La revolución musical será femenina o no será
Una potente hornada de artistas de todos los géneros –de Bad Gyal a Las Odio– desafían los estereotipos cargados de testosterona y las convenciones de la escena musical
Una potente hornada de artistas de todos los géneros –de Bad Gyal a Las Odio– desafían los estereotipos cargados de testosterona y las convenciones de la escena musical.
La mujer siempre ha estado presente en el pop y el rock desde mediados del siglo pasado. Figuras, algunas de ellas, cuando no todas, que han servido de inspiración para las que han venido después. En los años cincuenta estuvo Wanda Jackson. En los sesenta Janis Joplin, Joan Baez o Joni Mitchell. En los setenta Patti Smith, The Runaways y The Slits. En los ochenta Cyndi Lauper, Madonna y The Go-Go’s. Y en los noventa Courtney Love, Ani DiFranco y Bikini Kill. La presencia femenina en la música pop ha ido creciendo, felizmente, década a década. Y es ahora, en pleno siglo XXI, cuando esta representación es más destacada y generosa. Nunca antes tantas chicas habían cantado, compuesto, y tocado tan bien y tan alto. Están presentes en todos los estilos, reclamando la atención de los medios y del público con todo merecimiento. El planeta Tierra necesita escuchar sus voces: hay que feminizar los cimientos de la industria musical y oxigenar así un territorio donde hay demasiados hombres –algunos de ellos o incluso algo rancios y con poco talento–.
Esta explosión de nuevas voces femeninas tendría que ir acompañada de un cambio en la actitud de programadores y los medios. Hay que apoyar a esta oleada fresca de talento; incluir a más mujeres en los festivales que se celebran en nuestro país –el porcentaje en los carteles sigue siendo muy escaso–, y en la salas de conciertos de las grandes y pequeñas ciudades, y darles más espacio en la prensa. Y es que, a día de hoy, solo vale ser aliado de esta revolución feminista que está poniendo patas arriba la tradicionalmente cipotuda industria musical. Si alguien tiene dudas sobre esa revolución, lo tiene fácil para comprobarlo; solo hace falta echar un vistazo a una serie de chicas que, estos últimos meses, han dejado huella en diferentes palos estilísticos: pop, rock y electrónica.
Reinas urbanas
Los sonidos urbanos son el pop de este siglo, de ahí que las chicas se hayan apoderado de ellos. Esos sonidos de la calle van mucho más allá del «trap», esa etiqueta que ahora mismo aparece en todos los lados pero que casi nadie sabe definir o ubicar con exactitud. Y es que se trata de un género bastardo del que ahora, después de la explosión y de estar hasta en la sopa, nadie quiere formar parte. Su carácter mestizo lo hace mucho más rico; bebe del rap, del r&b, el reguetón o el dancehaíl. De ahí que muchos artistas prestigien en su fórmula algunos de esos elementos por encima de otros superando la etiqueta del «trap» al poco tiempo de militar en ella.
Dentro de la escena española de la música urbana que escapa a la fácil categorización, hay múltiples voces femeninas con personalidad, todas por debajo de los treinta años. Una de ellas es Somadamantina, una de las pioneras del «trap» en nuestro país y que ahora transita por el hip hop elegante y sensual con mucha clase. Buena muestra de ello fue la sofisticada «Flermoso», una de las mejores canciones estatales publicadas este año. Justo detrás de ella habría que situar a un par de «femme fatale» con base en Barcelona: La Zowi y Bad Gyal. Dos veinteañeras que están poniendo patas arriba las redes con sus aventuras en Instagram, sus actitudes y talentos descarados, y sus hits explosivos. La primera aparece en la banda sonora de la nueva película de Pablo Berger, «Abracadabra», y es la compañera sentimental de Yung Beef, líder de Los Santos y cerebro tras La Vendición –sí con V–, discográfica y casa de La Zowi y la antes mencionada Somadamantina. Y la segunda, una bomba de relojería, políticamente incorrecta e hipersexualizada, que desde la población de Vilassar de Mar se reivindica como la Rihanna catalana. Este cuarteto de fantásticas lo completa La Faví, una española afincada en San Francisco que se acerca a la música urbana en clave autoral; ahí está el brillante EP, editado hace solo unos meses, «Reír & Llorar».
El indie español ha sido machista por naturaleza. Desde la poca presencia de mujeres en las programaciones de sus festivales, a las letras un tanto misóginas de Los Planetas. Ahora bien, tras reconocer y visibilizar ese machismo hace unos años gracias a una serie de artículos en diversos medios especializados y a las denuncias de grupos de chicas que lo sufrieron en sus carnes, se ha abierto una luz de esperanza en la escena. Algo que ha dado paso a una nueva hornada de bandas que han conseguido hacerse un hueco en un mundo de hombres.
Las primeras abanderadas fueron Hinds y su infeccioso garage-pop. Las madrileñas, salidas de la absoluta independencia, conquistaron al público hace un año con sus canciones festivas; y, en el camino, tuvieron que aguantar toda clase de insultos y vejaciones por parte del sector masculino más carpetovetónico y envidioso. Ellas contestaron a esos haters con una peineta necesaria, una sonrisa burlona y un éxito indiscutible. Unas herederas de Hinds son las también madrileñas Las Odio, supergrupo formado por cuatro féminas que se ríe con sarna del indie-rock español, caduco y reaccionario. Altamente provocativas, feministas, y de actitud punk, aún tienen fresco un notable disco de debut titulado «Futuras esposas» que no deja títere con cabeza.
En Barcelona aparece el nombre de The Gachises, combo de power pop clásico que puede presumir de tener un contrato con una multinacional: Warner. Ellas han firmado una de las canciones más refrescantes de esta canícula, la acelerada «Operación Verano 2017». Fuera de los sonidos pop se colocan Bala, una de las revelaciones de la temporada. El dúo gallego, formado por Violeta Mosquera yAnxela Baltar, coquetea con el metal, el grunge, y el punk con una energía y una fuerza bruta sobrecogedoras. Apunten todos estos nombres, darán que hablar.