La fotografía en la historia como arma documental revolucionaria
Rocío Linares.
El Museo Reina Sofía documenta con imágenes y vídeos la función del arte fotográfico como instrumento de denuncia
Como testigo de la historia, la fotografía ha sido un arma documental que ha acompañado las luchas sociales como un elemento más de su revolución. Se trata de un arte que, como instrumento, forjó su desarrollo apegado a revoluciones urbanas, reivindicaciones vecinales y minorías, al servicio de su causa. El museo Reina Sofía dedica una completa exposición a la fotografía como acompañante de las luchas sociales y recoge, en documentos gráficos, el debate que tuvo lugar en los setenta y ochenta en torno al género documental como crítica del arte moderno y sus instituciones.
La muestra "Aún no: Sobre la reinvención del documental y la crítica de la modernidad", plantea un recorrido temático y también cronológico. Exhibe un conjunto de más de 800 piezas entre fotografías, revistas, libros, carteles, películas e instalaciones, algunas de ellas nunca expuestas en un museo, que son testigos de un momento en que la fotografía adquiría un nuevo protagonismo en el mercado artístico y en las nuevas políticas culturales. En este escenario, marcado por la Mayo del 68 y la crisis de 1972, surgió una nueva generación de artistas que imitando el origen político d económica e la fotografía obrera de los años veinte y treinta, inició su reinvención y la utilizó con un sentido reivindicativo.
“La fotografía no es un medio transparente, sino que establece relaciones de poder e implica una forma de pensar y un interpretación determinada por parte de quién la hace”, afirmó Jorge Ribalta, comisario de la exposición. Según este historiador, el género documental surge para contribuir a la representación de la gente trabajadora y en concreto esta exposición intenta “mostrar la evolución el imaginario de esa clase”. La muestra se articula en torno a tres concepciones: por un lado la reflexión sobre la figura del obrero y la industrialización, por otro la insurrección poscolonial y el combate contra el Apartheid y finalmente la transformación del grito de las clases a la voz de minorías.
El recorrido por las diferentes salas lleva al visitante a conocer, en primer lugar, la nueva fotografía obrera a través de trabajos colectivos que reflejan la ocupación industrial y las reivindicaciones ciudadanas que surgieron en las principales ciudades de la Alemania Occidental; de ahí, salta a Francia y después abre el foco a la repercusión internacional. Desde Inlaterra al pequeño núcleo de artistas del que formaron parte en San Diego (California, Estados Unidos) Allan Sekula, Phil Steinmetz y Martha Rosler, quien después de unas cuantas zonas temáticas, protagoniza el cierre de la muestra.
La segunda parte examina otras pácticas documentales centradas en la dicotomía primer y tercer mundo que marcaba la geopolítica de los setenta. Así hay una zona centrada en la iconografía del Partido de los Panteras Negras, una organización creada para la autodefensa de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, que tomó una percepción social negativa y quería, a través de muestras de fotografía social, presentar su lado más humano. A continuación, se recogen documentos que representan la resistencia al apartheid en Suráfrica, alejados de la instrumentalización de las imágenes. Merece una mención especial la sala dedicada a Susan Meiselas, como ejemplo de politización del fotoperiodismo, que se inició con su cobertura de los procesos de insurgencia popular en Nicaragua y El Salvador entre 1978 y 1983.
En el último bloque temático, se presentan algunos casos de confluencia entre la actividad fotográfica documental y el surgimiento de nuevos movimientos sociales y nuevas formas de lucha urbana. Se recoge el paso de una iconografía del trabajador industrial a una iconografía de las minorías urbanas y las luchas micropolíticas. Ejemplo de ellos son los proyectos como “Grama”, una revista en la qu colaboraron periodistas y fotógrafos que después firmaron una importante trayectoria en Prensa.
Según Ribalta, queda queda constituido con esta muestra, , que permanecerá abierta hasta el 13 de julio, “un relato para una historia política de la “idea documental” en la cultura fotográfica del siglo XX, sus relaciones y sus tensiones, tanto con las ideas cambiantes de modernidad y vanguardia como con las transformaciones de los movimientos sociales”