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Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo: «Los comunistas chinos quieren forrarse»

Los reporteros presentan «El imperio invisible», en el que destapan el funcionamiento de las mafias asiáticas
larazon

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Son los vecinos perfectos, pero su estratégico silencio no sólo responde a una cultura discreta sino también a una forma de actuar en sus negocios. Quienes se aventuren a afirmar que este libro tiene tintes xenófobos, que se vayan olvidando porque «El imperio invisible» (Crítica) no es un reflejo de toda la comunidad china, sino de una parte de ella que a base de negocios ilícitos han amasado ingentes fortunas. La «operación Emperador» puso en el punto de mira a los empresarios del gigante asiático y ahora, dos periodistas curtidos en China desgranan cómo funcionan estas mafias en las que el fraude fiscal, el blanqueo de dinero, la explotación laboral y la inmigración legal están a la orden del día.
–¿Dónde reside la dificultad para destapar las fraudulentas tramas empresariales chinas? ¿Existe laxitud por parte de las autoridades competentes para frenar estas prácticas?
–Juan Pablo Cardenal: La Policía tiene acceso a esta información, lo que ocurre es que esta criminalidad forma parte de un fenómeno relativamente nuevo, invisible y silencioso. Se trata de dinero, no hay sangre en las calles. Para destaparlas, en primer lugar, es necesario entender su forma de pensar. La barrera cultural es muy importante, al igual que el nivel lingüístico. Por ejemplo, para obtener información de los pinchazos telefónicos es necesario contar con traductores fiables que no oculten datos en sus traducciones. Por otra parte, no se puede infiltrar a nadie dentro de su comunidad, algo que es muy necesario en estos casos. Además, los delitos son transnacionales, implican a diversas legislaciones de varios países.
–¿Cooperan las autoridades chinas con los estados europeos donde sus ciudadanos que delinquen?
–JP: No. Sobre todo, en lo que tiene que ver con las cuestiones aduaneras. Las autoridades europeas no encuentran el apoyo de China a la hora de cotejar las mercancías que salen de sus fronteras. Así no se puede saber si la mercancía que entra en Europa es la misma que se declaró en su origen. Desde Pekín tampoco cooperan con el tema de la inmigración ilegal. Al ser detenidos en Europa y no poder ser identificados, éstos quedan en un limbo legal.
–Heriberto Araújo: Tampoco existe un incentivo político real para combatir estas tramas. Se trata de un crimen económico que no produce alarma social. No son grupos de Europa del este que entran en tu chalet a robar ni norteafricanos que venden hachís en las puertas de los colegios. Esta percepción de que es un crimen blando hace que para el político no exista intención de tomar cartas en el asunto. Perseguir estas tramas es muy impopular debido a la influencia de la comunidad china en determinadas localidades españolas, como en Badalona o Madrid. Para un alcalde sería muy contraproducente poner el foco en esta comunidad, se le acusaría de xenófobo.
–Los chinos son los inmigrantes que menos problemas de convivencia generan en los países en los que se asientan. ¿Contribuye esto a su estrategia del silencio compartido?
–JP: Por supuesto. La percepción que se tiene de ellos es que son personas que se dedican a hacer negocios, que no generan problemas a la ciudadanía, que trabajan duro y a los que sólo se les recrimina la falta de cierta calidad o que trabajan cuando el resto cierra. Pasan muy desapercibidos. Aunque también hay excepciones, como en Elche, donde sí se percibe una tensión social importante contra la comunidad china por la competencia desleal, la falta de transparencia y la no integración.
–¿Cuál es el modus operandi de estos entramados criminales?
–H: La lógica que te encuentras después de hablar con varios de ellos es el cortoplacismo. Piensan: «He venido a España, me voy a quedar aquí 20 años y quiero ganar la mayor cantidad de dinero en el menor plazo posible». Para ello, mezclan actividades lícitas con las ilícitas y llevan al extremo su práctica empresarial. Importan mercancía china y, como saben, que es imposible que controlen todos su containers, colocan, por ejemplo mil palés de equipación deportiva falsa y si sólo les «pillan» un container han pegado un pelotazo económico. Miembros como algunos que tienen restaurantes, montan pequeñas redes de inmigrantes ilegales usan pisos de alquiler para hacer contratos ficticios de trabajo y les cobran miles de euros a los chinos por los trámites. El restaurante sigue funcionando, pero una parte de la razón de este negocio es ser la tapadera para traer más inmigrantes. Es una empresa altamente lucrativa. Además, no lo ven como inmigración ilegal, dicen que ayudan a sus compatriotas para encontrar un futuro mejor. Los trabajadores explotados en talleres saben a lo que se exponen, y no se sienten como tal, por eso no lo denuncian.
–¿Ha cambiado la visión que tienen los españoles sobre esta comunidad tras la «operación Emperador»?
–H: El impacto mediático fue impresionante, sobre todo porque había españoles conocidos en la trama de blanqueo. Además, en este caso, la Policía apostó por permitir el acceso total a los medios y fueron muy impactantes las imágenes de carros de la compra con billetes de 50 y 500 euros.
JP: Basta con fijarse en el caso de Mataró, en el que ninguno de los implicados entró en prisión. En el «caso Emperador» a muchos de los imputados no les va a pasar nada. Y el núcleo de Gao Ping intuyo que va a tener sentencias leves.
–Las recientes reformas anunciadas por el régimen chino ¿suponen un cambio de estrategia del gigante asiático?
–H: Soy moderadamente optimista. No creo que China sea una dictadura pérfida. Es un régimen que sabe muy bien lo que hace y tiene a su favor el buen curso de su economía. Los cambios sociales y de derechos tienen un motor económico. El asunto de la política del hijo único no se ha decidido porque a Jinping le preocupe el instinto paternal de los chinos sino porque su población está envejecimendo y esto sí es un grave riesgo
–¿Llegará la «primavera china»?
JP.: No creo, porque los que mandan en el país no están dispuestos a acabar con el monopolio del poder. El Partido Comunista Chino está formado por la élite del país y su propósito es mantenerse en el poder y forrarse.