Goya sale de su encierro
Hace un año, dos pequeños lienzos de temática religiosa llegaron a Alcalá Subastas. Su dueño acudió a la sala para informarse sobre una potencial venta de lo que él creía pinturas españolas del siglo XVIII. Las sospechas sobre la autoría de ambas obras, consideradas anónimas, no tardaron en surgir: desde un primer momento los responsables de la sala de subastas creyeron hallarse ante creaciones de Goya. Guiados por esta intuición, contactaron con Richard de Willermin, experto en pintura española e italiana de los siglos XVII y XVIII de la citada sala. Tras un examen de dichos lienzos, el especialista dictaminó la autoría de Goya. Así lo adelantó LA RAZÓN en enero de este año. La sala de subastas lo negó, y nada más se volvió a saber de las obras. Sin embargo, todos los expertos consultados apuntaban a la autoría del genio de Fuendetodos. Ayer, la revista especializada «Ars Magazine» dio un paso más allá al asegurar que estas dos obras de carácter religioso, «Huida a Egipto» y «Muerte de San Alberto de Jerusalén», son, efectivamente, de Goya. Tras la publicación en este diario, Fernando Rayón, director de la revista, recordó que Fernando Tabar, catedrático emérito de Historia del Arte en la Complutense, le había hablado de su existencia.
Sin pruebas científicas
Así que este verano volvió a contactar con el catedrático para que investigara el tema. Tabar había visto las obras en 2008, en la exposición «Callada belleza. Arte en las clausuras de Cuenca». «Desde que las vi no me cupo la menor duda», asegura el catedrático. «Es una cosa que se ve o no se ve», aseguró. Tabar acababa de publicar la existencia de otro Goya, «La Virgen con san Joaquín y santa Ana» «y dejé pasar el tema. No me preocupó demasiado, la verdad». La llamada de «Ars Magazine» reactivó la investigación, que, sin embargo, no incluyó estudios científicos. «Respeto ese tipo de pruebas, pero no son imprescindibles; no pueden demostrar que se trate de un pintor u otro», añade. El catedrático no volvió a ver las obras en directo. «La magnífica calidad de las fotografías de la muestra me permite afirmarlo con contundencia», comenta. Tampoco las habituales comprobaciones de pinacotecas como las de El Prado tuvieron lugar; para Rayón y el propio Tabar su diagnóstico, basado en la simple observación, era suficiente.
En la actualidad, ambos lienzos se hallan guardados en el convento de clausura de las Carmelitas Descalzas de Cuenca. Allí, sin embargo, no creen en la famosa autoría. «Cuando el catedrático nos dijo que podía tratarse de dos Goya, allá por 2008, vinieron unos estudiosos a examinarlo y nos dijeron que no, que nos equivocábamos. Dimos gracias a Dios por ello, la verdad. Habría significado un revuelo tremendo para el convento», nos cuenta una monja de esta orden. Lo que quizá ellas no sepan es que estos lienzos viajaron a Madrid con la intención de ser vendidos, que permanecieron unos días en la sala de subastas para, después, regresar a la clausura del convento. Tampoco sabrán que, tras ser analizadas en Madrid, De Willermin llegó a la misma conclusión que a la que el catedrático había llegado cuatro años antes.
No es la primera vez que este especialista se enfrenta a un hallazgo similar: en 2003, descubrió en la casa de una familia madrileña otros dos óleos sobre lienzo de Goya de temática religiosa, pintados hacia 1787, que fueron analizados por el Prado. Aunque la pinacoteca no llegó a pronunciarse sobre su autenticidad por no poder hablar oficialmente de obras que están en el mercado, razón por la que tampoco quiere pronunciarse sobre este hallazgo, no dudaron en que ambos eran de Goya. Estaríamos, así, ante un caso muy parecido: dos lienzos de pequeño tamaño y de temática religiosa.
De 35 por 60 centímetros, como describimos el pasado enero, «el primero de ellos representa una historia de la infancia de Jesús y la vida de la Virgen –la "Huida a Egipto"–. El otro es un episodio hagiográfico de martirologio, representado en muy pocas ocasiones fuera del ámbito carmelitano: la "Muerte de san Alberto de Jerusalén"», firma el catedrático en «Ars Magazine», que fecha las obras alrededor del 1772-1775, momentos antes de que el genio de Fuendetodos se marchara a Madrid, y que ambas tienen como punto de partida «Cuaderno italiano», conservado en el Museo del Prado.
Preguntas sin respuesta
¿Con qué intención salieron estos lienzos del convento con dirección a una sala de subastas? ¿Por qué, si la mayoría de los expertos coinciden en la autoría incluso sin pruebas científicas, el convento los mantiene guardados? Son por el momento preguntas sin respuesta sobre dos cuadros alrededor de los que ha girado cierto secretismo, que podría explicarse por la propia dinámica del mercado del arte. Aunque estas obras estén en manos privadas, si fueran de Goya, el Estado tiene derecho de retracto, por lo que el propietario no podría sacar los lienzos de España. De hecho, otros hallados en 2003, que reproducen las escenas de la Sagrada Familia y Tobías y el ángel, fueron finalmente adquiridos por el Estado con destino a El Prado, el poseedor de la colección más importante de Goya junto con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. La dirección general del Patrimonio también está en potestad de no permitir una venta en el extranjero y calificar las obras de inexportables. En todo caso, las atribuciones a los grandes pintores suelen venir acompañadas de fuertes polémicas, y suelen ser necesarios diversos estudios para que una institución autorizada se pronuncie sobre esta cuestión. En todo caso, los especialistas aseguran que no es habitual en la actualidad que los coleccionistas privados saquen a la venta cuadros importantes. A juzgar por las palabras de las Carmelitas Descalzas de Cuenca, en el convento permanecerán. Al menos, por el momento.
En la cabecera de un dormitorio
Fue pintado en Zaragoza en la etapa posterior al viaje a Roma del pintor. «La virgen con san Joaquín y santa Ana», un óleo no muy grande, que no llegaba al metro y pintado hacia 1774, antes de que el artista se marchara a Madrid, se confirmó en 2011 que había salido de la mano del pintor. El historiador Fernando Tabar publicó un estudio en el que explicaba el por qué de la autoría. En aquel momento, expertos de las instituciones más solventes pudieron estudiar a fondo la obra para despejar dudas acerca de la autoría del pintor. La obra ha pasado por diversas vicisitudes y poco más se sabe de sus actuales propietarios, una familia de Vitoria que la adquirió en su momento por su belleza, sin tener en cuenta que podrían tener un Goya en casa. Estaba en la cabecera de un dormitorio.