Fele Martínez: “Cuidado con los supuestos demócratas”
El alicantino estrena «Reevolution», una cinta que señala el origen de la crisis, los nacionalismos y las revueltas sociales.
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Es en las tablas de un teatro donde Fele Martínez ha encontrado su particular territorio de pasiones y liturgias pero detrás de las luces de una cámara donde ha decidido mostrar una de sus caras más reivindicativas y viscerales. El actor alicantino estrena «Reevolution», un vaticinio cinematográfico escrito hace 17 años que de manera sorprendentemente acertada señala el surgimiento de la crisis económica, el auge de los nacionalismos y la explosión de las revueltas sociales como seña distintiva de nuestro tiempo. Nos sentamos en las sillas de Los tiernos, –un bar cuyo nombre podría servir para describir el carácter de Martínez– para ponernos momentáneamente las gafas con las que el actor de «Tesis» mira el mundo.
–¿Una revolución sin violencia es más efectiva o más peligrosa?
–Es mucho más sensata. Tenemos el ejemplo de la Revolución de los Claveles. Los que se sublevaron fueron los capitanes del ejército portugués y no se disparó un solo tiro, aunque esto pueda entrecomillarse. Una revolución sin violencia tiene mucho más peso porque en cuanto uno levanta la voz un poco más que otro, pierde la razón.
–Al tratarse de un trabajo tan alejado de registros anteriores, ¿cómo lo ha afrontado a nivel interpretativo?
–La sensación desde el principio era que estabas participando en algo trascendente. Todos tenemos en la cinta una raíz emocional sobre la que construimos los personajes que tiene que ver con el hastío, con la rabia, con el hartazgo. Y eso es algo que puede convertirse en algo muy poderoso. Resulta increíble pensar que el guión se formara hace 17 años y que ahora estemos en las mismas. Incluso te diría que peor.
–¿La obligación del Fele ciudadano es la misma que la del Fele actor a la hora de significarse políticamente?
–El Fele actor es el Fele ciudadano. No hay distinción. Fele tiene muchos compartimentos y aunque soy actor desde que me levanto hasta que me acuesto, también soy padre, soy pareja, soy hijo, soy amigo y hermano. Respeto que otros compañeros manifiesten públicamente sus ideas, yo prefiero no hacerlo porque no lo encuentro necesario. Enarbolar una bandera constantemente es algo que no va con mi carácter. Me significo cuando considero que tengo que hacerlo.
–¿Qué hacer cuando el otro piensa diferente?
–Escuchar. Me parece fundamental que cuando te encuentras con alguien que no piensa igual que tú, trates de entenderle. Es un ejercicio muy sano, aunque luego no compartas su planteamiento. La repetición de elecciones e ste domingo es una buena muestra de que no sabemos escucharnos.
–Para que el pueblo se levante, se manifieste o explote... ¿Hace falta que exista un líder que lo detone?
–No. Para que el pueblo se levante tiene que tensarse mucho la cuerda y tienen que estar los ánimos muy crispados. Primero se pone a la gente en lugares límite y después surgen los cabecillas.
–¿Cuál ha sido la mayor revolución de su vida?
–(Risas). Mi hijo es la revolución más grande del mundo y el mejor ejemplo de una no violenta. También te diría la participación en el levantamiento general que hubo contra la Guerra de Irak como consecuencia de una gran mentira gestada por el Gobierno de Aznar.
–¿Qué responsabilidad tienen los medios en el auge de la extrema derecha en nuestro país?
–Creo que tienen algo de responsabilidad, sí. Dar pábulo a las soflamas de alguien como Santiago Abascal en determinados medios es un ejemplo de esto. Lejos de ayudar a relajar el ambiente, lo agita. Defiendo la libertad de expresión, pero dentro de unas reglas. Los que se llaman a sí mismos constitucionalistas están cada dos por tres dándole patadas a la Constitución.
–En una era tan sobresaturada de información, por paradójico que pueda sonar... ¿Resulta fácil caer en la desinformación?
–Vivimos en la era de la inmediatez y eso tiene su parte buena y su parte mala. Accedes a la información mucho más rápido y con un volumen bastante mayor que antes, pero también te expones con más facilidad. Hay mucho tarado en las redes.
–¿Las tablas de un teatro le aportan lo mismo que los focos de una cámara?
–No. Los códigos son diferentes y el del teatro me genera mucha más pasión. El teatro es una liturgia, un acto sin pulir, directo, puro. El cine es más «mentiroso», más selectivo.
–¿La democracia está sobrevalorada?
–Es uno de los mejores inventos que ha podido parir el ser humano, por supuesto. Los supuestos «demócratas», los que se llenan la boca con la palabra democracia, con esos es con los que hay que tener cuidado.