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«La soberbia campa a sus anchas en la política española»

El autor concluye su retrato de Trajano, ejemplo del buen gobierno que deberían seguir los políticos
larazon

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Trajano, el emperador romano que antepuso la «res publica» al interés personal; que administró el dinero de las recaudaciones con juicio; que se rodeó de los mejores arquitectos, militares y consejeros, y no de esos que le adulaban con hipocresía; que supo estar junto a los ciudadanos cuando era necesario. Diseñó la Columna Trajana, el único mo-numento que se permitió, con dos bibliotecas públicas, de las mejores en su época y la que conservaba mejor los papiros. Para el autor es un ejemplo a seguir por los políticos actuales. «Hoy en día –afirma al reflexionar sobre el pecado de Craso, que perdió sus legiones en Oriente–, la soberbia campa a sus anchas en la política española. Por eso no se alcanzan pactos: por soberbia». Él compara cómo actuaba Trajano y cómo lo hacen nuestros políticos y esboza una sonrisa: «Trajano se esforzaba en el buen gobierno. Cuando un terremoto destroza Antioquía, se le aconseja salvar al ejército para evitar que se vea afectado por las enfermedades, pero el emperador decide lo contrario y manda quedarse a sus legiones para que ayuden a reconstruir los desperfectos. Eso lanza un mensaje a la población: el emperador está con la gente que gobierna. No es que mande. También da servicio cuando hay que darlo. Cuando aquí ocurre un desastre natural, los políticos aparecen para hacerse la foto de turno, después se van y las ayudas, bueno, ya puedes sentarte a esperarlas».
–Rehuía la corrupción.
–España tiene una maldita tendencia hacia la corrupción, pero esto no quiere decir que no suceda en otras partes. En la Transición teníamos unos políticos que pensaban en el bien público. Llegaban a pactos con personas que estaban en las antípodas de sus ideas y con orígenes diferentes y mochilas viales distintas. Pero igual que en el siglo XIX se cayó en el caciquismo, España ahora ha caído en el caciquismo colocar a las personas que están en el entorno. Esto no puede ser. Hay que pensar en el bien público.

Aprender a pactar

Para Santiago Posteguillo, estas elecciones han dejado un mensaje muy claro: los españoles han dicho algo que les duele a los políticos: que aprendan a pactar, pero ellos no quieren. En Europa, los pactos son frecuentes. Un periodista extranjero me comentaba lo siguiente: cuando se pacta, alguien tiene que ceder, y en la política española eso se vive como una derrota. Los medios de comunicación, de hecho, contribuyen a esa imagen. No resaltan, en cambio: «Ha cedido, ha sido flexible y ha facilitado el pacto. Entre todos tenemos que contribuir a premiar a los que saben pactar. Premiar a los que se esfuerzan por hacerlo, porque eso obligará a todas las formaciones a entrar en ese juego y también querrán alcanzar acuerdos». Santiago Posteguillo es optimista y rehuye del fatalismo. Considera que la democracia cuenta con suficientes resortes para acabar con la corrupción y defiende el diálogo entre oponentes al igual que las humanidades y la capacidad que han tenido siempre los grandes gobernantes que ha habido en la historia para rodearse de personas adecuadas: «Otra lección que se puede extraer de Trajano es que no le daba miedo rodearse de gente inteligente. Los grandes líderes contratan a los mejores».

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