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Ken Follett: «el nacionalismo es una ideología obsoleta»

El escritor presenta «Una columna de fuego», la continuación de la saga iniciada con «Los pilares de la tierra», ambientada en las luchas de religión del siglo XVI.

Ken Follett, con traje, presentó su novela en un teatro, rodeado de los personajes que aparecen en su libro, como Felipe II o Isabel I de Inglaterra
Ken Follett, con traje, presentó su novela en un teatro, rodeado de los personajes que aparecen en su libro, como Felipe II o Isabel I de Inglaterralarazon

El escritor presenta «Una columna de fuego», la continuación de la saga iniciada con «Los pilares de la tierra», ambientada en las luchas de religión del siglo XVI.

Con camisa blanca y corbata a juego con el traje, como un verdadero dandi, un «gentleman» de la literatura, Ken Follett, reflexionó ayer sobre historia, política, actualidad, lecturas y desgranó, ya de paso, las claves y secretos que envuelven la trama de su última novela, «Una columna de fuego», la continuación de «Los pilares de la tierra» y «Un mundo sin fin». Arropado por la elegancia cinematográfica de un James Bond –el personajes que tantó leyó durante su adolescencia, junto a los dramas, comedias y poesías de William Shakespeare–, afirmó que nadie es capaz de anticipar el futuro y lo que sucederá en Europa durante la próxima década, pero comentó que, sin embargo, no alberga dudas de que «el nacionalismo no es una ideología del siglo XXI, es una ideología obsoleta, que no ayuda a la gente ni tampoco a mejorar la sociedad. El futuro es la integración de los países, no la independencia». El escritor, que se mostró así de rotundo desde el principio, comentó que uno de los misterios sin resolver de la historia de España es por qué el Siglo de Oro resultó tan breve en el tiempo cuando debió permanecer muchos años más, y confesó que el verdadero argumento que traspasa cada una de sus novelas históricas es «cómo la gente ha luchado por la libertad, porque la libertad, incluso hoy mismo, es un valor excepcional. Los que tienen el poder, como es el caso de Putin en la actualidad, no encuentran ningún motivo para dársela a la gente». Y, para aclarar sus palabras, sacó a relucir, su último libro, donde los lectores asisten al largo conflicto que enfrentó a protestantes y católicos durante el siglo XVI, «aunque en realidad yo me centro en la tiranía de la religión y, en el lado opuesto, a todas esas personas que ya defendían la tolerancia religiosa, que es precisamente lo que me interesa resaltar en esta ocasión: la libertad de culto, que era una idea revolucionaria entonces».

Capitalismo y libertad

Ken Follett, que es un autor contradictorio, que aparenta una distante seriedad, se expresa con inteligencia y piensa con un fino humor, asegura que «la historia me ha enseñado economía, acontecimientos y episodios del pasado, política y hasta análisis histórico, pero poco sobre el hombre. Lo cierto es que sólo se aprende cómo es el hombre en realidad cuando contrae matrimonio, entra en una empresa a trabajar o si hay una guerra, claro». Follett, que es un autor de «best seller», se revela sin embargo como una inteligencia contracorriente cuando habla del comercio, que aparece en su último libro, y discrepa de aquellos que creen «la libertad de empresa camina al lado de la libertad de los individuos. Eso es un cliché. Lo podemos observar en la actualidad a través de China, que es una forma de capitalismo, que funciona muy bien, pero que se desarrolla sin libertad individual. Por primera vez se está cuestionando que el capitalismo lleve aparejado la libertad. ¿Y cuánto va a perdurar este régimen...? Pues no se sabe. Ojalá viva lo suficiente para contemplar qué sucede con él». Follett, quien toma con un prudencial distancia los elogios y los méritos que recibe, reconoce que su aportación al novela histórica, la innovación que él ha traído a este género es introducir en sus argumentos «las presiones económicas y políticas sobre los personajes que las protagonizan. Antes únicamente se relataba, por ejemplo, el amor de un conde con una dama, pero he incluido los problemas económicos que afronta ese conde y las fuerzas políticas en las que está envuelta. Tolstoi cuentas las dificultades financieras de sus nobles, pero no cuenta por qué tienen esos problemas. Yo creo que a los lectores siempre hay que brindarles una explicación convincente». Follett revela por qué, en un momento de su carrera, se convenció y empezó a barajar estas variables. «Procede de mi implicación en la política de Gran Bretaña. Muchos de mis amigos se convirtieron en políticos, ellos formaban parte de los equipos que dirigían mi país. Ellos eran las personas con las que veraneaba y me iba a cenar y todo el tiempo hablaban de política y economía, de su repercusión en la sociedad. Ahí es donde aprendí de verdad cómo la economía y la política funcionan en la Historia».

El novelista, que ha reconocido que no le importaría participar como actor si se realizara una miniserie de «Una columna de fuego», que está ambientada en la época de Isabel I de Inglaterra y que, entre conjuras palaciegas, historias de espionaje y guerras, narra la vida del Ned Willard, un joven que regresa a su hogar natal, Kingsbridge, en la Navidad de 1558. Aunque Follett, que no descarta continuar esta serie con un cuarto título, cambia de humor cuando se refiere al Brexit: «Puede que Gran Bretaña vuelva a la UE, pero dentro de cien año. Los jóvenes no apoyaban esta idea, pero la gente mayor sí. Es una división de la sociedad». Después añade: «El proceso de formación de naciones ha sido muy larga. Se han ido unificando regiones y reinos. Y ahora no veo ningún motivo para que se detenga. Sólo que ahora vamos hacia una entidad mayor, una unidad más grande, que es Europa. El peor enemigo actual es esa gente que cree en las soluciones falsas. Los que culpan a los inmigrantes del desempleo y del mal funcionamiento del servicio público, aunque son ellos los que ocupan puestos que nadie quiere, los que se matan a trabajar y, al ser tan jóvenes, apenas acudan al médico. Pero si dices eso, mucha gente no me creería. Ese es el verdadero drama».