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Arte
Julia Creuheras, entre lo real y lo imaginado
La artista presenta en la sala LAB 36 su primera gran exposición monográfica en Barcelona

Desde hace tiempo que Julia Creuheras viene presentando en algunas exposiciones colectivas, como en ña Feria Arco. Sin embargo nunca había realizado una muestra individual en Barcelona, en su ciudad. Desde esta semana su personal mirada es la protagonista de una propuesta que puede visitarse en la sala LAB 36 hasta el 12 septiembre. Bajo el título «Turning up the light to see the darkness», es decir, “Encender más la luz para observar la oscuridad”, se recogen 21 piezas, muchas de ellas realizadas para la ocasión y que son una invitación a entrar en el estudio de esta creadora, todo ello bajo el comisariado de Aurélien Le Genisset y Karla Sigueinitzky.
Nada es lo que parece en esta exposición. Todo puede ser susceptible de dobles lecturas haciendo que lo real y lo imaginado, lo evidente y lo intuido, lo lírico y lo concreto, creando un juego con el que se busca que el espectador sea activo, se involucre totalmente en cada una de las piezas presentadas en LAB 36, no solamente pensadas para ser observadas sino, en algunos casos, incluso para ser escuchadas.
Como explicó a este diario Aurélien Le Genisser, no se puede olvidar que la exposición se realiza en un espacio que no es una galería de arte propiamente dicha, aunque las piezas están en venta, sino que estamos ante un laboratorio que busca dar espacio «a la cultura que se hace en Barcelona, a gente de aquí o con un vínculo en la ciudad. Hay mucha creación local que todavía no es está muy reconocida en Barcelona, pero que sí tiene una proyección fuera de esta». Y es ahí donde entra el personal universo ideado por Julia Creuheras.
Según uno de los responsables de la exposición, la artista parte de la ambigüedad y, especialmente, de las teorías de Karen Barad, una profesora de Estudios Feministas, Filosofía e Historia de la Consciencia en la Universidad de California en Santa Cruz. Lo que le interesa a Creuheras de esta mujer de ciencia es su teoría del «realismo agencial», la cual combina la física cuántica con la teoría postestructuralista y los estudios feministas. Barad emplea conceptos de la física cuántica, como la «intra-acción», con los que poder explorar cómo la materia y el significado se entrelazan, hasta el punto de desafiar las nociones tradicionales de sujeto y objeto. Son planteamientos que se introducen en «Turning up the light to see the darkness».
Eso hace que haya que observar con todo detalle para saber descubrir detalles, desde el primer momento cuando al entrar una pieza, a la manera de una caja de música, interpreta una suerte de tenebrosa nana titulada «Hanselygretel». «Pese a ser una música destinada para un bebé, también te crea angustia», como reconoce Aurélien Le Genissel. Esto hace que lo familiar también se convierta en algo extraño, en una suerte de suspense en el que a veces no se ve al protagonista aunque se intuye su presencia.
Los objetos no son lo que parecen gracias a los mecanismos y las iluminaciones que nos ofrecen pequeños pedazos de vida. Es el caso de una cajita en la que se nos proyecta una breve película en la que vemos a la misma Julia Creuheras andando, realizando un recorrido, aunque en ningún momento podemos ver el cuerpo completo.
Hablamos de caminar. En la exposición se resalta como un hilo conductor la presencia de zapatos de tacón de los que hay un total de 21. «No es un fetiche sensual. Es la representación de la performatividad del cuerpo», en palabras de Le Genissel. De esta forma, el zapato de mujer es la forma con la que Creuheras representa el cuerpo, ya sea su ausencia o la presencia imaginada, pero sin darnos una forma concreta. Porque tacones hay de todo tipo en LAB 26: ya sean reales o elaborados con cera o látex. Es el resto de lo vivido, de lo que hemos dejado en el camino, algo que puede también recordarnos a algunas de las matizaciones oníricas apoyadas por los surrealistas.
Además de estas piezas de calzado, en la muestra también la presencia humana se dibuja en una pieza en la que se traza un pasillo, como el de un hotel, pero sin rastro alguno de persona. No hay nadie, pero sabemos que alguien estuvo por allí. Como los pasillos de hotel del «Barton Fink» de los hermanos Coen o de «El resplandor» de Kubrick. Son espacios liminales, es decir, lugares de transición o umbral, ya sea físico o mental, que producen en nosotros una sensación de extrañeza e incomodidad. Los miramos mientras se crea a nuestro alrededor un silencio casi fantasmagórico, de aquello que fue pero ahora ya no es.
La exposición es, como se ha indicado, una recreación del propio taller de Julia Creuheras. Así que tenemos la opción de adentrarnos en su taller donde las obras permanecen concluidas o a la espera del último retoque. «Es un juego con el espacio moviéndose entre la galería y la experimentación», como subraya el comisario de la exposición a este diario. Habíamos citado anteriormente la física cuántica de la mano de Karen Barad. Hay un concepto de esta teoría que también se plasma en varias de las piezas de la exposición al emplearse un concepto conocido como «gato de Schrödinger», un experimento mental para ilustrar las paradojas de la mecánica cuántica. En este escenario hipotético, un gato está encerrado en una caja junto a un dispositivo que, dependiendo de un evento cuántico aleatorio, podría matarlo... o no. Por ello en la exposición hay artilugios creados por Julia Creuheras que se mueven entre el juguete y el niño, como si se tratara de Pinocho, en palabras de Le Genissel.
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