La fórmula matemática de la canción del verano
«Despacito» se convertía recientemente en el primer vídeo en YouTube en sobrepasar los tres millones de reproducciones «oficiales»
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Al igual que los algoritmos de búsqueda de páginas como Google o los que sugieren publicidad en las redes sociales, los «hits» estivales como «Despacito» también tienen su «receta mágica». ¿Es posible fabricar científicamente un tema de repercusión mundial?
Tres años atrás, un músico surcoreano del barrio de Gangnam, en Seúl, se convirtió en el primero cuyo vídeo fue visto por más de dos mil millones de personas en la plataforma YouTube. Su nombre artístico era Psy y, gracias a la viralidad de su canción (no hace falta decir el nombre, que se pega como una lapa), ganó más de dos millones de euros, según la revista «Forbes», solo en concepto de publicidad en el vídeo oficial. ¿Por qué vídeo oficial? Las compañías discográficas y los autores pueden elegir en YouTube si cualquier otro vídeo o parodia con la música propiedad de estos se prohíbe o se obtiene una parte de los réditos de reproducción. Y «Gangnam Style» (sí, lo he dicho, lo siento) sumaba unos 40.000 distintos hasta ayer. Si a a estas cifras le sumamos ventas en diferentes plataformas, conciertos, visitas a platós, derechos por reproducción en radios, etc., basta hacer unas pequeñas cuentas para entender que la canción del verano es un negocio billonario. Y quien logre dar con la fórmula tiene para alimentar a los nietos de sus nietos. «Despacito» se convertía recientemente en el primer vídeo en YouTube en sobrepasar los tres millones de reproducciones «oficiales». Si a eso le sumamos la «mejor no hablemos de esa», versión de Justin Bieber, con 500 millones de reproducciones, es obvio que quien logra producir un EE (éxito estival) ha dado con la gallina de los huevos de oro.
Uno de los expertos que ha analizado concienzudamente este fenómeno es el neurocientífico Daniel Mullensiefen, de la Universidad de Londres. De acuerdo con un estudio firmado por este experto y publicado en Psychology of Aesthetics, Creativity and the Arts (Psicología de la Estética, la Creatividad y las Artes), la estructura musical de la obra del portorriqueño Luis Fonsi estaba destinada, científicamente, a tener éxito. La clave se basa en algunos de los elementos que comparte con casi todas las EE, a saber: más rápida que el promedio de las canciones, produce recuerdos, crea conexiones emocionales. Lo consigue con un equilibrio perfecto entre lo dinámico y lo aburrido. Y lo dice Mullensiefen, no nosotros. Pero si lo pensamos, no parece tan desencaminado: Fonsi, al cantar, parece que le está haciendo un favor al micrófono: su voz no hace virguerías extrañas mientras que, cuando aparece Daddy Yankee, todo se vuelve más eléctrico.
Otro elemento que ha consagrado a «Despacito» ha sido la repetición. Un estudio publicado en «PlosOne» y realizado por expertos de la Universidad de Oporto (Portugal) escaneó el cerebro de decenas de voluntarios y descubrió que estos se conectaban emocionalmente más a un tema cuando los sonidos les resultaban familiares y repetitivos, sobre todo, esto último. La repetición también influye en el efecto viral. En su libro «Exitosos: la ciencia de la popularidad en una era de distracciones» («Hit Makers: The Science of Popularity in an Age of Distraction»), su autor, Derek Thompson, argumenta que «si bien la tecnología ha cambiado el modo en el que consumimos música, el público sigue buscando lo que es popular». Y, para consuelo de aquellos a los que no les gusta «Despacito», intentar deshacerse de una canción que no deja de dar vueltas e la cabeza solo contribuye a fijarla con más determinación. Algo que muchos han comprobado empíricamente y Tim Williams, de la Universidad de Reading, afirma en otro estudio.
(Re)conocida la ciencia detrás de la canción del verano, ¿hay una fórmula para crearla? Algunos afirman que sí. Y la verdad es que saben de ello. Se trata de Spotify. El servicio de música en streaming se ha unido a su agencia de inteligencia musical The Echo Nest (básicamente una empresa de big data musical) y a la firma First Choice para crear una fórmula de la canción del verano perfecta. De acuerdo con sus resultados, para alcanzar el éxito hay que lograr un equilibrio entre cinco atributos específicos: ritmo, cuan bailable es la canción, alegría, acústica y energía.
Ritmo y energía
El informe explica cómo define estos atributos. El ritmo es la velocidad de la percusión y actúa como el parámetro para las demás variables. La energía se refiere a la intensidad del mismo, la alegría es el mensaje positivo que transmite y la cualidad de bailable es bastante obvia. Quizá lo más complicado es comprender el ingrediente acústico. Los responsables del análisis señalan que cuanto menos instrumentos eléctricos tenga la tonada, menos voces tratadas digitalmente y más percusión, mejor es la canción (de cara al éxito). Y este es el atributo que más diferencia a las canciones del verano... de aquellas que se convierten en clásicos.
Tras analizar 150 de las más escuchadas en los últimos cinco estíos, en una biblioteca de más de 30 millones de piezas musicales, los expertos llegaron a la conclusión de que la EE perfecta responde a la siguiente fórmula: Ritmo + Energía x 1.48 + Bailable x 1.17 + Acústica x 0.17 + Alegría x 1.14 = canción del verano. Pero la realidad es que todas estas «razones» olvidan algo: la emoción que ha logrado producir una canción que aumentó un 45% el turismo en Puerto Rico, según hotels.com. Y este, el componente emotivo, es el elemento que transformó a «Despacito» en un fenómeno global que se contagió a todo el mundo ¿Cuándo y dónde comenzó esta «enfermedad»? Muy buena pregunta. Mientras un virus biológico se transmite por cercanía, por ejemplo entre países vecinos, con las canciones en esta era tecnológica no ocurre lo mismo. Y lo que comienza en Europa o Estados Unidos, puede llegar en segundos a cualquier otro país y desde allí al mundo entero. En este caso el país resultó ser Argentina.
«Despacito» fue publicada el 12 de enero de 2017. Menos de un mes después, el 6 de febrero, ya contaba con una nueva letra creada por la Escuela de Tablones, los, por llamarlos de algún modo, juglares simpatizantes del club San Lorenzo (el equipo de fútbol predilecto del Papa y del actor Viggo Mortensen). Publicado en Youtube, el vídeo con la letra adaptada alcanzó el millón de visitas en seis días. Y de allí pasó a otros equipos de fútbol en países tan lejanos entre sí como Corea, Brasil, Israel, Italia y Túnez. El propio Fonsi, en un documental sobre estos «juglares», agradece la versión que han hecho y reconoce que fueron los primeros en adaptarla y llevarla a otros países.
Vamos a dejar algo meridianamente claro tras estos últimos párrafos, no sea cosa que algunos argentinos (y el autor sabe de lo que habla) se quieran hacer propietarios del éxito de «Despacito»: no, no fueron ellos los que llevaron el tema de Luis Fonsi a lo más alto, pero sí colaboraron a transplantarla a un terreno universal como el fútbol, en el cual diferentes culturas y religiones pudieron hacerse con una letra propia mientras seguían compartiendo y reconociendo la música.
¿Qué hubiera pasado si la Escuela de Tablones no hubiera adaptado «Despacito»? A lo mejor hoy estaríamos hablando de Enrique Iglesias y pidiendo que nos suban la radio (algunos pediríamos que la bajen), o puede que aún así Luis Fonsi se hubiera alzado con el premio de la canción del verano. Lo que sí que es cierto es que desde un equipo de fútbol de Argentina, se transmitió al mundo mucho más rápido. Por lo tanto, no sería extraño que el próximo fan de San Lorenzo sea Fonsi. O Daddy Yankee.
Mensaje para Enrique Iglesias: ya sabes a qué equipo apoyar el año que viene.
«Will you still love me tomorrow»: la ingenua pionera
Si tuvieramos que elegir a la canción del verano pionera, muchos probablemente (los españoles, claro) hablaríamos del mítico Paquito el Chocolatero. Pero, en realidad, el término «canción del verano» nació en la década de 1960 por culpa de una niña de solo 10 años, Carole King, compositora del éxito «Will You Still Love Me Tomorrow». Al comprobar cómo triunfó este tema entre los adolescentes y la «visa útil» de sus éxitos, las discográficas crearon una estrategia muy simple pero hasta entonces inexistente: grabarían sencillos en mayo, los lanzarían en junio y así tendráin repercusión todo el verano. Al principio se trataba de letras inocentes y músicas pegadizas e inofensivas (nada que ver con el, por entonces, diabólico rock and roll), de modo que los jóvenes pudieran escucharlas en casa, ya que eran los padres quienes les daban el dinero para comprar los sencillos. Con ello, las discográficas se garantizaban que la repercusión fuese aún mayor. Esta fórmula se ha venido repitiendo en todos los países o regiones con una industria musical importante, atendiendo a las especificidades de cada lengua y contexto. Archiconocidas son para la memoria sentimental de los españoles los «hits», por ejemplo, de Georgie Dann. Hoy, con la globalización, los éxitos están destinados a grupos de población cada vez más grandes y a los dos veranos, el del hemisferio Norte y el del Sur. Ya no mantienen ese espíritu ingenuo de antaño, pero sin duda cumplen mejor con el objetivo para el cual nacieron.