Ivor Bolton: «Si estoy en el Teatro Real es gracias a Mortier»
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Una sesión maratoniana de entrevistas la que tuvo ayer el nuevo titular del foso del Teatro Real. Se abría la puerta del cameriano, un periodista salía y otro entraba. Y él siempre con la sonrisa en la boca y una palabra amable para despedir y para recibir. Buenas maneras son las suyas, un director de orquesta curtido en las mejores formaciones, amante de Mozart y de Haendel, gran conocedor del repertorio barroco, inglés del 58, residente a tiempo parcial en Barcelona y enamorado no ya sólo de nuestro país sino de Granada, concretamente de un pueblito blanco, Montefrío, a donde llegó de la mano de su esposa. Mientras hablamos le sirven un café solo y le dejan cerca una bandeja con algo de comer (él, buen degustador, hubiera preferido un cocido, así nos lo dice). Le hacemos notar que ha de alimentarse para afrontar el reto que le espera. Sonríe y se excusa. Son los primeros días hasta que coja el pulso. Lo sabe.
-¿Fueron duras las negociaciones con la dirección del Teatro Real? ¿Puso alguna condición para acceder al foso?
-El diálogo ha sido fluido. Empezamos y acabamos muy bien, se desarrolló con naturalidad. No me puedo quejar de la acogida que he recibido porque en todo momento he sentido buenas vibraciones. Siempre pensé que había trabajado poco en España, sí en cambio en escenarios como Munich o Viena, y en el Teatro Real, y ahora he obtenido la recompensa. Cuando dirigí aquí «Jenufa» me di cuenta del potencial que tenían tanto el coliseo como la orquesta.
-¿Se siente, entonces, satisfecho del resultado?
-Mucho. No ha habido problemas ni escollos, aunque he de decir que si hoy estoy en esta casa es gracias a Gerard Mortier a quien conocí en el Festival de Salzburgo y que confió en mí. Tengo una gran deuda con él. Con Matabosch es fácil llevarse bien. Es un hombre en el que se puede confiar, me lo ha demostrado. Entre ambos ha habido muy buena conexión.
-Conoció a Matabosch en el Liceo. ¿Es sencillo entenderse con él?
-Pone las cosas muy fáciles. Va al grano, escucha, dialoga y es rápido. Yo le veo como una referencia artística. Es muy abierto y cuando ha surgido algún escollo, un problema, alguién que se ha podido caer del cartel o un objetivo no logrado, ha apostado inmediatamente por buscar una solución al problema. Es práctico.
-¿Se va a sorprender el público frente a la nueva temporada?
-La temporada está cerrada y sobre las próximas el público se va a sorprender de los estilos, el repertorio internacional y de las figuras que estarán en el escenario.
-¿Llega, pues, a un coliseo de referencia internacional?
-Sin duda. En mi carrera es un paso muy importante, por eso acepté. Se trata, además, de la primera vez que ejerzo como titular de un gran teatro, pues en Salzburgo me limité a dirigir óperas en el festival. Es mi gran oportunidad. Poder dejar mi huella aquí es todo un reto, teniendo en cuenta el potencial de este coso. Además, la calidad de la orquesta y el coro es un hecho.
-¿Se nota esa evolución positiva desde la última vez que trabajó con ellos?
-Han mejorado bastante y se han desarrollado. Hoy los escucharé por primera vez ya trabajando en serio.
-Seguro que tiene en la cabeza un título que querría llevar al atril en Madrid.
-Lo hay. Y lo veo como un sueño: dirigir «Ercole amante», de Cavalli, una ópera estrenada en el siglo XVII junto al palacio de las Tullerías. Britten también está en mis planes.
-Imagino que apuesta por la titularidad única porque le ha traido al foso de Madrid.
-La apoyo, claro. Me parece necesario que la orquesta tenga un referente regular. Yo me considero la voz de la orquesta.