J. J. Benítez: «Don Juan Carlos me dijo: “Pero ¿tú de verdad te dedicas a esto?”»
Conocido por su saga de novelas «Caballo de Troya», ahora presenta su más reciente obra, «Sólo para tus ojos».
Creada:
Última actualización:
Conocido por su saga de novelas «Caballo de Troya», ahora presenta su más reciente obra, «Sólo para tus ojos».
¿Creen ustedes en los ovnis? ¿Y en la vida inteligente fuera de nuestro planeta? J.J. Benítez, sí. Por eso lleva más de media existencia dedicado a recopilar experiencias y testimonios que lo demuestren. Buena parte de ellas están recogidas en su más reciente obra «Sólo para tus ojos» (Planeta). Un título que recuerda a James Bond pero que, en el caso de este libro, hace referencia al nivel de confidencialidad con el que los norteamericanos tratan este peliagudo asunto. Un trabajo que se ha hecho a modo de autoregalo por su 70 cumpleaños y que es toda una biblia de extraterrestres y platillos volantes.
La pregunta: ¿compensa dedicar la vida a algo en lo que tantos no creen y que, por lo que se ve, resulta no totalmente demostrable? «Yo creo que sí. Volvería a hacer lo mismo, exactamente igual, a pesar de todo. Y ha merecido la pena, naturalmente. Es decir, he visto, he vivido y he sentido tantas cosas...». Una se pregunta si Benítez estaba predestinado para este tema, o si tal vez los extraterrestres, si es que existen, se empeñaron en que fuera él quien les siguiera la pista. Pero lo cierto es que se involucró en estas historias de manera fortuita. «Aparentemente, sí. Por un redactor jefe que me envió en el año 72 a hacer un reportaje sobre ovnis en Burgos. Pero yo no creo en la casualidad. Creo que cada ser humano tiene su “contrato”, aunque al nacer se borra».
Le digo que con todo lo que sabemos sobre la velocidad de la luz, su misión parece imposible, porque aparentemente es impensable que podamos recibir la información de ida y vuelta, al menos, en la misma generación. «Eso es según la ciencia de hoy. Pero la ciencia de, no sé, el siglo X, por ejemplo, era muy distinta a la de ahora. A Colón no se le hubiera podido explicar que yo haría su viaje en ocho horas y por el aire». Está claro. Por eso hoy, desde la perspectiva del ser humano, no se puede demostrar lo indemostrable. Y, por eso, pese a los indicios, persisten las dudas. «Dudas permanentes, que son además muy saludables. Yo siempre he dicho que la duda es el estado natural del hombre. Y cuando investigas una cosa aparecen diez dudas y cuando das tres pasos, aparecen 100 más». Sin embargo, Benítez no dudó ni un instante en meterse en ese jardín de ovnis que sabía que le costaría que le llamaran chalado, cierto desprestigio y desistir de una bonita carrera mirando hacia otro lado, quizá más sencillo. «Lo hice porque el fenómeno es cierto y porque yo sabía que era cierto. Después de las primeras investigaciones lo tuve claro». Lo que está claro, sobre todo, es que uno de sus libros, «Caballo de Troya», donde aquellos astronautas viajaban al pasado para conocer la vida de Jesús de Nazaret de primera mano, le cambió la vida y le posibilitó, realmente, hacer lo que quisiera. «Así de simple. Hay un antes y un después de ese libro. Mi vida cambió a nivel personal. La brújula mental sufrió 180 grados de desviación y ya nada fue igual, ni la propia vida, ni la esencia de la vida, ni el más allá, ni Jesús de Nazaret».
Aun así, Benítez no ha conseguido convencer a todo el mundo de lo que para él es meridiano. Le pregunto que cuántas veces le han dicho que por mucho que él lo diga, los extraterrestres no existen. «Te diré que hace años que no trato de convencer a nadie. Es decir, yo aporto la información y cada uno que piense lo que quiera. Hasta cierto punto, soy un historiador, maldito, pero historiador, que está levantando acta de una serie de fenómenos y de sucesos que algún día serán las historias más importantes del mundo».
Anécdotas reales
Le pregunto si alguien le ha recriminado por dedicarse a lo que se dedica y me cuenta una anécdota Real. Con corona, vamos. «Hace muchos años, el Rey Juan Carlos, en uno de los viajes en los que pude ir con él, se enteró de que me dedicaba a estos menesteres y se interesó mucho. Me miró con cara rara y me dijo: “¿Pero tú de verdad te dedicas a esto?”Con el tono y la mirada me lo resumió todo. Me dedico a esto desde el día en el que me mandaron a aquel pueblito de Burgos y la gente me empezó a contar lo que había visto encima de aquella escuela. Algo que era enorme, brillante, luminoso. Me impactó muchísimo y traté de racionalizarlo, de explicarlo. No pude. Así que ése fue un poco mi Damasco». Desde entonces ha vivido sucesos en primera persona, ha indagado y recogido testimonios. Muchos extraños y difíciles, como aquel de Sevilla: «De la zona de Lucio del Cangrejo, sí. En ese lugar perdido en la nada apareció una criatura y un guarda habló con él. Le dijo que se había caído de un artefacto y entonces el guarda, su mujer y unos pescadores que estaban en ese momento en las marismas vieron cómo ese señor pequeñito empiezaba a caminar sobre las aguas y se alejaba. Cuando hablas con testigos por separado y te das cuenta de que te dicen la verdad, te quedas asombrado». Y con un susto de muerte, desde luego.
Ha habido avistamientos de ovnis en muchos lugares. Hombres plateados altos o no que aparecen por aquí y por allá, y que J.J. Benítez describe a través de cientos de testimonios recogidos en su libro; pero me pregunto dónde debería ir yo si quisiera verlos. O al menos divisar un platillo volante. «Probablemente no tengas que ir a ningún sitio. Sólo hace falta que mires hacia arriba. Si una estrella supuestamente fugaz se para, empieza a descender o a bajar hasta donde tú estás y lo llena todo de luz y de silencio, pues ya me contarás». Vamos, que los ovnis se encuentran por todas partes. Estamos rodeados, luego venceremos, que decía el general Caster: «Pues sí. Se han visto ovnis y criaturas bajas, con trajes ajustados al cuerpo y un cristal delante en Outes, La Coruña, pero también luces extrañas en Australia, donde alzaron un coche, o cinco objetos parecidos a platos soperos puestos bocabajo, de entre cinco o diez metros de diámetro, en Chicago».
Personal e intransferible
Juan José Benítez nació en Pamplona en el año 1946. Está casado y tiene cuatro hijos de los que se siente especialmente orgulloso. No se arrepiente de nada. Perdona siempre, «pero no olvido nunca». ¿Qué le hace reír y llorar?: «Yo mismo». A una isla desierta se llevaría «libros. Y a otro planeta, también». Le gusta comer «huevos fritos con patatas muy tostaditas» y beber vino. Le pregunto si los extraterrestres comen y beben; me dice que sí y añade que «incluso hay extraterrestres gordos». Respecto a las manías, dice que tiene muchas: «Una vez en mi página web me dediqué a escribir las manías confesables y salían 101». Pero vicios confesables no tiene. De mayor le gustaría ser Miguel Ángel. Sueña con ovnis y si volviera a nacer y pudiera elegir, «entonces sí sería Miguel Ángel».