autor de «La senda del perdedor» a su programa de televisión «Apostrophes». Era septiembre de 1978 y, antes de aparecer ante las cámaras, Pivot regaló a Bukowski dos botellas de un apreciado vino blanco de Sancerre, las mismas que el escritor no dudó en zamparse del tirón en directo y ante el asombro de todos, especialmente, de Pivot.

Pero no todo en el libro son bebedores de fuera de nuestras fronteras. Varias gloriosas gestas etílicas nos vienen de la mano de creadores de nuestro país. Es el caso de Luis Buñuel, quien, como él mismo contaba, situaba en su infancia la primera de sus borracheras. Tuvo lugar cuando pudo colarse en el sitio en el que se estaba realizando la autopsia de un campesino en su Calanda natal. El hombre había sido apuñalado, lo que convertía la escena en un espectáculo sangriento. Para superar todo aquello, como explicaba Buñuel, «la botella de aguardiente pasaba de mano en mano y yo bebía ávidamente para darme valor. Tuvieron que llevarme a casa, completamente borracho». Al cineasta también le debemos una bebida: el buñueloni, una versión del negroni con Carpano, Cinzano dulce y la que era su ginebra favorita, Beefeater. Cabe decir que la bebida preferida de don Luis era el dry martini.

Luis Buñuel y Salvador Dalí en una imagen inédita tomada en el verano de 1929. A la derecha una de las primeras fotografías del pintor y Gala
Luis Buñuel y Salvador Dalí en una imagen inédita tomada en el verano de 1929. A la derecha una de las primeras fotografías del pintor y Galalarazon

Un compañero de Buñuel en la Residencia de Estudiantes fue un joven ampurdanés llamado Salvador Dalí. Al padre de los relojes blandos se le debe, como mínimo, la creación de tres cócteles. Uno de ellos es el casanova, un nada oculto tributo al reconocido seductor veneciano y que, según Dalí, tenía la particularidad de producir efectos afrodisíacos al momento. Su composición es 4 partes de brandy, 1 de Campari, jengibre, pimienta de Cayena y zumo de naranja. El pintor más célebre de Figueres es también autor de un tratado de vinos titulado «Les vins de Gala».

En el diccionario también nos topamos con Pío Baroja, que en «Desde la última vuelta del camino» recordó una velada pasada en compañía de un matrimonio, polaco él y francesa ella, que eran admiradores de su obra literaria y que invitaron al escritor a pasar unos días en su villa. «La señora casi no bebía y entre el polaco y yo nos zampábamos tres botellas de vino y una de champagne en cada comida. Es la época en la que mejor me he encontrado», confirmaba Baroja.

«Excelentísimos borrachos» también contiene entradas dedicadas a bebidas, desde el vino al champán, pasando por la cerveza o el carajillo. De esta última se recuerdan las descripciones que le dedicó John Dos Passos en su «Rocinante vuelve al camino», además de apuntar que el carajillo no es solamente español sino que también era bebido por Maskim Gorki, Carson McCullerrs o Joseph Roth. De la cerveza, Carlos Janín asegura que el primer texto conservado sobre ella es el poema épico sumerio del siglo X antes de Cristo «Poema del Gilgamesh».