Francesca Thyssen: «No nos interesa vender como una galería»
La hija del barón Thyssen inaugura a lo grande en Madrid una nueva oficina de su fundación TBA21, que tiene sede en Viena, y de la que Carlos Urroz es director
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Desde antes de las cuatro de la tarde de ayer la calle Amor de Dios «era un ir y venir del carajo», que escribiría García Márquez. Justo el día en que Apertura celebraba su décimo aniversario y 49 galerías de Madrid abrían sus puertas simultáneamente al nuevo curso artístico, la hija quizá más alocada, más vital del barón Heinrich Thyssen desembarcaba en la capital con una oficina en pleno barrio de Huertas. Casi nada. Todo el que quería dejarse ver estaba en un espacio que se quedó pequeño casi antes de inaugurarse y que convertía al número 1 de la vía en el edificio con más arte de Madrid (comparte espacio con la galería Leandro Navarro, que ayer no dejaba de recibir visitas y halagos por la magnífica exposición de obras de Nieva y José Hernández).
Francesca posee el aspecto de una adolescente, la fuerza de una jovencita con posibles que hubiera decidido escaparse de casa para vivir su vida. Sin embargo, a sus sesenta y un años se ha convertido en una de las coleccionistas más importantes de arte contemporáneo y una mujer que tiene palabra en el mundo del arte.
Se la veía feliz, contagiaba buena energía vestida de blanco (con una camiseta que dejaba una paleta entera llena de color a una de las mangas, que acababa en un corte asimétrico) y con unas deportivas del mismo color. La flanqueaba todo el equipo directivo del Museo Thyssen, con Guillermo Solana al frente, mientras Carlos Urroz recibía sus parabienes y avanzaba con orgullo lo que es este proyecto nuevo: «Vamos a producir proyectos de otros artistas contemporáneos a gran escala, trabajos que tengan contenido medioambiental», que es una de las bases de la filosofía de su fundadora.
Habrá dos exposiciones al año, en virtud del acuerdo firmado meses atrás con el Museo Thyssen, que se exhibirán en las sala stemporales del centro y cuyo programa arranca el próximo 24 de septiembre. Esta fundación no hará sino acrecentar la ya de por sí rica y variada oferta de arte madrileña con un peso pesado de calibre. «Nosotros tenemos una manera diferente de coleccionar. No compramos lo de siempre, lo que pueda verse habitualmente», comenta Francesca detrás de una preciosas gafas marrones y negras y añade que «en este proyecto no nos interesa vender como si fuéramos una galería», informa Efe. Habla con entusiasmo de los artistas a los que tiene en la fundación. Da la impresión de que los conociera a todos, de que los hubiera visto trabajar en sus estudios a todos, de que hubiera compartido una cerveza con todos. O casi todos.
A Jamaica a los seis meses
Lo suyo tiene otra deriva y unas bases claras que apuestan por sacar a la luz un lado reivindicativo del arte de quien posee una clarísima conciencia medioambiental: la situación límite de los mares, llenos de todo menos de peces. «No todo es comprar y comprar», asegura en cuanto al arte. Y en efecto, comprar no lo es todo. Mientras presenta su proyecto con cierta emoción contagiosa en cada frase, en una pantalla detrás se pueden ver obras de su colección: Pipilotti Rist, Olaffur Eliasson, Sarah Lucas, Ernesto Neto, Allan Sekula, Noa Eshkol, Simon Sterling. Tiene una frase para cada uno de ellos. Y recuerda los años de juventud junto a su padre, quien le descubrió el arte, un veneno al que no puede sustraerse. Cuando tenía apenas seis meses viajó con sus padres a Jamaica. Y ya nunca abandonaría su pasión por la isla.
Casi hasta las lágrimas
Francesca Thyssen escuchó con atención las palabras de Guillermo Solana y cuando le tocó el turno de hablar dijo que la había emocionado casi hasta las lágrimas. El director artístico del Museo Thyssen se refirió a la materialización de un deseo largamente acariciado y entre ambos que ahora ya es un hecho. Sus sueños, locuras soñadas,
dijo él, ya son una realidad.
La imposible conexión vía «streaming» con Cecilia Bengolea
Hubo problemas ayer para conseguir una conexión vía «streaming» con Cecilia Bengolea desde Jamaica. Se intentó, pero la tecnología, maldita sea, fallaba sin parar. La intención era presentar ayer su pieza en producción, «Dancehall Elevation», de 2019, aunque la cosa se frustró a pesar de los denodados esfuerzos del performer Craig Black Eagle, uno de sus más cercanos colaboradores, que hizo todo lo posible para que pudiéramos disfrutar de la pieza. Sin embargo, no será hasta el día 24 cuando se inaugure la primera de las dos exposiciones de la Fundación en el Museo Thyssen, con el título de «Más-que-humanas», una muestra conjunta de Dominique González-Foerster y Tomás Saraceno, comisariada por Stefanie Hessler (curadora de TBA21 y nombrada recientemente directora del Kunsthalle Trodheim). Según adelantó ayer Carlos Urroz, TBA21 pretende colaborar con otras instituciones artísticas, y así dialoga con Matadero, el Museo Reina Sofía, por citar solo dos centros. Francesca Thyssen posó en plena calle y se divirtió en su puesta de largo en Madrid mientras lo viandantes se preguntaban: ¿Quién es?