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El concierto de los 50 millones de espectadores

La cita vienesa, que se retransmite a todo el planeta, cumplió ayer setenta y cinco años desde su nacimiento como tal, un encuentro al que aún lastra el pasado nazi de sus comienzos
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La cita vienesa, que se retransmite a todo el planeta, cumplió ayer setenta y cinco años desde su nacimiento como tal, un encuentro al que aún lastra el pasado nazi de sus comienzos
Ayer, como cada 1 de enero, se celebró una tradición esperada por 50 millones de espectadores en casi un centenar de países: el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, que en este 2016 ha celebrado su 75 aniversario. En él, los asistentes y telespectadores puedieron deleitarse con obras como la opereta «Una noche en Venecia» y otros clásicos de la dinastía Strauss, nuevamente protagonista del repertorio, así como una selección de valses que una vez más han sonado desde la Sala Dorada del Musikverein de Viena. Por tercera vez, las obras han sido dirigidas por la batuta del letón Mariss Jansons que, a sus 72 años, se declaraba «feliz» por ponerse de nuevo al frente del concierto más esperado del año, a pesar de haber anunciado en 2014 su retirada de los escenarios. Muchos recordarán el ataque al corazón que sufrió hace 19 años mientras dirigía «La Bohème» en Oslo, un trágico suceso que hizo temer por su vida. «Es fabuloso encargarse de la dirección de un concierto que no se puede comparar con ningún otro. Es casi algo sagrado», declaraba, aunque sin negar que el nuevo desafío –al que ya se había enfrentado en 2012 y 2006– entrañaba una gran «responsabilidad y presión». Jansons se congratuló de ofrecer un programa «interesante, fresco e innovador» con obras populares y tradicionales, como la «Marcha Radetzky» de Johann Strauss padre, y otras que se han podido escuchar por vez primera, como el «Vals España», del compositor francés Emil Waldteufel. En total, de las 18 interpretaciones que incluye el repertorio, ocho se han estrenado en el Concierto de 2016 y la mayoría de las mismas proceden de la familia Strauss. Los Niños Cantores de Viena interpretaron dos polcas: «La Alegría del cantante» y «Viaje de vacaciones».
La Filarmónica, además, hizo su particular homenaje a la ONU, que en enero celebrará el 70 aniversario de su primera Asamblea, mediante la «Marcha de las Naciones Unidas» de Robert Stolz. También la idílica ciudad austriaca de Salzburgo, lugar de nacimiento de Mozart, contó con una ofrenda musical desde la Sala Dorada a través del viaje propuesto en el interludio del Concierto por su historia y paisajes. Salzburgo cumple este año su 200 aniversario como parte de Austria.
Más de 30.000 pétalos de rosas, orquídeas y otras flores procedentes de jardines del país alpino decoraron la sala en una cita cotizadísima que, sin embargo, encierra un oscuro pasado nazi del que no ha logrado aún desprenderse. Su origen tuvo un claro objetivo propagandístico para nutrir las arcas del Tercer Reich, según queda confirmado en documentos oficiales. Fue un amigo de Goebbels, el Ministro de Propaganda del régimen nazi, quien impulsó la iniciativa de un evento inicialmente llamado «Concierto Especial», que hizo su primera interpretación en la festividad de San Silvestre de 1939, bajo la batuta de Clemens Krauss. En aquel año, la política se coló en la Musikverein y la tiñó de injusticia y desigualdad. Todos los miembros judíos de la Filarmónica de Viena fueron destituidos y los catalogados como «semi-judíos» sometidos a constantes presiones.
- Simpatizantes nazis
Varios ejemplos ilustran el triste pasado del concierto, como el del primer violinista de la orquesta, Moriz Glattauer, que fue trasladado a un campo de concentración, o el de músico Paul Fischer, a quien se le despidió de la orquesta y no se le permitió volver a ejercer su profesión. Unos años después, más de la mitad de los profesores de la Filarmónica eran afiliados o simpatizantes del partido nacionalsocialista. Desde 1939, el concierto se ha convertido en una de las tradiciones anuales más esperadas, sólo interrumpido en 1945 por un motivo tan terrible como la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados bombardearon el bellísimo edificio de la Musikverein. En 1941, el concierto pasaría a llamarse tal y como se le conoce a la actualidad y su primer director, Krauss, estaría en el podio hasta la fecha de su muerte, sólo sustituido por Josef Krips durante dos años. A Krauss le sucedería el violinista Willi Boskovsky, quien ostenta el récord de estar en el podio en este concierto al haberlo dirigido 25 veces. Este músico fue quien implantó «La marcha Radetzky», tradición que se mantiene y que no se ha roto más que en una ocasión, cuando se decidió acabar con «El Danubio azul» en homenaje a las víctimas del terremoto del Océano Indico de 2004. El concierto del año que viene también será recordado porque su director –como ayer se anunció– será el venezolano Gustavo Dudamel, quien, a sus 34 años (tendrá 35 para entonces) será el más joven en dirigir esta cita ineludible.

Heras-Casado, de año nuevo con Beethoven

Durante los pasados días 30, 31 y 1 de enero el director de orquesta español Pablo Heras-Casado ha tenido el honor de dirigir a la Sinfónica de Viena en una serie de conciertos de Año Nuevo durante la interpretación de la «Novena sinfonía» de Beethoven. A finales de mes regresará a la capital austriaca para llevar la batuta de la Filarmónica de Viena en sustitución de Nikolaus Harnoncourt, que anunció recientemente su retirada repentina. Así, se convertirá en el segundo español en estar al frente de la histórica orquesta tras Plácido Domingo, que dirigió uno de sus bailes tradicionales. Heras-Casado dedicará el concierto al compositor Félix Mendelssohn con sus piezas «Tercera Sinfonía», la «Escocesa», la obertura de «La bella Melusina» y el salmo «Wie der Hirsh schreit».

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