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Jaume Plensa hace visible lo invisible

El artista expone tres obras en el Palacio de Cristal del Retiro, colocará una pieza en Colón e inaugurará en diciembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.Mucho ruido para quien ama el silencio
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El artista expone tres obras en el Palacio de Cristal del Retiro, colocará una pieza en Colón e inaugurará en diciembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.Mucho ruido para quien ama el silencio.
Desde que Jaume Plensa está en Madrid tiene cogida la medida al Paseo de Colón. Ve el conjunto a distancia, lo observa con detenimiento, se lo sabe de memoria. Después se acerca hasta casi olerlo y visualiza cómo quedará, allí en lo alto, Julia, su nueva mujer de acero a la que se espera para que se quede en muy poco tiempo. No obstante, hasta que llegue esta fémina gigante no le falta trabajo al artista, nada dado ni a bullas ni a gritos, a este tráfago que nos deja muchas veces, las más, a la mitad de todo. Cuando le invitaron a exponer en pleno pulmón de Madrid él lo primero que preguntó es a qué hora cerraba el parque, pues le permitía hacer, cuenta, una doble lectura: «Lo que he pretendido es trabajar esa transparencia tanto con la luz que entra por los ventanales de cristal como con la artificial, de tal manera que el edificio, entonces se transforme en vitrina». ¿Dos exposiciones en una? Parece que sí. De hecho el autor nos recomienda una visita matinal y otra nocturna.
Sus «Invisibles» se hacen visibles, aunque también esa invisibilidad tiene que ver con la insensibilidad que exhibimos hoy sin el menor de los pudores: «Así es. Existe un grupo de gente a la que no vemos y son precisamente esos invisibles que, o bien por cultura o por una cuestión de pudor no queremos ver o ni siquiera deseamos que existan, a los que me refiero», explica. Él ha dejado su huella en multitud de espacios públicos de medio planeta, sobre todo en estados Unidos. España se le resistía, pero parece que en un año se ha rendido al creador catalán, y además de en Madrid, donde no estaba desde hace 18 años, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) repasará su trayectoria a partir del 1 de diciembre desde los años 80 hasta hoy (el la ciudad no estaba presente hace 23 años), le va a nombrar doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Barcelona y la Plaza de Colón se dispone a recibir el 20 de diciembre una de sus gigantes esculturas. ¿Cómo se siente? «Desconcertado y feliz», responde. Y lo achaca a que sus obras, las que salen de su cabeza y sus manos, llevan su tiempo: «Cada una tiene una manera de desarrollarse distinta. La escultura es la lentitud absoluta y yo he adaptado mi vida a ellas. Creo que ambas exposiciones, la de Barcelona y la de Madrid, permiten a quien las vea hacerse una completa idea de mi trabajo. En la primera se mira hacia atrás y en la segunda está lo último». ¿Hay evolución en su obra? Y Plensa, con ese tono de voz quedo donde la estridencia, lo mismo que en su trabajo, pertenece a otro mundo que no es el suyo responde con una certeza: «Siempre estoy hablando de lo mismo. Yo me miro y veo que no he envejecido. Me observo en el espejo y frente a mi está Jaume, más mayor, pero soy yo. En mi obra he perseguido como una obsesión el introducir belleza en el día a día del individuo», asegura.
Mallas de acero inoxidable
Las figuras del Palacio de Cristal, imponentes, se acercan el índice a los labios y piden silencio. Están hechas con mallas de acero inoxidable y suspendidas en el aire. «Vivimos un momento tan ruidoso que tenemos que fabricar el silencio, que es tremendamente enriquecedor, pero no para estar callados sin hablar, sino para leer en nuestro interior. El silencio para describir el sonido de tu cuerpo a los otros». Se siente Plensa muy satisfecho con la instalación de sus piezas. De la calma del Retiro se zambulle en el ruido urbano del centro, «y no está mal , porque representa la manera en que están creciendo las ciudades. Y lo que yo deseo aportar es que la pieza introduzca un estado de quietud, que se convierta en un pequeño espejo para que podamos interiorizar en el espacio público». La obra se colocará encima del teatro. Hablando de la plaza sale el conquistador, un apestado en Estados Unidos donde le derriban y poco menos que quisieran reducir a polvo las esculturas que la representan. Otro foco de conflicto: «El arte debe tender puentes y tener la capacidad de compartir una manera de ser común», media el escultor. Y Cataluña no lo es menos. Suspira. Nuevo conflicto: «Desde niño vengo escuchando lo mismo». No desea voces ni ruido de sables. Y queda claro.
Confiesa que en su estudio de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), al traerse las tres esculturas a la capital se ha hecho un vacío que le ha dejado pensativo, con un punto casi depresivo. Las obras ocupaban su lugar, su espacio y ahora es el aire el que invade el lugar a su antojo. «No me imaginaba que hacer algo invisible fuera tan complejo, pero en el fondo ha sido más sencillo de lo que yo pensaba. La pieza se va a fundir con el espacio y crea así una emoción inmediata. He estado año y medio viéndolas a mi lado y ahora noto ese vacío que han creado. Para mí es una experiencia personal fascinante. Es ahora cuando crean que están en el lugar adecuado. En el Palacio de Velázquez van a hablar de lo que ellas pretenden. Han quedado como un todo», comenta satisfecho.
Tres mujeres que son una. La figura femenina, omnipresente en su obra. ¿Qué opina de un movimiento como el #MeToo? «Siempre he dicho que defendido lo femenino. La mujer domina muy bien lo femenino. Ojalá, tanto en política como en el mundo de la cultura, estuviera más presente lo femenino, eso que a veces nos falta a los hombres. La memoria es femenina y el futuro, también». ¿Y lo hombres? «Somos un accidente simpático y necesario», dice dejando escapar la risa. Prosigue: «El #MeToo me parece lógico después de tanto tiempo de masculinidad, aunque quizá también se haya pasado el péndulo al otro lado». Y es que los extremos nunca han sido buenos. Silencio, Jaume Plensa está en el Palacio de Cristal.

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