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La noche es de los libros

El Día de las Librerías llega hoy con muchas actividades y nuevos horarios
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El sector ha abordado unos años duros. Antonio María Ávila, de la Federación de Gremios de Editores, recuerda unos datos. Se han reducido en 200 millones las ayudas para la compra de libros de textos y el recorte del sistema bibliotecario ronda los 100. A eso hay que sumar la crisis económica, que ha hecho descender las ventas durante los últimos años, y la aparición de un nuevo tipo de librería que ha obligado a muchas de ellas a reconvertirse. Por eso, el sector actuó y decidió crear una jornada especial: el Día de las Librerías. En su tercera edición, esta fecha ya está marcada en rojo en el calendario. «Este mes se ha presentado el nuevo mapa de las librerías en España –comenta Fernando Valverde, de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros–. Esto nos revela que ha habido cierres de librerías, algunos de ellos muy sonados, como el de Fuentetaja. Pero, sobre todo, lo que ha habido es una transformación». Antonio María Ávila comenta que «han desaparecido entre 60 o 70 cada año, pero que también abren entre 30 y 40 por el mismo intervalo. En Reino Unido, en tres años, han cerrado 400 librerías. Ahora mismo España, con menos habitantes que Inglaterra, tiene bastantes más establecimientos».
La novedad es la reconversión de un puñado de librerías que aspiran a establecer modelos más atractivos y originales para atraer al público. Fernando Valverde lo dice: «Ahora está aumentando la librería café, que compagina varias cosas. Son más pequeñas y cooperativas. Incluso personas que no acceden al mercado laboral tienen la oportunidad de tener pequeñas jornadas en ellas».
La librería pequeña, de barrio, que está presente en la calle, que sale al encuentro de los vecinos, que reúne a los lectores, que se convierte en un punto de intercambio intelectual y cultural, es el modelo que reclama, por ejemplo, Aldo García, de Antonio Machado: «La gente tiene que ver que es un centro de reunión, donde se puede hablar de literatura, arte, ensayo, política. Las librerías no son bibliotecas. No hay que estar en silencio. Hay que hablar. Nos encanta hablar con los lectores. Recomendar libros y que nos los recomienden a nosotros». En la misma línea avanza la argumentación de María Felices, de Cervantes y Compañía, que es librera, pero también actriz y cree que hay que abrir estos espacios a nuevas iniciativas y empresas: «Apuesto cien por cien por que sean sitios vivos, dinámicos, donde la gente pueda mirar, fisgar, encontrarse».
Un buen noviembre
Antonio María Ávila recuerda la importancia de las librerías. «Hoy por hoy, el 55 por ciento de los libros se comercializan por este canal. Luego están los quioscos, las instituciones, los clubs de lectores. Esto demuestra su importancia. En las naciones que hay a nuestro alrededor sucede lo mismo. Ellas son las que garantizan la pluralidad. Existen centenares de títulos de venta continua pero pequeña que dependen de ellas, al igual que la pervivencia de muchas editoriales modestas. Por eso cumplen una función social y cultural: el de velar por la pluralidad en el mercado». Fernando Valverde es optimista. Y es optimista porque tiene datos. «La Feria del Libro del año pasado amortiguó la caída. Pero todo este tiempo ha sido muy duro para los libreros. Ahora muchos de ellos me dicen que este noviembre no ha sido malo. Ha sido el mejor mes en veinte. La tendencia mala parece que se ha roto. Aunque todavía es difícil hacer un juicio optimista después de los tiempos que hemos vivido». La idea de apoyar al gremio de libreros es una de las reivindicaciones recientes. Ya ocurre en Francia, que es pionera en defender los intereses de estos lugares esenciales para la cultura. «Hace seis o siete años –explica Valverde– presentamos un plan estratégico para el sector del libro. Ahí había cosas como la propiedad intelectual, la digitalización, el IVA y una cosa que es fundamental: un sello de calidad que se inspiraba en el modelo francés». Valverde explica cómo funciona en nuestro país vecino ese plan: «Es una sociedad mixta en la que los editores ponen dinero y el Ministerio de Cultura participa con una cantidad mínima, pero que le sirve para tutelarla. Eso significa que las librerías que deciden emprender reformas, pueden hacerlo a coste cero, sin intereses».
El sector del libro ha afrontado estos años la crisis económica y el difícil trago de una reconversión, la necesidad de adecuarse a los imperativos de un futuro que ya está aquí. «Tienen que estar presentes en la difusión del libro electrónico, que es algo más que un dispositivo de lectura, y deben utilizar todos los instrumentos disponibles de metadatos. Las librerías deben tener la infraestructura apropiada. Ya lo han hecho otros sectores en nuestro país, ¿por qué no nosotros?», comenta Ávila. Valverde reclama que el IVA sea rebajado en todas las áreas culturales y es tajante sobre las descargas ilegales en internet. «Hay que ser firmes en este asunto. Sobre todo en lo legislativo. Y tomar conciencia de que la creación no puede ser robada». Después matiza: «Ha caído la venta de libros, pero no sé qué parte de ese descenso corresponde a prácticas ilícitas en el entorno digital. La venta digital tiene un porcentaje en España del 5 por ciento. El papel sigue siendo predominante. Hay que reforzar el buen uso de lo digital». Valverde, que apoya la creación de un sello de calidad de librerías, también advierte sobre una tendencia: «El discurso digital ha devaluado el valor del libro y la lectura, y lo que significan. Esto ya está en la red, y como es de fácil acceso, se considera que ya no es necesario apoyar al papel. Pero estos lugares son esenciales para los lectores y las editoriales, sobre todo si son independientes, porque arriesgan mucho». Pero si existen aún dudas de por qué ir a una librería hoy, aquí hay un motivo de Aldo García: «Las librerías no son tiendas. En ellas han sucedido cosas, se han impulsado alegatos, conspiraciones políticas e intelectuales. Por eso la gente, cuando visita una ciudad, acude a ellas, igual que sucede con los museos. El turista nunca visita tiendas de ropa. Las librerías, sí».