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Granados, del Olimpo al fondo del mar

La Razón

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Dicen que Enrique Granados no sabía nadar, por lo que no era nada de extrañar su aversión a los barcos. Tampoco le hacía gracia ir a Nueva York, pero aquel viaje era su encumbramiento internacional. Llegaba el sueño de estrenar aquella ópera que no nació como tal, sino a partir de unas piezas para piano a las que se añadió texto y orquesta. Las 7 escenas de «Goyescas» habían triunfado en la Sala Pleyel en 1914 y hasta obtuvo la condecoración de la Legión de Honor. París le encargó la ópera y Granados la trabajó en Suiza, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial impidió el estreno en Europa.
El Metropolitan lo programa para la temporada 1915-16. El matrimonio empieza el viaje en Barcelona con presagios y temores, pasa por Cádiz y el buque «Montevideo» es inspeccionado por la armada francesa en alta mar. Tras 15 días desembarcan en Nueva York, ciudad que lo acoge con enorme cariño. Los días pasan entre cócteles y los ensayos que dirige Pablo Casals. El empresario le pide un intermedio, quizá porque lo tenía «Pagliacci», la ópera que acompañará la de Granados, y éste escribe la que se convertirá en una de sus piezas más populares. El 28 de enero de 1916 se estrena, nada menos que con Giovanni Martinelli y Giuseppe de Luca en el reparto, mientras Caruso canta en «Pagliacci». Triunfa, aunque la obra no llegara después a ser repuesta en el Met. Ha de retrasar su vuelta a casa porque el presidente de EE UU le invita a una recepción. En vez de realizar directamente Nueva York-Barcelona en buque bajo bandera española, tienen que hacerlo bajo bandera holandesa hasta Inglaterra y de allí a Francia bajo francesa. Fue advertido del peligro, pero ya tenía prisa por regresar. El 11 de marzo salen de Nueva York tras una despedida emocionante. El 19 llegan a Falmouth y el 24, tras pasar unos días en Londres, el matrimonio embarca en Folkestone rumbo a París en el Sussex. Sólo unas horas después, un submarino alemán lo confunde con un minador, lo ataca y parte en dos. ¿Cómo murió el matrimonio? Hay narraciones diversas, la más romántica cuenta que él fue recogido en una lancha pero, al ver a su mujer en el agua, se lanzó a socorrerla y, sin él saber nadar, ambos se hundieron abrazados.
La noticia causó repercusión y homenajes. Casals promovió uno en el mismo Met, en el que intervinieron Fritz Kreisler, María Barrientos, John McCormack y Paderewski interpretó la «Marcha fúnebre» de Chopin con un candelabro encima del piano como única luz.
Nos dejó las obras ya citadas, «María del Carmen», las «Tonadillas», los «Valses poéticos», las «Escenas románticas», etcétera y una escuela de piano que tuvo grandes frutos, pero ¿cuál sería su legado de no haber fallecido a la edad de ciencuenta años? Esperemos que España, cicatera en homenajes a sus músicos, sepa romper con esta tradición.