Relaciones internacionales

La mentira rusa de Trump

El recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha dudado en mostrar su simpatía por el ruso Vladimir Putin y la necesidad de entendimiento entre dos vastos y poderosos países que han vivido las últimas siete décadas siempre a la gresca.

La mentira rusa de Trump
La mentira rusa de Trumplarazon

El recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha dudado en mostrar su simpatía por el ruso Vladimir Putin y la necesidad de entendimiento entre dos vastos y poderosos países que han vivido las últimas siete décadas siempre a la gresca.

Durante la última campaña presidencial en Estados Unidos el candidato Donald Trump expresó pública y abiertamente su simpatía por el presidente ruso Vladimir Putin y su voluntad de entendimiento con Rusia. Una vez elegido, se han disparado las especulaciones sobre el futuro de las relaciones entre Washington y Moscú.

Sin embargo, y más allá de las personales afinidades que puedan existir entre ambos presidentes, las relaciones entre Estados Unidos y la Federación Rusa se desarrollarán dentro de la tendencia histórica que las ha dominado durante las últimas siete décadas: la rivalidad.

En efecto, en su conocido y originariamente secreto «long telegram» enviado por George Kennan desde Moscú en 1946, se describían los fundamentos de la estrategia soviética para proyectar internacionalmente el comunismo y se proponía la política de respuesta que debía aplicar Washington para hacer fracasar semejante estrategia. Dicha política fue asumida por la Administración Truman y pasó a conocerse como la «política de contención».

Desde entonces y hasta la actualidad la dinámica de relaciones entre Washington y Moscú ha transcurrido por diferentes etapas, incluido el cambio de régimen político y económico en Rusia. El primer período se extiende entre 1945 y 1962 y la rivalidad bipolar estuvo dominada por tres decisivas tendencias: el conflicto diplomático y estratégico; el enfrentamiento ideológico y propagandístico, y la carrera de armamentos nucleares. Es la etapa conocida como Guerra Fría que culminó con la crisis de los misiles de Cuba y en la que por parte americana intervinieron las administraciones presidenciales de Truman, Eisenhower y Kennedy, mientras que en el Kremlin se sucedieron Stalin y Kruschev.

Capacidad logística

Entre las principales decisiones adoptadas por Washington merecen destacarse, la gestión de la crisis y bloqueo de Berlín (1948-1949) que puso a prueba la capacidad logística de las fuerzas armadas americanas y aceleró la decisión de apoyar la creación de la República Federal de Alemania. El lanzamiento del European Recovery Program, más conocido como Plan Marshall (1948), que tuvo como finalidad principal acelerar la reconstrucción postbélica de los países europeos. La firma del Tratado de Washington (1949), por el que se creaba la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El apoyo diplomático y militar al recientemente creado Estado de Israel (1948). La decisiva intervención en la guerra de Corea (1950-1953) para impedir la hegemonía del régimen comunista chino en toda la península. La creciente implicación militar en la guerra de Vietnam en apoyo del régimen de Saigón para impedir el triunfo del gobierno comunista de Hanoi y la consiguiente influencia soviética en la región.

A lo largo de este periodo los Estados Unidos, aprovechando su supremacía nuclear, establecieron la doctrina estratégica de la represalia masiva que contemplaba el escenario de un ataque nuclear masivo e indiscriminado contra la URSS en caso de una agresión militar directa contra el territorio o las tropas norteamericanas. Dicha doctrina provocó una percepción de amenaza directa y desproporcionada entre los dirigentes soviéticos que marcó decisivamente la política exterior y de defensa decidida por el Kremlin.

Por su parte Moscú tuvo como objetivo principal la consolidación de su seguridad nacional. Para ello consideró imprescindible alcanzar la hegemonía mundial como superpotencia mediante la consolidación de los regímenes comunistas, la expansión de los partidos comunistas y el rearme nuclear.

De acuerdo con esta política desarrolló una amplia red aliancista mediante tratados bilaterales con los países comunistas de Europa Central y Oriental, al tiempo que lanzaba la Kominform (1947) para movilizar y controlar internacionalmente a los partidos comunistas europeos. Aceleró su programa de desarrollo de armas nucleares a partir de las primeras pruebas realizadas con éxito en 1950. Trató de contener el auge de la influencia occidental en Europa sofocando las insurrecciones en Hungría y Polonia (1956). Constituyó el Pacto de Varsovia (1956), como respuesta a la incorporación de la R.F. de Alemania a la OTAN. Apoyó con éxito movimientos insurgentes en Argelia, Cuba o Vietnam y entró en un conflicto abierto con la China comunista de Mao por el liderazgo político del movimiento comunista internacional.

La crisis de los misiles de Cuba marcó el punto álgido de la tensión este-oeste y el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre las dos superpotencias, acelerada por el asesinato de Kennedy (1963) y la destitución de Kruschev (1964). Este período marcado por la distensión se extendió hasta 1987 con la puesta en práctica de la Perestroika y la firma del primer tratado de desarme nuclear.

Durante la etapa de distensión tanto Washington como Moscú mantuvieron su rivalidad política e ideológica, pero tras la experiencia de la crisis de los misiles abordaron un proceso de negociación directa para controlar el proceso de rearme nuclear. Un rearme nuclear que, por esas fechas, se había complicado con la proliferación a nuevas potencias como Reino Unido; Francia o la República Popular China. Los tratados de No Proliferación Nuclear (1968); SALT I sobre control de misiles antibalísticos (1972) y SALT II sobre misiles balísticos intercontinentales (1972) constituyeron el fundamento jurídico y político de una distensión nuclear que consolidó la doctrina estratégica de la destrucción mutua asegurada.

En estas dos décadas y media las sucesivas Administraciones presidenciales americanas tuvieron que asumir la derrota en Vietnam y el fracaso de su apoyo a regímenes autoritarios en América Latina como fórmula para contener los movimientos insurgentes en Colombia; Nicaragua; Guatemala o El Salvador.

En Oriente Medio su política de colaboración con el Estado de Israel en las guerras de 1967 y 1973 fue contrarrestada con la consolidación del movimiento palestino en torno a la Organización de Liberación Palestina (OLP), liderada por Yaser Arafat, y el éxito de la revolución iraní (1979) que abrió el camino para un régimen teocrático hasta nuestros días.

Presión aligerada

El entendimiento diplomático con el Gobierno de Pekín alivió la presión que Estados Unidos había sufrido en el área del Pacífico desde la guerra de Corea pero, en cambio, dificultó las relaciones con Moscú.

Al mismo tiempo, los sucesivos dirigentes del Kremlin (Breznev; Andropov; Chernenka y Gorbachov) tuvieron que gestionar el creciente agotamiento del sistema económico soviético, acelerado por el aumento del gasto militar y las subvenciones a los regímenes comunistas aliados.

El éxito en Vietnam y más tarde en Camboya del régimen pro-soviético de Hanoi, no compensaron la derrota militar y política sufrida en Afganistán ni el descrédito en el seno del movimiento comunista internacional tras la represión de la rebelión popular de Praga (1968).

La política de la glasnot y la perestroika, impulsada por la dirección del Partido Comunista de la URSS liderada por Mihail Gorbachov, sólo constituyó un breve y fracasado intento de evitar el final de la URSS que fue aprovechado por Estados Unidos para iniciar el proceso de desarme nuclear y el creciente aislamiento estratégico del nuevo Estado ruso.

La quiebra económica, la desorganización militar y la fragmentación política que dominaron los primeros años de la Federación de Rusia, provocaron una catarsis nacional y una grave pérdida de credibilidad internacional a pesar de que Moscú seguía controlando un poderoso arsenal nuclear estratégico, sólo reducido pero no desmantelado por los acuerdos Start I y II.

La elección en 2000 de un desconocido Vladimir Putin, antiguo miembro del KGB, como sucesor del Presidente Yeltsin demostró el profundo cambio que se había producido en la elite dirigente rusa. A partir de ese momento el aparato del Estado ya no estaría en manos de los líderes políticos, fuesen comunistas o nacionalistas, si no de la minoría que controlaba el complejo militar-industrial durante la etapa soviética.

Desde ese momento la alternancia en la Presidencia y la Jefatura del Gobierno de Putin y Medvédev ha demostrado la voluntad de continuidad en el poder político y económico de la nueva elite gobernante rusa. Su objetivo principal ha sido, es y será mantener el poder militar y económico de Rusia como fundamento de su hegemonía como potencia mundial. Para ello Moscú considera necesario garantizar la influencia en su área de seguridad estratégica que incluye el Mar Báltico; Bielorrusia; Ucrania; el Cáucaso Sur; el Mar Negro y el Mediterráneo Oriental; Oriente Próximo y las repúblicas de Asia Central.

Si había alguna duda en Washington y las cancillerías europeas, las intervenciones militares rusas en Georgia (2008); Ucrania (2014) y Siria (2015) demuestran inequívocamente la voluntad del Kremlin de defender sus intereses estratégicos y económicos incluso por las armas. Ésta es una realidad que el Presidente electo Donald Trump tendrá que enfrentar cuando llegue a la Casa Blanca en Enero de 2017. Tal vez en ese momento comprenderá, más allá de su opinión personal, que la histórica rivalidad entre Washington y Moscú sigue plenamente vigente y que a él sólo le queda gestionarla en las circunstancias actuales.