Helmut Newton, el marido de June
Un volumen editado por Taschen, “Us and Them”, recoge los retratos que ambos se hicieron entre sí y las fotografías que tomaron a grandes figuras de Hollywood. ¿Fue ella la verdadera provocadora de la pareja? Probablemente, sí
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Un volumen editado por Taschen, “Us and Them”, recoge los retratos que ambos se hicieron entre sí y las fotografías que tomaron a grandes figuras de Hollywood. ¿Fue ella la verdadera provocadora de la pareja? Probablemente, sí
Cuando June Newton recibió de regalo una cámara de vídeo tardó poco tiempo en aprender a utilizarla. Ella se bastaba sola para conocer los pocos trucos que aquel objeto de deseo le planteaba. Su marido Helmut se convirtió en el centro de sus filmaciones, como recogió en el documental “Helmut by June” (1995), grabado en diferentes partes del mundo, de Antibes a Hollywood pasando por París. Ella está tras la cámara y graba a una modelo rubia que mordisquea sensualmente una flor. “Dicen de él que es un explotador de mujeres”, se la escucha decir con su voz en off en el filme. Delante de su objetivo pasan desde Cindy Crawford con veinte años menos a Sigourney Weaver, Claudia Schiffer o un Gianni Versace en modo emperador (a su lado, atenta, una irreconocible Donatella del año 95, con el rostro aún virgen de botox). “Genial”, exclama el diseñador después del disparo de la cámara. Su mansión en el lago Como es una escenografía teatral en toda regla. June graba a su esposo mientras desayuna y da vueltas con desgana a una taza de café, al tiempo que juguetea con una calzoncillos que rompe frente a la cámara, tumbado en un sofá de piel mientras atiende una llamada telefónica. Le sigue en la sesión concertada con Pavarotti en la que el tenor se tapa la cara, frunce el ceño, se ríe y le reta a posar sin camisa al tiempo que no para de apretar el obturador de la cámara. De fondo, “Cavalleria Rusticana”, de Mascagni, “La Bohéme”, de Puccini y “La ópera de los tres peniques”, de Kurt Weill. Newton pinta sus deportivas blancas, mira por la ventana y trata de que Billy Wilder se relaje y pose con las manos detrás de la cabeza en una imagen ultrareproducida. La película acaba con un beso a la cámara del fotógrafo: para June.
Ambos se conocieron por casualidad, como la mayoría de las grandes cosas que suceden. Se enamoraron casi de la misma manera y se comprometieron como si de un juego se tratara. “No puedo ofrecerte nada. Estas loca si me aceptas”, cuenta June que él le dijo. Aún así ella quiso vivir esa aventura con un fotógrafo que fue tratado de explotador sexual de las mujeres a las que captó con su cámara (la primera la compró a los doce años, precocidad se llama). Taschen acaba de editar un soberbio voluemn titulado “Us and Them” (Nosotros y Ellos), dividido en cinco capítulos en los que se alternan la visión del íntimo mundo de la pareja con el glamour de su entorno social y profesional. Por sus páginas desfilan desde Catherine Deneuve a Anjelica Houston pasando por David Hockney o Dennis Hopper.
Ella, que es mucho más que la esposa de Helmut Newton, llegó a la fotografía por otra carambola. Su marido tenía que fotografiar una campaña publicitaria para los cigarrillos Galois. No había mucho tiempo y se trataba de un encargo importante. Una bendita (para ella, claro está) gripe le había dejado fuera de combate. No podía rechazar el trabajo y la única manera de salir airosa y cumplir era impartir un exhaustivo cursillo a su compañera de no más de quince minutos, absolutamente básico, y que ella tirase las fotos. Así es como la señora de Newton (que firmó sus primeros trabajos como Alice Springs) empieza su carrera en el mundo de la imagen. No obstante, jugaba con ventaja: sus ojos estaban acostumbrados a ver lo que veían los de Helmut, el click de la cámara era un sonido al que estaba habituada. Ella fue su compañera, su confidente, la inspiración de algunos de los mejores retratos que salieron de la cabeza del artista, la mujer que se propuso que el proyecto de su fundación en Berlín viera la luz tal y como ambos lo habían concebido, aunque él, que murió sorpresivamente en un accidente de tráfico en Sunset Boulevard, no pudiera verlo hecho realidad. La ciudad, ciertamente tenía un peso específico en la vida del fotógrafo. En ella nació, no como Helmut Newton, sino como Helmut Neüstadter en 1920. Era hijo de un acaudalado industrial judío que hubiera querido ver a su vástago trabajar en su fábrica de botones en vez de que se ganara la vida como fotógrafo de la sección de sociedad en un diario de Singapur, del que fue despedido al poco tiempo de entrar a trabajar. ¿El motivo? Sus fotos no acababan de encajar con el estilo de la publicación. Tras su deportación a Australia y su confinamiento en un campo de internamiento (recordemos que por sus venas corría sangre judía), estableció su cuartel general en Melbourne. Y es allí donde conoce a June Browne. Ella acude al estudio del artista con el objetivo de sacar algún dinero extra posando como modelo.”Eché un vistazo a los retratos que había en las paredes y me enamoré de ellos”, recuerda sobre la primera vez que pisó el estudio de quien se convertiría en su compañero de vida. De ella, Newton escribió en su autobiografía que la relación que mantuvieron era completamente diferente a las anteriores que estableció con otras mujeres, en las que sólo importaba el componente sexual, “sin embargo con ella existía, me di cuenta de que lo nuestro estaba en otra dimensión”. No obstante, June siempre fue consciente de que la fotografía era el primer amor de Helmut y de que ella estaba en segundo lugar, lo que significaba bastante. Para ella, el primer lugar lo ocupaba él. Siempre fue así.
De Cleopatra a Marilyn
Antes de ser modelo y bastante antes de convertirse en la esposa de Helmut Newton June Browne era una actriz de cierto prestigio en Australia. Lo suyo eran los papeles dramáticos, las mujeres con caracter.Se llamaba entonces June Brunnell y sus cualidades en el mundo de la interpretación eran bastante apreciadas. De hecho, un libro editado también por Taschen la recoge desde la portada como una Salomé de la época (personaje que interpretó en el teatro Arrow de Melbourne en 1951) y en el interior se la puede ver en una postura al estilo Marilyn, con la cabellera rubio platino y las piernas desnudas.También personificó a Juana de Arco. Eso era bastante antes de tomar como seudónimo el nombre de Alice Spings. “De pequeña sentía devoción por las estrellas de Hollywood, eran mi religión. No sólo escribí cartas de admiración a Norma Shearer, Claudette Colbert y Gary Cooper, rezaba plegarias en sus nombres”, ha escrito.
Con nombre y apellidos
Por el objetivo de Alice Springs pasaron una gran cantidad de personajes. Ella sabía imprimir a sus retratos ese alma del que carecía Newton. Actores, directores de renombre, escritores. A todos ellos extrajo la señora Newton ese algo más que se le resistía a su compañero de vida. Quizá su foto más conocida carezca precisamente de nombre y apellidos glamourosos. Se trata de “Sie Komen” (París, 1981), una imagen doble en la que cuatro modelos avanzan hacia el espectador con paso firme. A la izquierda vestidas, a la derecha, completamente desnudas.