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La princesa inca que reina en el Prado

En el marco de ARCO la pinacoteca madrileña recibe uno de los grandes exponentes del arte virreinal de Perú.
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En el marco de ARCO la pinacoteca madrileña recibe uno de los grandes exponentes del arte virreinal de Perú.
Beatriz Clara Coya, princesa heredera del imperio inca, se crió en un convento de Cuzco. Cuando cumplió ocho años su madre la ofreció en matrimonio al hermano de un famoso conquistador. Comenzó entonces un arduo debate sobre quién sería su futuro esposo. Las autoridades coloniales no veían con buenos ojos la unión con el elegido por su madre, así que le enviaron a España acusado de conspiración. Por su parte, el tío de la niña, Titu Cusi Yupanqui, entonces monarca de Vilcabamba, trató de negociar con la Corona el abandono de ese último refugio indígena a cambio de casar a su hijo con Beatriz. Sin embargo, sería el virrey Francisco de Toledo quien decidiría el destino de la indígena, a la que entregó cuando tenía 15 años al capitán Martín García de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio de Loyola, como recompensa por haber capturado a Tupac Amaru, último rey de Vilcabamba y tío de Beatriz.
Una princesa inca y un descendiente del fundador de la Compañía de Jesús. La importancia simbólica de su unión, que buscaba fortalecer el vínculo de los jesuitas con la nobleza indígena sería tal que durante siglos se mantuvo vigente a través de representaciones teatrales que se celebraban en las iglesias peruanas. Además, en el siglo XVII los jesuitas encargaron un cuadro que representara simultáneamente la boda de esta ilustre pareja y la de su hija, Ana María Lorenza, que se casó en Madrid con Juan Enríquez de Borja, bisnieto de San Francisco Borja. De dicha pintura se conocen cuatro versiones, entre ellas la que decora la iglesia jesuita de la Plaza de Armas de Cuzco y una que data de 1718 y forma parte de la colección del Museo Pedro de Osma de Lima. Esta última, titulada «Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola», se puede ver a partir de hoy en el Museo del Prado, donde fue recibida como obra invitada en el marco de ARCO.
El poder de los jesuitas
Todos los protagonistas de la historia, desde Tupac Amaru hasta San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja, quienes presiden la boda (el primero sostiene un libro y el segundo, una calavera), están presentes en el cuadro. Y en medio de ambas familias, dibujadas en el cielo sobre el sol inca, las siglas de la Compañía de Jesús. El director del museo peruano, Pedro Pablo Alayza, explica que el cuadro simboliza el gran poder que los jesuitas alcanzaron en la época virreinal gracias a sus alianzas con la élite indígena. «Más allá de lo religioso, hay todo un tema político y económico que fue muy bien trabajado por la Compañía. Se dedicaron a fusionar la tradición indígena y la católica de manera sistemática hasta la creación, por ejemplo, del Niño Jesús Inca, una invención iconográfica que busca las raíces del cristianismo en América».
Después de casarse, García de Loyola y Beatriz se trasladaron a Chile, donde el capitán había sido nombrado gobernador. Allí tuvieron a su hija, Ana María Lorenza. Tras la muerte de sus padres, la joven fue enviada a España, donde se casó. Para entonces, Ana María era señora de la casa de Loyola y la única heredera del imperio inca, además, de marquesa de Santiago de Oropesa. Según Alayza, el cuadro hoy expuesto en el Prado, cuyo autor se desconoce, habría sido «sin duda encargado por un descendiente del marquesado de Oropesa para mantener vigente el vínculo entre los jesuitas y el mundo indígena». El actual portador de dicho título, Alfonso Martos y Carrión, es amigo de la familia De Osma y por invitación suya estuvo presente en la inauguración.

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