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La resistencia del español en Guinea

En el cierre del Congreso de la Lengua hubo tiempo para tratar la situación del castellano en Guinea Ecuatorial; donde es hablado por el 87% de la población
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En el cierre del Congreso de la Lengua hubo tiempo para tratar la situación del castellano en Guinea Ecuatorial; donde es hablado por el 87% de la población
Los procesos de descolonización emprendidos por España tienen la particularidad, entre otras cuestiones, de abandonar la lengua. El caso de Marruecos es notorio, frente al caso del protectorado francés, que dejó el idioma hasta convertirse en semioficial. La antigua provincia de Guinea Ecuatorial se independizó en 1968, lo que tampoco supuso entrar en la democracia, sino seguir los pasos de la vieja metrópolis, que continuaba bajo la dictadura franquista. Para Guinea, la independencia supuso, de entrada, la llegada de otro dictador, Francisco Macías, que se empeñó en perseguir la lengua española.

El escritor y catedrático de Literatura Española en la Universidad de Salamanca, Justo Bolekia (Santiago de Baney, isla de Bioko, 1954), ha sido el impulsor de la Academia Española en Guinea, la que hace la número 24 entre los miembros de la Asociación de Academias. Su visión sobre la supuesta «dejadez» de España hacia su propia lengua en los antiguos territorios es otra. «España ha respetado nuestra soberanía, por lo que nunca impuso el español en Guinea, a diferencia de Francia, que no sólo obligó al aprendizaje del francés, sino que fagocitó los idiomas autóctonos», dice Bolekia, que es autor de dos diccionarios Español-Bubi, su lengua materna. Insiste en que España ha respetado las lenguas fang –la mayoritaria–, el ndowé, el bisió y el bujeda, además del bubi. Bolekia ha publicado además numerosos libros de ensayos: «Lenguas y poder en África», «Aproximación a la historia de Guinea Ecuatorial» y «Los cuentos bubis de la isla de Bioko», entre otros.

A pesar de Macías y su posición antiespañola, acabó siendo la lengua oficial, ya que era el castellano el idioma empleado para redactar las leyes, porque las lenguas autóctonas eran ágrafas o de tradición oral. Pero el régimen impuso en los años 90 el francés y, de manera más reciente, el portugués (Portugal fue quien colonizó primero a Guinea), después de que en 2014 ingresara en la Comunidad de Países en Lengua Portuguesa, admitida a pesar de conservar la pena de muerte. Sin embargo, ahora se está imponiendo una tendencia planetaria: el avance del inglés. Son las compañías petroleras norteamericanas las que lo están extendiendo a gran velocidad. Por contra, el español vive un buen momento. «Es una lengua demandada no sólo en Guinea, sino también en Camerún, Gabón, Costa de Marfil, Togo o Gana», explica Bolekia.
- Inglés autóctono
Hay otro fenómeno que es productor de la rápida extensión del inglés, la lengua pidgin: una mezcla entre inglés e idiomas autóctonos como producto del comercio y «normalizada» por los manuales que los capataces utilizaban para dirigirse a los trabajadores nativos. Pero para Bolekia, que además de estudioso de la lengua castellana es poeta, «el nivel del español es deficiente, se tiene que hablar con corrección y estudiar según las normas, porque es la única manera de que sea una lengua de conocimiento». El español está en peligro, tanto por la pujanza del inglés, como por la expansión del francés en los países colindantes. ¿Es suficiente lo que hace España? «Las lenguas no se imponen, son las sociedades quienes las hablan; en todo caso, han de entenderlo como una lengua que permite el desarrollo», cree Bolekia.
El español es la lengua oficial, con un 87% de hablantes en un país con una población de 1,8 millones de habitantes. Bolekia recuerda un hecho único entre los países hispanohablantes: «El español es la primera lengua de Guinea y sin embargo no es la materna porque todo el mundo pertenece a las cinco etnias que tienen sus propias lenguas».

Cuba, el único ausente

«Cuba es el único país que no ha tenido una representación oficial en el Congreso de la Lengua Española». Lo dijo el escritor Leonardo Padura, que pronunció el discurso final del Congreso. No pudo sintetizar mejor la situación de «autobloqueo» cultural que Cuba vive, a pesar del viaje de Obama y los planes de apertura. Que haya sido Padura –que no es miembro de la Academia cubana– quien clausurara el encuentro es sin duda un apoyo a los escritores de la isla que quieren superar el castrismo.

Fernando Aramburu: «Sin compañía, el Quijote no se podría haber escrito»

Fernando Aramburu (en la imagen) quedó impresionado por la paliza que un vizcaíno recibió por parte de don Quijote. A final del capítulo IX este buen hombre recibe una somanta de palos, algo que el hidalgo no solía hacer porque era él, precisamente, el que recibía todos los palos. Al final, bondad manda, le perdonó la vida a cambio de que se pusiera al servicio de Dulcinea. Bien, pues este episodio le sirvió a Aramburu para vengarse en una de sus novelas y darle de bofetones a un tal «El alcalaíno», trasunto de Cervantes un poco «zopenco». Aramburu, como puede verse, suele recurrir al Quijote y hacer su propia lectura, algo que es, según confiesa, como visitar a un pariente: siempre es igual, pero nunca es lo mismo. Con los libros de este autor donostiarra y residente en Alemania (en Hannover) desde 1985 en la mano puede decirse que sus personajes, en palabras de él mismo, «frecuentan la morosa frontera entre la ficción y la realidad». Además de los elementos «desconcertantes» que introduce en sus obras, existe lo que él denomina «ritos privados». Por ejemplo, tener encima de su mesa de trabajo durante el tiempo que transcurre la escritura de un nuevo libro otro libro. Una veces leía un párrafo y otras le respondía. Entre esas obras estaba, claro está, «El Quijote». Su deuda es evidente, admite, en «Viajes con Clara por Alemania». En este libro aprendió que debe escribirse. Y algo más importante, si cabe: «Sin compañía, el Quijote no se podría haber escrito».