«Gremlins»: un bicho raro que vuelve por Navidad
La comedia ácida dirigida por Joe Dante y producida por Steven Spielberg vuelve a la cartelera a partir de mañana. Uno de los clásicos de los 80 y una película que no suele faltar en los listados de filmes navideños, de la que ya se anuncia una tercera parte más negra y cruel. Bienvenido, de nuevo, Gizmo.
La comedia ácida dirigida por Joe Dante y producida por Steven Spielberg vuelve a la cartelera a partir de mañana. Uno de los clásicos de los 80 y una película que no suele faltar en los listados de filmes navideños, de la que ya se anuncia una tercera parte más negra y cruel. Bienvenido, de nuevo, Gizmo.
Año 1984. El cine hace treinta y tres años distaba bastante de ser lo que es hoy. Que se lo pregunten a Steven Spielberg, que del tema sabe una barbaridad. Pues bien, ese año llegó a las salas una cinta familiar con toques de terror. Solo alguien como Joe Dante, director del filme que nos ocupa, podía dar forma a una película como «Gremlins» (la opción con que coquetaba Spielberg, que era poner tras la cámara a Tim Burton, fue deshechada, ya que el «padre» de «Eduardo Manostijeras» en aquellos años no había dirigido ningún largometraje: digamos que estaba aún «verde»). Por cierto, ¿qué significa el término «gremlin»? Se hizo popular durante la Segunda Guerra Mundial para designar a los fantasmas o pequeños seres invisibles capaces de causar desperfectos mecánicos en los aviones. Destruían, lo mismo que hacen los seres de la película. En pleno verano y con la sala refrigerada la cinta nos trasladaba a los fríos navideños. Amblin, la productora spielbergiana (Katleen Kennedy y Frank Marshal fueron los otros dos miembros fundadores), ya había puesto en el mercado «El chip prodigioso» (1987), donde descubrimos la rubia cabellera de Dennis Quaid, «Regreso al futuro» (1985), con la impagable presencia de Michael J. Fox, cuya fama ascendió como la espuma tras participar en el filme, «Quién engañó a Roger Rabbit» (1988), «Fievel y el nuevo mundo» (1986) y «El pequeño dinosaurio» (1989), entre otros.
Ratas de apartamento
Así, cuando Chris Columbus llegó a la productora lo hizo con un guión poco o nada convencional bajo el brazo, lo que se denomina en el argot un «spec», es decir un texto escrito sin encargo que medie. ¿De dónde le había surgido la inspiración? Aunque pueda parecer decepcionante para los incondicionales de la película, que son legión, de su propia experiencia cuando vivía en Nueva York en un apartamento por el que las ratas corrían como si estuvieran en plena competición olímpica. Con este panorama de roedores campando a sus anchas por el piso, el guión que había urdido Columbus era bastante más gore que el que vimos en pantalla, pues los Gremlins mataban al perro de la familia, decapitaban a la madre, primero, y después la arrojaban escaleras abajo. Demasiado sangriento para que pudiera venderse en la categoría de «película familiar». Había que rebajar el tono y las bolsas de sangre de mentira. No obstante, el guionista no se ha dado por vencido y ya anuncia que la tercera entrega de esta saga que promete multiplicarse será «más oscura y sangrienta. Empezar a rodar es una cuestión de presupuesto. Quería volver al tono retorcido que tenía la primera cinta. Me pareció que era un punto muy fácil al que regresar para empezar a escribir de nuevo, así que esperamos ver esta película lo más pronto posible», ha asegurado.
Spielberg, retoques posteriores de por medio, se interesó inmediatamente por la lectura del texto. «Es una de las cosas más originales que había visto en años», exclamó. La idea era fresca, poseía toques francamente divertidos y estaba en la línea de Amblin. Dante sería el elegido para mezclar casi a partes iguales dosis de terror, fantasía y ternura, aunque se le fue la mano en la primera versión, con un metraje de más de ciento sesenta minutos que fue aligerado hasta los 106, bastante más digerible. El estreno estaba previsto para la Navidad de 1984; sin embargo se adelantó a la época estival y se lanzó el mismo día que lo hacía «Los cazafantasmas», otro de los títulos emblemáticos de los años ochenta. La ausencia de «blockbusters» estivales forzó el estreno en los meses de estío. Todo un acierto.
La cinta arrancaba cuando Billy Peltzer llegaba a su casa. Cerraba la puerta y una de las espadas cruzadas que adornaban la pared del salón se descolgaba. El joven tenía un buen trabajo, una novia preciosa y unos padres adorables. Todo perfecto. Demasiado. El regalo de Navidad al joven sería el desencadenante de la tragedia. Cómo olvidar el cartel en que emergían unas misteriosas manitas del interior de una caja. «Tu nueva mascota», le decía al chico su padre. No era ni un perro, ni un gato, ni nada que se le pudiera parecer de lejos. Un animalillo peludo con ojos enormes. «Hay unas normas que debes cumplir», le advertía al chico su padre. «Si lo mojas se multiplicará. Nunca, nunca le des de comer después de medianoche. Si lo haces se transformará» en un ser listo, malvado y peligroso. Un despiste llevaba a la angelical criatura bautizada como Gizmo a convertirse en un despiadado ser. Y ahí comenzaba una aventura llena de emociones en la que las criaturas horripilantes se adueñaban de la pantalla y del público. Impagables las escenas en la que los malévolos personajillos están viendo una película en 3D con las gafas de colores o la imagen que se nos quedó grabada en la retina: la madre de Billy Peltzer, harta de tanto ser indómito mete a uno de ellos en una batidora y a otro lo achicharra en el microondas (era el año 1984 y ese tipo de aparatos eran aún una rareza en nuestro país). La cinta, que consiguió un pleno en la taquilla (239 millones de 1984 y un segundo puesto el primer fin de semana de su estreno solo por detrás de otro clasicazo, «Los cazafantasmas») y generó una euforia que aun hoy se conserva, recibió duras críticas por algunas de las violentas escenas que exhibía.
Encabezaba el reparto un actor no demasiado conocido en aquellos años, Zach Galligan; sin embargo, Spielberg se empeñó en contar con él para el papel protagonista por la química que había surgido entre él y Phoebe Cates, que se convertiría en una de las actrices que explotaron en los años 80. Hoy, desgraciadamente, las carreras de ambos no han conseguido despegar (a pesar de que el actor ha trabajado en una gran cantidad de títulos), aunque en 1990 volvieron a coincidir en la segunda parte de «Gremlins». Quién sabe si la tercera entrega los volverá a reunir.
Por cierto, ¿no les suena el pueblo de Kingston Falls, donde transcurre la acción? Fue un guiño de Columbus –un joven de 25 años cuando escribió este guión pero que sabía perfectamente lo que quería y a quien debía dirigirse para conseguirlo, a su admirado Frank Capra– pues el pueblo donde transcurría la acción de esta mítica película de 1946 se llamaba Bedford Falls. ¿No les parece demasiada casualidad?.