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La Academia de cine encarga una encuesta para lavar su imagen

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Hace un sondeo ante la desafección que los académicos demuestran hacia la institución. Yvonne Blake declina contestar sobre la falta de transparencia que ha encendido a algunos académicos
La presidenta de la Academia de Cine prefiere no pronunciarse sobre el reportaje publicado ayer en este diario. En él se aludía a la transparencia que enarbola Yvonne Blake como una de las banderas de su recién estrenado mandato, lo que ha encendido los ánimos de algunos de los miembros de la casa, que han visto en esta afirmación una velada crítica a gestiones anteriores. Ella prefiere callar, sin embargo, Mariano Barroso, si habló con LA RAZÓN largamente y aseguró que cree que Blake «no lo hizo con la intenciíon de molestar a nadie ni para que se pudiera sentir algunos académicos aludidos, al contrario. Hay mucha gente que ha hecho y está haciendo una labor excelente. La Academia se ha convertido en una permanente diana de malas críticas y ésa es una de las cosas que queremos cambiar, pero aquí nadie está culpando a nadie», comenta el vicepresidente primero. No descarta que haya «alguna sombra, aunque deseo ser lo más escrupuloso posible con mis palabras, pues son sombras a las que no voy a poner nombre», aseguró. Con ese empeño de afrontar una nueva y clarificadora etapa los responsables de la casa del cine a enviar un cuestionario a los académicos con el objeto de tomar el pulso a la institución y de paso lavar la imagen, muchas veces en entredicho, de la Academia. Giménez Rico, que presidió al institución entre 1988 y 1992, ya lo ha recibido. Lo estuvo ojeando ayer, pero ha decidido tomarse su tiempo para contestarlo sin prisa pero sin pausa. «Me parece una buena idea si quieren conocer lo que pensamos», comenta. «A la nueva presidencia le gustaría conocer vuestras ideas, opiniones y sugerencias, como un primer paso para abrir la Academia hacia una mayor participación». Y se enumera, entonces, el primer bloque de preguntas generales sobre la institución: ¿Qué cambiaría de la Academia y cuáles son sus razones para hacerlo?; ¿le suministra la Academia suficiente información de sus actividades como para conseguir interesarte participar en ella?; ¿cuál cree que es la razón por la que los académicos/as son reacios a participar en los eventos que se programan –incluso en las votaciones para elegir la terna presidencial los niveles de participación son muy bajos–, ¿cómo cree que se puede mejorar la comunicación entre la Academia y sus miembros?, y la última cuestión: «La Academia concede los Premios Goya, la Medalla de Oro, Segundo de Chomón, Alfonso Sánchez, González Sinde, Munoz Suay y el Homenaje a los Profesionales. ¿cree que son demasiados? ¿suprimiría alguno?».
Después se pasa al bloque sobre los Goya en el que se pregunta sobre cómo vota y la manera en que prefiere visionar las cintas nominadas, y se cierra con cuestiones relativas a la web y la revista de la institución. Como punto final, un comentario: «Indícanos, si lo consideras, alguna cuestión que a tu parecer debamos considerar de cara a la institución».

Nada que ocultar

Para el ex presidente todo lo que sea conocer más a los miembros y tranquilizar aguas revueltas le parece bien: «Yo no creo que ha habido falta de transparencia, pero en la Junta Directiva se sientan gente de diferentes ideologías y generaciones y es posible que llegar a acuerdos cueste bastante, pero en la Academia no hay nada que ocultar. El problema más grande que tenemos yo creo que es el económico». No entiende, dice, esas «tensiones cíclicas que de vez en cuando nos llevan a los titulares de los periódicos. Esta institución es una plataforma, aunque cada uno tenga su interés. Lo que está claro es que todos debemos defender el cine», señala Giménez Rico.
Para el director Emilio Martínez Lázaro la intención de la presidenta «estoy seguro que no era soliviantar los ánimos de nadie. Es imposible que tenga mala intención, porque es una buena persona y sencilla. En el mundo del cine siempre ha habido suspicacias. Yo creo que les ha cogido la presidencia en un momento muy difícil y lo que han hecho es agarrar el toro por los cuernos. Tengo la impresión de que las cosas se han calmado en la junta directiva», dice, y coincide con Giménez Rico en que el gran problema es económico, «de financiación, ése es el escollo auténtico».
Antonio del Real, director y académico, añade una china más a este listado de «cosas en contra»: «Resulta bastante selectiva. Tiene sus gremios y si están hablando de transparencia, que me parece estupendamente bien, deberían de empezar por detalles como que en las primeras filas de los Goya no se sienten siempre las mismas personas. ¿Por qué yo me tengo que ir a la veintitantos y otros no salen de la 3 o la 5? A mi que lleguen con ganas y energía me parece correcto, pero es que esto ya me suena de otras veces y no me gustaría que se quedara en un conjunto de buenas intenciones y poco más. No me parece, por ejemplo, nada bien, que se haya acusado a Antonio Resines de hacer negocios en la Academia. En esta casa vamos a golpe de escándalos y nos perjudicamos todos», asegura, al tiempo que añade que la Academia ha cambiado una barbaridad de los comienzos, hace treinta y una años, a ahora. «Era un nido de grillos en que cada uno tiraba para un lado, hoy e sotra cosa», declara.
Fernando Colomo no cree que haya un mal ambiente, pero sí se queja de una cosa: «Es un ente tan abastracto», dice a modo de queja. A ello aún no le ha llegado la encuenta, «o quizá sí, pero no he tenido tiempo para ponerme al ordenador y mirar si ha llegado. Si es así me parece estupendo que podamos opinar más de mil y pico personas que somos. Es un tanto en positivo». Y deja para el final un deseo que es común a todo: «Que avancemos. Eso es lo que tenemos que hacer».