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JIm Carrey, fuera máscaras

Uno y múltiple, el actor, ahora dedicado en cuerpo y alma a la pintura, presentó en Venecia el documental «Jim & Andy».
larazon

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Uno y múltiple, el actor, ahora dedicado en cuerpo y alma a la pintura, presentó en Venecia el documental «Jim & Andy».
s muy difícil llevar una máscara, porque al final se nota que lo es». Lo decía Jim Carrey en la Mostra, con el ánimo sensible, reflexivo, casi espiritual, que ha decidido adoptar en esta etapa de su carrera, casi retirado del mundanal ruido, dedicado sobre todo a su afición como pintor, que conserva desde que era un niño y a la que ahora ha decidido dedicarse plenamente. La cuestión es saber si realmente se ha quitado la máscara, si este es el Jim Carrey real o es otra personalidad de su yo múltiple.
Después de superar una depresión tras el suicidio de su exnovia, no tenemos por qué dudar de sus palabras, pero el documental «Jim & Andy», que se presentaba fuera de concurso, nos lo pone difícil. Con la connivencia de Carrey, el permiso de la Universal y la familia de Andy Kaufman, Chris Smith ha recuperado el material filmado durante el rodaje de «Man on the Moon», el «biopic» que Milos Forman le dedicó al cómico del «Saturday Night Live», padre del post-humor más hostil y surrealista que murió de cáncer en 1984. «Ese material lo rodó la última novia de Kaufman para que formara parte de la promoción de la película», explicó Carrey, «pero los ejecutivos de la Universal prefirieron desecharlo porque creían que podía hacerme quedar como un capullo». Con esas imágenes inéditas y una larga y jugosa entrevista con Carrey, Smith ha armado un interesante ensayo sobre el discurso autoral de su carrera interpretativa, en la que el propio Carrey establece fructíferos paralelismos entre sus películas y el momento vital que atravesaba cuando las rodó.
un 17 de enero
Lo que queda claro es que, en «Man on the Moon» estaba en pleno tránsito psicótico. Carrey percibió una conexión mística con su personaje (por algo nacieron el mismo día, un 17 de enero) hasta tal punto que no salió de él (o de «destroyer» alter ego de Kaufman, Tony Clifton) en todo el rodaje. «Estamos hablando de otro nivel de compromiso», explicó Carrey. «Era Andy quien estaba al cargo de todo. Yo no hice nada en absoluto en la película, me perdí en Andy». Es fantástico ver cómo un desesperado Milos Forman intenta comunicarse con él entre tomas, topándose con Andy Kaufman a cada pregunta o exigencia. «No hay un yo. No existimos. No somos nada más que un conjunto de ideas que nos imponen o nos forjamos sobre nosotros mismos», admitió Carrey, «y es muy liberador cuando nos damos cuenta de ello».
Más allá de la etiqueta de «hombre de las mil caras», en aquella época Carrey, que fue uno de los actores mejor pagados del cine de los noventa, estaba forjando una reflexión sobre la fragilidad de la identidad, y expresaba, desesperado, su ansioso deseo por desaparecer, oculto tras un festival orgiástico de gestos e imitaciones. «Yo llegué a Hollywood para destruirlo, no para formar parte de él». Lo dice alguien que anteayer acabó una pintura de la que afirmó sentirse muy orgulloso, y que expone su trabajo en una página web (www.jimcarreyonline.com). ¿Nos está tomando el pelo o es que ha encontrado la luz al final del túnel?