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Fino Oyonarte: «Le he perdido el miedo a mí mismo»

Bajista de Glutamato Ye-Yé y los Enemigos, este imprescindible de la música presenta en solitario el bello disco «Sueños y tormentas».

Fino Oyonarte: «Le he perdido el miedo a mí mismo»
Fino Oyonarte: «Le he perdido el miedo a mí mismo»larazon

Bajista de Glutamato Ye-Yé y los Enemigos, este imprescindible de la música presenta en solitario el bello disco «Sueños y tormentas».

Fino Oyonarte (Almería, 1964) tiene sobre la mesa un ejemplar de las poesías de Raymond Carver, una libreta, un bolígrafo y más papeles que el periodista. El bajista de Los Enemigos, por resumir una carrera prolífica, está muy centrado en las palabras aunque presenta un disco en solitario, «Sueños y tormentas» (Buenaventura), que sorprende por su alejamiento del rock y su forma de cuaderno. «No fue premeditado, son ideas que fluyen de esa manera», comenta el músico, que superó en 2015 un grave problema de salud.

–¿Cómo se encuentra?

–Muy bien, fue un susto grande, pero me hizo recapacitar. No quiero darle demasiada relevancia, aunque tuve que parar y pensar qué quería hacer, porque mi vida siempre ha sido bastante intensa por cómo me enfrento a los trabajos. Soy muy apasionado y puedo estar funcionando 24 horas, sábados y domingos incluidos. Fue como vivir una segunda oportunidad y un enorme susto, me planteé qué quería hacer y tenía pendiente sacar esto desde dentro.

–¿Está zanjado el problema?

–Tenía dolores y pensaba que era el tabaco, pero en realidad estaba sufriendo microinfartos. Fui al médico y todavía celebro el 31 de marzo de 2015 como una especie de cumpleaños. El disco fue un poco balsámico, una especie de redención.

–¿Y ese cuaderno qué lleva?

–Lo inauguré con una letra del disco: «Cien pasos parecen trescientos». Después de mi convalecencia, me costaba mucho andar, tanto en sentido literal como en llevar todo este proyecto hacia adelante. Y esa frase terminó en el disco.

–Esperábamos un álbum de rock...

–Tiene muchos referentes del rock, pero me di cuenta de que las canciones se podían defender en acústico. Y luego le metí los arreglos de cuerda.

–Son maravillosos.

–Me ayudó Phillip Peterson a través de Daniel Lorca, de Nada Surf. Hizo algo extraordinario. Suelo cansarme de todos mis discos, pero hay cosas de éste que me siguen emocionando.

–¿Llega a aborrecerlos?

–Es como los chiquillos, que acabas harto de ellos. Yo no tengo hijos, aunque supongo que a ratos te gusta jugar con ellos. O con los de los demás, pero un ratito (risas).

–Le veo leyendo a Carver. Este es un disco literario.

–Soy muy seguidor de la forma tan natural en que cuenta las cosas de la pareja y de la sociedad, de cómo ser capaces de expresar el día a día sin artificios. Con naturalidad. Me identifico con eso, no quiero que haga falta un manual para entender canciones.

–Hay un recuerdo paterno.

–«Huellas en el tiempo» es una historia de amor, la de mis padres. Es la marca que dejan en tu vida, por amor. Por lo que me han enseñado, por la muestra de amor que han sido, lo que me han dado y me siguen dando. Y esos valores de solidaridad y de libertad que me otorgaron. Se lo agradezco con esto que es muy poco, pero va a quedar ahí.

–¿Es tan autobiográfico el álbum como parece?

–Es posible que sí. Me doy cuenta de que hay quien lo hace en un libro, pero mi vida y mis deseos me han cabido en una canción.

–Se ahorra tener que escribir una autobiografía.

–Estoy escribiendo más que antes: diarios, alguna poesía... sin la intención de publicar. Veremos dentro de un tiempo, me ha costado hacerlo.

–¿Por pudor?

–Sí, pero le estoy perdiendo el miedo a mí mismo. Ha salido este disco porque tenía algo pendiente. Mirar al interior.

–Canta a la casualidad de terminar en Madrid.

–Fue lisérgico. Estaba en el 85 en un lugar de Almería que ahora es muy conocido, San José, pero entonces había un solo teléfono en el pueblo. Había un cortijo donde se juntaban unos hippies, de aquí y de allí, y el día que aparecí estaban unas diez personas. Entre ellos, Iñaki Fernández de Glutamato Ye-Yé y también Joe Strummer. Y me ofrecieron ahí poder ir a Madrid y me presenté en el local con mi bajo y nada. A los cuatro meses me llamaron para tocar en San Isidro y estuve en la última gira de Glutamato. Me metí en el concierto aquel de Camoens, justamente en el epicentro de todo. Eso cambió el curso de mi vida.

–Estaba Joe Strummer.

–Sí, no llegué a hablar demasiado... íbamos todos en plan alucinógeno. Imagínate que él me ofrece el puesto de bajista y me tengo que pegar con Paul Simonon...

–Ahora ha vuelto a autoeditarse.

–Y es un coñazo, menos mal que me ayudan. Pero me piden que me haga un Instagram y un Twitter...

–Hasta ahí podíamos llegar.

–Ya ves. Son necesarios, pero para mí son demasiado.

–La editorial, Libros de ruido, ya no funciona.

–No. está parada. Me lo tomé como todo, muy personalmente. Lo bueno es que hoy se edita mucho sobre música y no lo tengo que hacer yo. Ahora mismo no voy a hacer lo que he hecho toda mi vida, decir que sí a todo y estar con cinco frentes abiertos.