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La Generación Nocilla va a la guerra

Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967), ayer al recibir el premio en Barcelona
Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967), ayer al recibir el premio en Barcelonalarazon

El escritor augusto Fernández Mallo se hace con el premio Biblioteca Breve organizado por la editorial Seix Barral con un texto muy ambicioso y poético con trasfondo bélico.

El autor de lo fragmentario y lo transgresor, de la vanguardia irreverente, dispuesta a cuestionar y derrumbar las formas, estructuras y discursos tradicionales de la narración, que ha convertido su pulso literario en un vórtice o punto de encuentro de géneros divergentes, dispuesto a reconciliar opuestos, los distintos blancos y negros, como sustantivos complementarios, y que jamás ha creído en la división habitual entre las humanidades y las ciencias, se ha convertido en el escritor ganador de la 60 edición del Premio Biblioteca Breve. Es Agustín Fernández Mallo y lo ha hecho con una novela de horizontes ambiciosos, que habla de lo que somos y hemos sido, que incorpora o crece literariamente sobre un catálogo de múltiples resonancias literarias y artísticas, y que está formada por un tríptico de historias que discurren sobre el telón de fondo de diferentes conflictos bélicos: la Guerra Civil, la de Vietnam y la Segunda Guerra Mundial.

«Trilogía de la guerra» es una obra que condensa sus planteamientos y obsesiones literarias y que presenta dividida en tres libros –«La isla de San Simón», «Estados Unidos de América (Mickey Mouse ha crecido y ahora es una vaca)» y «Normandía (los amos de la noche)».

UN TEXTO CON SALIDAS

El novelista, impulsor de aquella Generación Nocilla, que sacudió el panorama literario en 2006 y acuñó unos años antes el término «poesía postpoética», explicó que es una obra «caleidoscópica que funciona en red, en la que hay muchos enlaces a diferentes lugares. Un texto en el que existen abundantes salidas, en el que hay antropología y reflexión, sobre todo acerca de qué son los vivos y los muertos. Estoy convencido de que los muertos no están muertos del todo y que los vivos no estamos vivos del todo. Estamos en un interfaz en que nos comunicamos los vivos y los muertos. Por eso, la mayor red del mundo es la que une a ambos. Esto entronca con los muertos en guerra».

Fernández Mallo, con un sutil humor, reconocía que el jurado tenía razón en sus elogios y aclaró que la trama arrancó a partir de un encuentro al que acudió, una reunión en la Isla de San Simón en que los asistentes debían comunicarse con el resto del mundo desde un pabellón aislado. «Al estar allí y sentir que hay cosas que me sobrepasan, en que los referentes culturales que tenía no daban ninguna explicación a lo que percibía, empecé a escribir algo que no sé a dónde me llevaba, unas páginas en las que sitúo un personaje que va solo y que sobrevive ahí encerrado, sin encender la luz para evitar que lo vea la policía desde el continente».

El coruñés hace alarde de imaginación, uno de los ríos invisibles de la escritura, y narra la historia del cuarto astronauta que viajó a la luna (y que nunca sale en las fotos porque él era quien las hacía) y que Fernández Mallo describe como «un personaje conservador que combatió en Vietnam, que podría haber votado a Trump y que me obligaba a reflexionar sobre el imaginario de Estados Unidos».