Gay Talese: «El periodismo más puro es el deportivo»
El legendario escritor, que acaba de reunir sus crónicas deportivas en «El silencio del héroe», habla de política, censura y periodismo en esta entrevista
El legendario escritor, que acaba de reunir sus crónicas deportivas en «El silencio del héroe», habla de política, censura y periodismo en esta entrevista
Gay Talese, de 81 años, prefiere que esta vez nuestro encuentro sea en la cafetería del Hotel Pierre. Considerado, junto con Tom Wolfe el padre del «Nuevo Periodismo», el bueno, el que todos queremos hacer, sus historias evocan un Nueva York que ya no existe. Para responder a las preguntas usa la misma técnica que le ha hecho famoso y que aprendió de su madre cuando atendía a los clientes en su tienda. Les dejaba hablar. Que estuviesen tranquilos. Un logro en el Manhattan de hoy. El reportero acaba de publicar en España «El silencio del héroe» (Alfaguara) donde recopila sus artículos más famosos, los que publicó en revistas como «New Yorker», «The New York Times» o «Esquire». Antes de comenzar, ya sabe lo que pienso y toma la iniciativa. «¿Qué preguntas tiene para mí? Da igual. Pero tiene que conseguir hacerse con una historia, ¿de acuerdo? Se ha escrito mucho sobre la manera en que yo trabajo y por eso sobreentiendo que usted no quiere lo mismo. Entonces, ¿qué puede hacer? (Sonríe). Me inventaré algo».
–¿Existe un punto en particular que le gustaría comentar?
–Vamos a ver. Escribe para un periódico, ¿verdad? Quizá este artículo podría incluirse en la sección de deportes. ¿Fútbol? ¿Baloncesto? ¿Tenis? ¿Golf? En golf tienen a Sergio García, los hermanos Gasol, que son maravillosos, en baloncesto, y a Rafael Nadal, en tenis.
–El deporte es lo que trata sobre todo en «El silencio del héroe».
–No fue mi idea. Querían una expresión o ejemplo de mi trabajo durante un período de 50 años. Ahora tengo 81. Pero hace un recorrido desde que tenía 16. Por cierto, ¿la grabadora está funcionando bien?
–Sí, está grabando. ¿Por qué no ha hecho usted la selección de los artículos?
–Fue una persona joven. Ha leído lo que escribo durante mucho tiempo. Me dijo algo con lo que estoy de acuerdo, que los deportes son un ejemplo maravilloso de la naturaleza humana. Y que son muy reveladores, más que la política. Los deportes son observados por miles y miles de personas. El reparto de actores que trabaja en deportes cambia cada dos años. Y tienen sus fracasos y sus éxitos. Tienen sus lesiones y, también, recuperaciones de sus lesiones en las piernas o la cara.
–Como la vida...
–Es terrible. Si uno lee las páginas de Deportes aprende mucho de la vida. En las páginas sobre el Ejército hay mucha censura. O la gente miente. Como, por ejemplo, en Siria. Los rebeldes te dicen: «Hemos tomado las mezquitas». Pero, luego, te viene la gente de Assad y te dice: «No, no, nosotros tenemos el control». Así, no se sabe a quién creer. Y por otra parte ya no hay reporteros en los que se pueda confiar. Que digan la verdad. Incluso ellos tienen prejuicios. Pero, el deporte es puro. Y transparente. Lo ves. Y después del partido, hablas con la persona. Puede ser un jugador de fútbol, un matador (co-mo llaman a los toreros los estadounidenses) o un jugador de tenis. Les preguntas sobre algo que has visto. Ellos lo han vivido desde dentro. Tú, desde el palco de la prensa. Hablas de ello y es, repito, muy transparente.
–Lance Armstrong se dopó para ganar el Tour de Francia...
–No estoy diciendo que se tenga que tolerar eso. Creo que hay que ver las cosas desde diferentes lados. Todos los atletas están bajo una presión tremenda. Si uno dice que tiene dolor o que está lesionado no puede trabajar. Eso significa que alguien más va a jugar. Y si lo hace muy bien, el otro ya no tiene que hacerlo, y se queda sin trabajo. Así, de fácil. En cambio, Lance Armstrong no quería perder su trabajo. Aunque también era muy competitivo. No quería ser el número tres. Quería ser el número uno. ¿Por qué? Porque la gente deseaba que fuese el número uno. Igual que Tiger Woods.
–¿Sólo existe transparencia en los deportes...?
–Nada es transparente cuando cubrimos Wall Street. ¿Qué se puede ver? No se ve quién roba. ¿Cómo se sabe quién roba en Wall Street un millón de dólares? Los abogados les protegen. Cometen crímenes. Los políticos también. Se coge a alguno de vez en cuando. Se cogió a Nixon. Sí. A Clinton,un poco con lo del sexo. Pero no a la mayoría de la gente.
–Barack Obama lleva ya tres escándalos: Bengasi, AP y Hacienda.
–Sí, pero creo que no vamos a saber la verdad. La señora Clinton no va a decirla (en referencia al escándalo de Bengasi). Los drones que matan a la gente... ¿cómo sabemos si esas personas son terroristas? Porque alguien de la CIA lo dice. Pero, ¿lo sabemos con seguridad?
–Obama está hablando ahora sobre la política contraterrorista y los drones.
–No me interesa. Lleva años utilizando drones. Podría haber dicho algo antes. Es una locura cuando el gobierno justifica las cosas en nombre de la seguridad nacional.
–¿Le han censurado alguna vez?
–Alguna vez el gobierno me ha pinchado el teléfono. Cuando estaba escribiendo sobre la Mafia. Me cortaron la tarjeta American Express. La usaba para ir a cenar con los gángsters. Me perseguía el gobierno y Hacienda. Pero, aparte de eso, nunca me han censurado. Sin embargo, mi gobierno sí censura a la gente todo el tiempo. La persona sobre la que es interesante ahora escribir es Julian Assange. El de Wikileaks. Está en la residencia del embajador de Ecuador en Londres. Y preocupado por si le mandan a Suecia. Por ese asunto del escándalo sexual, que quizá se lo hayan inventado. No confío en esas mujeres. Él ha destapado a Estados Unidos. Ha destapado al poder.
–Hay un debate sobre si se considera periodismo Wikileaks.
–Muchos diarios utilizaron su información. De repente, le criticaron. Dijeron: «Ah, él no es como nosotros. No deberíamos proteger sus derechos. No es uno de los nuestros». Pero la prensa no hace ningún tipo de reporterismo de investigación. No investiga a los gobiernos. En ninguna parte del mundo. Ahora el poder está tan centralizado... En los negocios y sobre todo en la publicidad. Y si los periódicos a veces publican ciertas cosas, los anunciantes se van. Hay gente que apunta con el dedo a los otros y dan las definiciones. ¿Quiénes son esos? Los que tienen el poder. Esta práctica corrompe. Si uno no tiene poder, las palabras no valen nada. Si uno tiene poder, las palabras son muy poderosas. Se puede determinar quién va a ser acusado. La gente que no tiene poder es la que suele perder la guerra. Por eso pienso que los deportes son puros. La política internacional está llena de mentiras.
–¿Pueden hacer algo los reporteros contra eso?
–Sí. El problema es que los propios reporteros tienen lavado el cerebro. Cuando yo era joven, la gran historia era Vietnam. El gobierno mintió y decían que estábamos ganando la guerra. «The New York Times» escribió sobre lo que estaba pasando en realidad. Desde el 11 de septiembre, el reporterismo se ha reducido. Si una publicación es crítica, se le acusa de no ser patriota. Ahora los reporteros van empotrados con los militares en los tanques en la guerra, y se han convertido en los grandes agentes de prensa del departamento de Defensa.
–¿Tiene algún trabajo inédito?
–¿Quiere decir si hay algo que se publicará cuando muera? (Ríe). Tengo muchas cosas sin publicar. Las guardo. Ahora estoy trabajando en una pieza para «New Yorker», que empecé hace 30 años porque una de las personas no quería que escribiese su nombre. Y ahora sí puedo. Odio cuando se pone en los artículos fuentes consultadas y la gente no quiere dar su nombre. Desean airear las cosas. Quieren decirlas. Pero no que aparezcan sus cosas. Deben ser responsables.
–Hábleme del «búnker» de su casa donde guarda todos sus archivos.
–Bueno, lo tengo guardado por temas y publicaciones. En cajas. Guardo recortes. Fotografías. Me gusta ver las fotografías. (Sonríe).
Ali: «Camina sin ayuda, pero sus movimientos son lentos»
«Aunque Muhammad Ali tiene ahora cincuenta y cuatro años y lleva más de quince retirado del boxeo, sigue siendo uno de los hombres más famosos del mundo, identificable en los cinco continentes; y mientras atraviesa el vestíbulo del hotel Nacional en dirección al autobús, ataviado con un traje gris de zapa y una camisa blanca de algodón abrochada hasta el cuello y sin corbata, varios huéspedes se le acercan y le piden un autógrafo. Tarda treinta segundos en escribir «Muhammad Ali», tanto le tiemblan las manos por el efecto de la enfermedad de Parkinson; y aunque camina sin ayuda, sus movimientos son lentos, y Howard Bingham y la cuarta esposa de Ali, Yolanda, le siguen de cerca» (Esquire, 1996).
Floyd Patterson: «Sufre siendo un peso pesado»
«El dramático triunfo de Floyd Patterson sobre Ingemar Johansson el pasado junio –un retorno que a nivel internacional sólo fue superado por el de Haile Selassie– volvió a convertirle en un gran héroe, aunque no cambió su manera de ser; sigue siendo un peso pesado ascético, un hombre cuyos hábitos ya hace mucho que desconciertan a los epicúreos del boxeo, a los gorrones y a los listillos de las finanzas. A Patterson le sientan bien la soledad y meditación, y a menudo reza. Antes del primer asalto de cada combate se santigua, pero nunca reza para ganar; lo único que pide es que ni él ni su oponente sufran ninguna lesión grave, y eso mismo es lo que hará antes del primer asalto el 13 de marzo en Miami Beach, la noche en que arriesga su título contra Johansson» (New York Times, 1961)
Sonny Liston: "Un alma sensible y amable"
«A Sonny Liston, al que se ha proclamado el hombre más duro que ha tenido Chicago desde Dillinger –incluso se ha sugerido que Liston no le tiene un gran aprecio a Robert Frost–, de hecho es un alma enormemente sensible y amable, ha dicho hoy su mánager, y a continuación ha intentado demostrar su afirmación.
–Liston –dijo Jack Nilon– tuvo el otro día de visita a seis u ocho grupos de chavales de los reformatorios de Chicago, y les hizo sentar a todos para darles un buen sermón.
–A todos les regaló fotos firmadas y una Coca- Cola –dijo Archibald Pirolli, el relaciones públicas de Liston.
–Una Pepsi Cola -dijo Nilon.
–Pero –añadió Pirolli– el público sólo quiere saber el historial delictivo de Liston. Hasta ahora se han escrito 9.635.721 palabras acerca de sus antecedentes». (New York Times, 1962).